"Top 10: The Forty-Niners" (2005) de Moore y Ha: érase una vez en América
Gracias a la buena acogida de su serie principal, Alan Moore volvió a Top 10 con dos miniseries derivadas de su trabajo en la primera temporada de 12 números. Smax el Bárbaro exploraría un poco más allá la personalidad y origen de ese cascarrabias gigante azul que vagaba por los pasillos de la comisaria de la ciudad de Neópolis. La otra es una precuela que se desarrollaba en la misma ciudad, pero en el año 1949, después de la segunda guerra mundial.
Top 10: The Forty-Niners parte con la llegada de Steve “Jetlad” Traynor y Leni “Skywitch” Muller a la reciente inaugurada ciudad de Neópolis, que estaba destinada a albergar a todos los seres especiales –superhéroes- que nacieron y combatieron durante la guerra contra los nazis. Moore usó una clara lectura metatextual para concebir Top 10 y es lógico que el origen de la explosión de superhéroes sea en esta época, que fue también la explosión de sus historias en nuestra realidad.
Para fortalecer aún más ese nudo, Moore utiliza el origen de Wonder Woman y Steve Trevor como inspiración para los personajes principales en esta historia. Jetlad fue piloto de aviones prodigio durante la guerra y Skywitch es una alemana que se revelo contra Hitler y su ideología. Ambos personajes arriban a la ciudad para tratar de adaptarse a este nuevo estatus quo derivado del final de la segunda guerra mundial.
Aquí es donde el autor inglés nuevamente integra elementos realista a su historia fantástica. La llegada a la ciudad está igualmente presentada como la llegada de un sinnúmero de inmigrantes de otros países que se han quedado sin hogar por el convulsionado estado de Europa tras la guerra.
El retrato social que hace Moore se condice con la época. Estados Unidos era un país racista –aún lo es por si acaso- cuando el inmigrante no es necesitado para ciertos objetivos. En la historia se reciben inmigrantes húngaros –brillantemente retratados como vampiros- que están condenados a formar parte de alguna mafia al carecer de oportunidades, pero también llegan científicos nazis –el enemigo hace unos años- que viven prácticamente de forma acomodada porque están ayudando a crear la ciudad. De la misma forma, la discriminación hacia robots –símil de los afroamericanos- es injustificada y prejuiciosa hasta en los estatutos que deberían velar por todos los ciudadanos por igual, como la misma policía.
Moore se mueve inquieto y continua agregando dosis de reflexión, alejando cada vez más la parodia y acercándola peligrosamente a la realidad, sin descuidar aspectos únicos de este escenario. Porque a pesar de que la guerra ha terminado, sus actores no tienen intenciones de dejarla partir. Los conflictos del viejo mundo, a pesar de estar penados por la ley, siguen apareciendo en las calles de una metrópolis que debería representar el futuro. A veces Moore presenta esto como metáforas –héroes atacando a villanos sin justificación- u otras veces de forma mucho más clara como el prohibido amor homosexual de uno de los protagonistas.
Este es uno de los aspectos más interesante la historia. Ver como el autor hace calzar tan bien estos tópicos, tanto a niveles de fantasía como a niveles sociales y ver como el concepto general –la fundación de una ciudad futurista en la postguerra- se vea realzado sin llegar a la ridiculez o a lo absurdo. De hecho, el tono de la historia está bastante alejado de Top 10 –que disponía de una drama bastante oscuro pero con mucho humor- y aquí abunda la tristeza y solemnidad de un futuro desconocido gracias a la avalancha de cambios sociales que se avecinan. Uno de los personajes incluso no les da más de seis meses antes de que todo colapse, un remate mucho más ligero para así no dejar mal sabor de boca al final.
Hablando de ese ambiente más solemne, gran parte de la culpa la tiene el increíble dibujo de Gene Ha y el excelente coloreado de Art Lyon. Ha había trabajado junto a Zander Cannon en miniserie principal y aquí se nota que ha mejorado un montón el acabado de su trabajo. El color de Lyon se basa en tonos más suaves y apagados, ayudando a realzar la depresión de la postguerra. El dibujo, como lo hacía también en Top 10, oculta una gran cantidad de referencias ocultas y que en esta ocasión están en sintonía con la época en que el cómic se desarrolla.
El regreso de Alan Moore a Neópolis no podía ser más interesante. Quizás el cambio de tono no convenza a los fanáticos que pedían otro Top 10, pero aun así, el autor se las arregla para darnos un producto muy interesante, sobre todo si se extrapolan las múltiples lecturas a nuestra realidad actual. Como casi todo el trabajo de este afamado autor, Top 10: The Forty-Niners cuenta una buena historia al mismo tiempo que no hace pensar sobre nuestra sociedad, y nos obliga a evaluarnos de igual forma.