"Adiós Muchachos" (2011), de Matz y Paolo Bacilieri: el capitalismo llama dos veces
La Habana, Cuba sirve como fondo para una historia de intriga y trampas, con toques de erotismo donde los autores impregnan una crítica social y económica a los distintos métodos en que cierta clase personas pretenden surgir. Este es el punto de inicio de Adiós Muchachos.
Entre las calles de la acalorada ciudad se pasea, despreocupada, una rubia con un cuerpo divino. Los aún más despreocupados transeúntes se detienen sorprendidos al ver a Alicia con su minifalda montando una bicicleta que la hace ver tan sensual como inocente.
Lo que no sabe el resto, es que todo este número sirve para otros propósitos. A veces Alicia se descuida y aborda a algún automovilista descuidado, arriesgando su vida en un choque. Lo que viene después es más placentero: gracias a sus habilidades de engatusar a forasteros a cambio de sexo recolecta regalos cuya reventa proporciona a ella y a su madre ese dinero extra con el que vivir mejor.
Los problemas aparecen cuando las timadoras se encuentran con alguien más listo que ellas, Juanito, un hombre de negocios que es mucho más de lo aparenta a simple vista, tal como Alicia.
Hablemos un poco del gestor original de esta historia. Daniel Chavarría fue un escritor uruguayo de nacimiento huyo del país para radicarse en Cuba por la persecución del Departamento Administrativo de Seguridad contra los comunistas. Fue en alla en Cuba donde exploro su faceta de escritor –además de que su dominio de cinco idiomas con total fluidez lo llevo fácilmente a ser profesor de la universidad de la Habana- y publica numerosos títulos de novela negra. El ojo de Cibeles, El rojo en la pluma del loro, Príapo, Una pica en Flandes, Viudas de sangre, entre otros reconocidos títulos, pero fue con Adiós muchachos con la que se hizo con premio de literatura policíaca más codiciado del mundo, el Edgar Allan Poe.
La adaptación del texto de Chavarría corre a cargo del francés Matz en el texto y el italiano Paolo Bacilieri a cargo del dibujo. Matz –licenciado en derecho- es conocido por sus historias de género policíaco, siendo la más conocida “Una bala en la cabeza”, llevada al cine de la mano de Walter Hill. Bacilieri es un dibujante licenciado en artes que se ha paseado por varias historietas emblemáticas de Italia como Corto Maltese, Tex o Dylan Dog.
Creo que ambos autores hasta cierto punto hacen un buen trabajo de adaptacion. El guion de Matz parece simple en las primeras lecturas, pero de a poco se comienzan a revelar pequeños detalles que dan mucha más profundidad a cada personaje.
Alicia, por ejemplo, no es tan solo una estafadora. Es un ser mezquino con ansias de una vida que la Cuba de Castro no se lo permite. Bajo ningún prisma la joven y su madre viven en la pobreza, pero la muchacha no duda en usar los autos que conducen sus presas como barómetro social. Desprecia de forma instantánea a un libidinoso taxista, no por su aspecto, sino por el auto modelo Lada que conduce. Al contrario, sus objetivos son autos último modelo que dan un estatus económico atractivo a sus dueños.
La manipulación de la muchacha va en directa unión con su soberbia social. No se considera una prostituta, sino algo mejor, pero no deja de ser una criminal a pesar de que ella no lo ve así. Como dije anteriormente, la cosa se complica cuando conoce a Juanito, un acomodado consultor en una empresa de turismo que quiere usar Cuba como el parque de una búsqueda de tesoros perdidos. Un negocio muy atractivo para el turismo de la isla y que va perfectamente ligado a la crítica que hacen los autores: la búsqueda inmisericorde de riquezas.
Cuando ambos personajes se conocen, es ella la que se supone que lleva la batuta en la situación, pero la obra bebe mucho del cine negro, lo que hace que cada personaje no sea el que realmente conocemos al principio. Juanito tiene las mismas ambiciones que Alicia, pero ha dado más pasos hacia adelante, costándole su moralidad, y algo más, en el proceso. Esto hace que se den vuelta los papeles momentáneamente. Alicia es la utilizada y Juanito el que busca su comodidad.
No voy a seguir desvelando mucho de la trama, pero como es común en este tipo de relatos, algo sale mal en el plan de ambos personajes, con el peligro de quedarse a la deriva económicamente, haciendo que ambos se unan para descender aún más moralmente.
El guión depara varias sorpresas, unas más grandes que otras, pero todo bastante bien dosificado para no perder interés en la lectura. El uso de múltiples capítulos para dar contexto a los personajes sirve de mucho, sobre todo por cómo están construidos alrededor de sus ambiciones y su modo de operar. También sirve que estos capítulos creen expectativas que son derribadas conforme avanza el relato, dándonos las mencionadas sorpresas –o mejor dicho engaños- con las que la obra juega. En su primera lectura, puede que Adiós Muchachos quede como una simpática novela negra, pero un par de revisadas más nos deja bien planteado el mensaje que los autores quieren hacer llegar: la denuncia al capitalismo extremo y sin ética.
El dibujo de Paolo Bacilieri ayuda mucho a la hora de contextualizar la obra. Sus fondos son perfectos para definir las locaciones de la historia, los círculos sociales en que se desarrolla y en el tiempo en que viven los personajes. Pero la pericia del dibujante no se limita a los fondos, su línea clara hace que sus personajes sean caracterizados de forma fácil, con un perfecto dominio de la anatomía, dejando ciertos rasgos caricaturescos para quien lo necesite. Además, el guionista hace descansar sobre el dibujante una serie de secuencias sin diálogos en las que Bacilieri destaca por su claridad narrativa. El color aplicado también ayuda para darle ese ambiente de cine negro, con esos tonos calurosos que nos hacen creer que de verdad estamos en Cuba.
Quizás la resolución de la obra no sea del gusto de todos –a mí me ha encantado- y puede que suponga un pero para cierta gente. Pero el género que influencia al cómic tiene mucho que ver con cómo deben terminar las cosas para nuestros protagonistas. Además, está en comunión con la crítica de los autores hacia la sociedad consumista a la que aspiran sus personajes.
Adiós Muchachos es una entretenidísima obra, llena de giros y buena caracterización de sus personajes, acompañado de un dibujo excelente y que gracias a cierta dosis de erotismo nos mete en lo más clásico del cine negro sin descuidar el mensaje de la obra. Muy recomendada.