"Chernóbil - La Zona" (2011): la muerte invisible
El accidente de la central nuclear de Chernóbil, actualmente en Ucrania, es el mayor desastre atómico de la historia. El 26 de abril de 1986, debido a un incendio del reactor 4 de la planta, se liberó a la atmósfera una cantidad de material radioactivo 200 veces mayor al de las bombas de Hiroshima y Nagasaki. Dicha tragedia ha sido el motivo de innumerables obras escritas y audiovisuales, que describen o ficcionan acerca de sus causas y consecuencias. Entre todas ellas, siempre destacarán las que retratan el dolor humano de los afectados, y un gran ejemplo de ello es Chernóbil - La Zona, título al que nos abocaremos hoy.
Chernóbil - La Zona es una novela gráfica realizada por los autores españoles Francisco Sánchez en guiones y Natacha Bustos (Moon Girl and Devil Dinosaur) en ilustraciones, que narra la tragedia humana que se esconde tras aquel desastre. Es el relato de una de las muchas familias que tras el terrible accidente dejaron sus hogares convencidos que podrían regresar luego de unos días, sin saber que un enemigo invisible se había apoderado de sus tierras y pertenencias, y que permanecería en activo por cientos de miles de años.
En sus páginas, Bustos y Sánchez no reconstruyen el accidente ni tratan de encontrar las causas que lo provocaron. Los protagonistas son los miembros de tres generaciones de una familia asentada en la zona cercana a la central, en los 30km a la redonda que ahora son zona prohibida: los abuelos, que vivían en una pequeña granja en el campo; los padres, que residían en Prípiat, la floreciente ciudad anexa a la central; y finalmente los hijos, que son de Moscú pero vuelven para visitar aquella ciudad, ahora fantasma. La estructura de la obra está divida en tres actos que, quizá como demostración empírica de cómo el accidente fragmentó sus vidas, no están dispuestos en orden cronológico.
La obra comienza con la historia de Leonid y Galia, una pareja de abuelos que regresan a la zona de prohibición a vivir con lo poco que les ha quedado, sólo su antiguo hogar y algunos animales. La desolación y aislamiento los acosan, pero están decididos a continuar su vida, pese al convencimiento que nadie escapa de la radioactividad. El segundo acto nos narra la crónica de Vladimir y Anna —esta última, hija de los abuelos mencionados anteriormente—, una joven pareja que vive del trabajo del marido en la, por aquel entonces, aún operativa central nuclear. Anna, embarazada por aquellas fechas, está a punto de dar a luz y, con un hijo pequeño, es testigo en primera persona de la evacuación de su familia a un lugar seguro, mientras su marido intenta sofocar el incendio que se ha producido en la central. La visión de cómo funcionaba la bulliciosa Prípiat es un impactante contrapunto a la ciudad fantasma que es hoy. Ya en la tercera parte, vemos cómo los hijos de Anna, Yuri y Tatiana, regresan veinte años después al lugar de los hechos para buscar respuestas a lo sucedido y rescatar de entre los escombros lo que quede de su pasado y la memoria de su padre y sus abuelos.
Lejos de la controversia y sensacionalismo, los autores observan desde la distancia de unos personajes ficticios que bien pudieron existir, ofreciendo al lector comprender, explorar y reflexionar sobre lo que aún hoy en día representa Chernóbil. Si bien al leer los textos de los autores que cierran el volumen podemos darnos cuenta de que su postura es clara, acá no hay buenos ni malos, no hay morbo ni caricaturas de aquellos gobiernos opresores o científicos que intentan jugar a Dios, no importando el riesgo de sus habitantes. Sólo hay personas, ya sean obreros, autoridades o civiles, superados por circunstancias que escapan a su control. El guion no intenta dramatizar en extremo la situación, sino retratarla en su lado más normal y cotidiano, y por lo mismo, logra crear pavor al mostrar que cualquier vida común y corriente, incluida la nuestra, puede ser destruida en cualquier instante.
El arte de Natacha Bustos es, sin duda, muy estimulante. El cómic está editado en blanco y negro, pero la ilustradora no necesita color para representar de muy buena forma los elementos costumbristas y paisajísticos, los que delinea con un trazo grueso y sencillo, pero lleno de detalles y expresión en el rostro de los personajes. Nota aparte para el trabajo de documentación mediante fotografías de la ciudad y su entorno.
El volumen se completa con varias páginas de jugosos extras, que incluyen la reproducción de un diario de vida ficticio de Yuri, una galería de imágenes captadas por la fotógrafa Lourdes Segade, y palabras del proceso creativo por parte de Sánchez y Bustos, que consiguen que nos empapemos aún más de la nostalgia y emoción que sus páginas generan.
En definitiva, Chernóbil - La Zona es una gran novela gráfica, que nos acerca al lado más cotidiano de tan infame tragedia. Sin recurrir a elementos efectistas o escandalosos, consiguen emocionar con la historia de unos personajes que, independiente de oficios o nacionalidades, bien podrían ser cualquiera de nosotros.