“Jurassic World: Fallen Kingdom” (2018): un emotivo interludio
Gracias a la invitación de Andes Films, estuvimos presentes en la función de prensa de la más reciente entrega de la franquicia vinculada a dinosaurios. En nuestro estilo habitual, les traemos nuestras impresiones libres de spoilers.
Luego de un prologando silencio, Jurassic World (2015) revivió el interés en una franquicia que se creía condenada al olvido, gracias a una buena combinación de nostalgia e innovación, renovándola para una nueva generación. Tres años más tarde, nos encontramos con una película que no solo intenta mantener la buena recepción de su predecesora, sino también plantear temas que en versiones anteriores sólo se habían implicado. Las escenas de espectáculo están presentes desde el primer minuto, cumpliendo así las expectativas del público más palomitero, pero a diferencia de la impresión entregada por los trailers de la cinta que sugerían una amplificación de la acción de su antecesora al poner a los protagonistas y a los dinosaurios en una suerte de carrera contra el tiempo, esto no resultó ser sino una hábil maniobra para ocultar que el núcleo de la película es mucho más íntimo y contenido en su escala.
Una parte importante de la narrativa gira sobre los sentimientos que despiertan estas formas de vida y la forma en que son tratadas. Siguiendo esta línea, se observa que la exploración respecto de los comportamientos psicopáticos del dinosaurio antagónico de la cinta anterior no es sino un reflejo respecto del tema central de la película: la importancia de una familia. Probablemente por coincidencia más que por diseño, Fallen Kingdom critica no solo a la liviandad con la que suelen tomarse los derechos animales, sino que las extiende a temas migratorios, mostrando a los dinosaurios como una estirpe que al carecer de un lugar donde vivir se vuelve vulnerable ante una casta poseedora de poder económico que decide quién merece existir y en qué condiciones. No, no vamos a ver a personajes pidiendo levantar un muro y que los triceratops paguen por ello, pero la película sí hace un vínculo entre la suerte de estos animales y la de un personaje en particular, haciendo que este tipo de interpretaciones sean posibles y reflejando que la estructura que forman los protagonistas no parece casual.
Por la forma en que está ejecutada Fallen Kingdom, no parece ser tan solo una secuela a Jurassic World, sino también una reinterpretación de Jurassic Park: The Lost World (1997), tomando elementos de esta, como la codicia de un grupo o la idea de relaciones familiares, y les da una vuelta de tuerca. Por otro lado la película no se queda solo con la nostalgia, sino que sigue cultivando ideas sembradas en la película que la antecede, tal como lo hace cuando continúa redefiniendo el concepto de lo que es un “Velocirraptor de Jurassic Park”, terminando así la metamorfosis del que es quizá el segundo dinosaurio más icónico de la franquicia.
Aunque es innegable que la cinta se siente como el interludio de una historia más grande, logra ofrecer por sí misma un más que adecuado nuevo capítulo y resulta plenamente recomendable.