“Top 10” (1999) de Moore, Ha y Cannon: la súper ley y el súper orden
Reseñar o hablar de cualquier obra de Alan Moore conlleva un reto inherente debido al enorme trabajo que supone el captar ese espectro tan amplio en el que autor se mueve. Porque simplemente no podemos discutir de la obra sin descubrir cómo Moore, de numerosas maneras, inyecta referencias, dobles lecturas o simplemente genialidades conforme pasamos de página en página.
Es bien sabido que a pesar de su genialidad, el autor de Watchmen probó suerte en la auto-publicación –pidiendo consejo nada menos que a Dave Sim- pero fallando al capturar al público del mercado yanqui. Sus apremios económicos lo llevarían a trabajar para Image Comics y sus distintos dueños. Moore nunca ha ocultado que esta etapa profesional estaba más motivada por el dinero que por la búsqueda de nuevos vehículos narrativos para la historieta. Sencillamente había que llevar el pan a casa.
Eventualmente llegaría un final feliz –momentáneo, como en todas sus historias- y de esta colaboración con Image, concretamente con la Wildstorm de Jim Lee, nacería un sello que descansaba netamente sobre los hombros –o mejor dicho la cabeza- del británico. El sello editorial se conocería como America's Best Comics -nombre que sacaría de una de la historietas publicadas por Standard Comics en los cuarenta-, y cuyo nombre es toda una declaración de intenciones de parte del autor, que vería al fin su situación económica estabilizada para así poder darse el espacio de experimentar una vez más. De este nuevo sello saldrían cómics como The League of Extraordinary Gentlemen, Promethea, Tomorrow Stories, Tom Strong y la que nos convoca: Top 10.
Top 10 es el intento de Moore de emular los dramas policiales que vemos visto tantas veces en televisión. Obras como El precio del deber, Se hará justicia o NYPD Blue. Es básicamente Alan Moore siendo Steven Bochco, productor y escritor estadounidense responsable casi completamente de la ascensión de este género dramático en la televisión por cable.
Pero como hablamos de Moore, este tiene que llevar las cosas a su terreno. Y por terreno, lo acoto a cierto género, porque si algo ha demostrado el barbón en su carrera es el dominar con soltura casi cualquier propuesta que haya abordado en la narrativa gráfica. En Top 10, Moore crea un drama policial alrededor de una estación en una ciudad donde todos tienen superpoderes.
El inglés crea un relato coral alrededor de esta premisa –nada nueva si es que recordamos obras como Astro City de Kurt Busiek o Powers de Brian Michael Bendis- pero donde la pericia y genialidad de las que el autor siempre ha hecho gala, pone muy por encima a Top 10 de sus “competidoras” hermanas.
La obra juega una especie de ping pong narrativo gracias al relato de la vida cotidiana de distintos policías que pueblan la estación y que investigan sus respectivos casos. Conforme cada caso avanza hacia su resolución, conocemos la ambientación de la ciudad, el carácter y los problemas de sus habitantes y los males y crímenes que azotan a la metrópolis. Moore es increíblemente eficaz en este aspecto dado a su inacabable fuente de referencias a obras de todo tipo y a su asombrosa capacidad de caracterizar personajes.
La historia parte con Robyn “Toy Box” Slinger y su llegada a la jefatura de policía del distrito 10 de la ciudad de Neópolis. Las primeras páginas son increíblemente efectivas a la hora de presentar este nuevo mundo poblado por súper-seres que viven es una ciudad multicultural en el sentido más amplio de la palabra. Una ciudad llena de personajes de todo tipo, con increíbles “orígenes” que beben de las mismas reglas de cualquier cómic de superhéroes. Robyn pronto será asignada como compañera a Smax, un gigante azul de mal carácter que recuerda bastante al Nac Mac Feegle de Discworld, y deberá adaptarse rápidamente a las inverosímiles situaciones que afrontará siendo policía. En los primeros números, Robyn hace de ayuda y ancla para que el lector agarre el ritmo y entienda el juego de conceptos que los autores despliegan en numerosas y variopintas condiciones de su trabajo como policía en una ciudad llena de seres extraordinarios.
Los días en el trabajo pasan y Robyn conocerá un sin número de colegas, cada uno con una vida particular, caracterizado de la cabeza a los pies de forma única y original. Este es uno de los puntos fuertes de la historia, ya que nos hace enamorarnos de los distintos personajes y de sus afables vidas mientras tratan de hacer su trabajo. El mencionado Smax, el perruno Sargento Kemlo, esa increíble madre de familia forrada en una armadura de metal que es Irma, la querida y sexy Li Sung, o la carismática Jackie “Fantasma” Kowalski se convierten poco a poco en personajes inolvidables para el lector, realzando los momentos más oscuros de drama a los que son sometidos gracias a ese cariño ganado paulatinamente.
Para aumentar este interés humano, Moore también mete varias conversaciones que a simple vista son de lo más mundanas, pero que ayudan a caracterizar y dotar de personalidad a los protagonistas de la historia. Ayuda también la gran cantidad de paralelos que el autor hace con respecto al mundo real: enfermedades venéreas, seguridad social, racismo o irresponsabilidad peatonal son reversionadas y adaptadas para este nuevo ambiente llenando de matices tanto a la ambientación como a los mismos personajes enfrentados a ellas.
Porque aquí, el racismo es sufrido por robots y seres mecánicos –“nos quitan el trabajo” suena más de una ocasión-, los accidentes de tránsito son en otras dimensiones de la realidad o las plagas de súper-ratones tienen que ser combatidas con súper-gatos y que cuyo conflicto eventualmente llevara a una crisis o guerra secreta que reescribirá el tejido de la realidad. Estos paralelismos dotan de cotidianidad y sentido del humor al relato, dejando siempre un sabor de cohesión y lógica dentro de este universo, así como preguntas y críticas respecto a nuestra propia realidad tanto a niveles micro –burlándose de los gastados eventos editoriales por ejemplo- como a nivel macro, como lo son las temáticas como el racismo o la discriminación.
Además es meritorio el uso de todos los mitos a los que Moore hace alusión en cada página de Top 10. Hay orígenes de todo tipo, desde humanos metidos en armaduras a lo Iron Man, robots japoneses, dioses de distintas religiones o seres que vienen de tierras paralelas. Moore es increíblemente docto en este aspecto, llenando de referencias tanto visuales como escritas dejando una obligación en el lector el leer múltiples veces la obra solo para poder captarlas y entenderlas todas.
Gene Ha y Zander Cannon están increíbles ante el reto que les pone Moore al frente. Su dibujo define perfectamente la urbe que es Neopolis –que como toda ciudad sobrepoblada es sucia y oscura a ratos- y sus personajes son visualmente atrayentes y únicos. Ambos artistas resuelven muy bien esos recursos narrativos a los que Moore suele recurrir sin descuidar su detallado nivel de cuidado en cada viñeta. Además se nota un trabajo de documentación exhaustivo tanto en los diseños –no olvidemos que uno de propósitos de cada personaje es recordarnos a algún prototípico de superhéroe- como en los fondos de la ciudad, donde se pueden ver habitantes tan variopintos como The Shadow o Asterix o simplemente referencia a la cultura popular como Matrix o Star Wars.
Si bien Top 10 no tiene las intenciones de ser una obra que cuestione géneros o realidades sociales como pueden ser V for Vendetta o Watchmen, no deja de ser una lectura fantástica. No puedo dejar de recomendarla a pesar de ser un trabajo “menor” del autor o quizás uno de los menos conocidos. No por nada gano dos Eisner mientras se publicaba y ECC hace poco la ha recopilado en un tomo con los 12 números que corresponden a la llamada primera temporada. Moore regresaría otra vez a este universo para contar la historia de Smax el Bárbaroy una precuela llamada Top 10: The Forty-Niners de la que espero ECC edite nuevamente porque también son materiales muy recomendados. Simplemente, por ahora, disfruten de este increíble cómic, de su excelente historia y sus llamativos personajes, porque no los hay mejores.