"El Patito Saubón" (1989) de Carlos Nine: patoaventuras bizarras
Carlos Nine parece un artista incontrolable. Inquieto, ávido en la búsqueda de nuevos límites y siempre surrealista, a Nine ni siquiera lo ha detenido la muerte —como todo buen artista—, dejando una deuda en sus seguidores respecto a la continuidad y publicación de su obra, sobre todo aquí en Latinoamérica. Porque Nine fue un artista mundial, reconocido con múltiples galardones y cuyo estilo lo llevó hasta The New York Times, transportando su obra a cada rincón del mundo. Incluso en la China, dicen por ahí. Pero no es hasta hace pocos años —y lamentablemente después de su muerte— que se han puesto en el mercado recopilatorios de su trabajo aquí en Latinoamérica.
Quizás sea este Patito Saubón su obra más reconocida. Ganó con ella el premio de obra internacional en el Festival de Angulema del 2001 gracias a la edición francesa de la misma. Ahora, después de demasiado tiempo, podemos disfrutar de las aventuras de este peculiar personaje en una edición que recopila al completo sus desventuras.
El Patito Saubón nace en una época en que numerosos artistas argentinos querían generar conciencia y cambio mediante sus lápices. Una época de inconformismo social y reclamos a la autoridad. Una época de sueños rotos por la realidad. Originalmente publicado en la revista Fierro a finales de los ochenta, este pato tan particular es el reflejo de la sociedad latinoamericana que ha sido víctima de dictaduras e intervenciones.
Saubón es un pato que se autodenomina comunista, pero que vaga sin trabajo por las calles de una ciudad oscura, llena de crímenes y mujeres fatales. Mucha de la ambientación inicial de la obra bebe del cine negro, con un protagonista atormentado por sus orígenes y su estado actual de sobrevivencia. Saubón es un pato cuyos padres lo convierten en una especie de mestizo —mamá pata y papá ganso, nada menos— que no tiene empleo y que el sentido de sus afectos, una gallina llamada Cu-cú, es poseída por alguien más. Nine define en las primeras historias de Saubón un ser martirizado, una especie de paria social que nunca cumplió su sueño comunista y fue dejado a un lado del camino.
Saubón está rodeado de malacatosos de poca monta, dueños de clubes nocturnos y policías corruptos, dejándole pocas posibilidades de maniobrar y ser feliz. El pato tiene pequeños chispazos de alegría, y a veces una bella fémina despierta su pasión dormida; este pato muy pillo aprovecha de consumar su felicidad, pero todo esto funciona como pequeños paréntesis dentro de su patética vida, interrumpido por alguien más, y que generalmente terminan con Saubón arrojado a la calle con severas heridas. Al final, esta sufrida ave termina refugiándose en la bebida, en un barcito perdido en la negrura de la ciudad donde todos conocen su nombre, pero que nadie lo recuerda una vez que sale a través de sus puertas.
Esto es un claro reflejo de la sociedad latinoamericana que vive en la pobreza. Atrapada en un ciclo difícil de romper, los únicos momentos en que se nos permite soñar son interrumpidos por los criminales que son directos beneficiarios del ciclo mismo.
Saubón se cansa de todo esto y decide vender cepillos puerta a puerta y cambiar su estado actual. Sale de la estacada, o mejor dicho, cambia su mala suerte por otra. Cambia su sufrimiento como también cambia las calles de la ciudad por los suburbios bien establecidos. Vendiendo cepillos conoce mujeres y tiene sexo con ellas gracias al abandono por parte de sus maridos, quienes sufren por la exigente vida de la clase media: sólo viven para trabajar y mantener un estilo de vida tradicional, que obliga a sus esposas a estar encerradas esperando "al que lleva el pan a la casa” con la cena preparada. Saubón es seducido por ellas, encontrándose con mujeres aburridas y agotadas de su vida. De aquí también sale una constante dentro de la obra: la lucha entre nuestro protagonista y la sociedad, definida por distintos estratos sociales. Porque al final, a Saubón lo pillan en esos malos pasos y termina peleándose —de nuevo— con uno de los maridos por un símbolo y no por una mujer, como él mismo define.
Se puede decir que Saubón representa la vida del artista, llena de altibajos, nulo reconocimiento social y completamente opacado por otras representaciones del entretenimiento más superfluas. Nine enfrenta su espíritu de artista a esa realidad y representa sus éxitos —los encuentros del pato con las féminas— como las victorias producto de su estilo de vida. La sociedad le quita esas victorias, se las arrebata con envidia, porque representa un fracaso en la estructura social que somete al resto a alejarse del estilo de vida de este plumífero tan particular. Al final, el pato triunfa y le logra vender un cepillo al cornudo marido con quien se ha peleado. Pero esto no significa el final de sus pellejerías, es solo la consolidación de la perpetuidad de las mismas.
El dibujo de Carlos Nine es surrealista, de formas absurdas, sombras alargadas e inquietantes y con mucho salvajismo. Este estilo puede que no sea algo del gusto de todos, pero es innegable de que el artista bonaerense ha creado un cómic con estilo único, irreemplazable y reconocible. Nine hace de Saubón una figura que cuesta diferenciarla, con sombrerito de marinero —como broma al Donald de Disney, supongo— que se hace grande o pequeño según la situación. Nine tampoco se ata a los convencionalismos; sus personajes son animales, pero no se apoya en el realismo para definirlos, dejando gran parte de la caracterización "animal" de éstos a sus lectores. Sus féminas, sean humanas o animales, son sensuales flores que crecen entre esta maleza corrupta que el autor define en su guion y en su dibujo.
Parte de este encanto también recae en que Nine ha sabido escoger sus influencias. El Krazy Kat de George Herriman es la más obvia, pero el autor argentino es capaz de dar vuelta el estilo de Herriman y le inyecta el suyo propio, dando lugar a un estilo único que se aleja lentamente —conforme se lee el tomo— del estilo y ejecución del norteamericano. Es cosa de ver ambas obras y detectar influencia de una en otra, pero nunca ser capaz de atestiguar algo que nos diga “copia”.
Los fondos utilizados en El Patito Saubon establecen calles oscuras de una ciudad temible o barrios periféricos sumidos en lo cotidiano. Parte del encanto de los escenarios recae en el uso de una paleta de colores pasteles para no convertir nada en extraordinario. Así, las formas rebuscadas de sus personajes se fusionan a la perfección con los fondos detallados y las sombras, producto de los lápices de Nine.
El Patito Saubon puede que no seduzca a primeras vistas por el estrambótico estilo de Nine. Personas acostumbradas a algo más tradicional puede que no les termine de atraer, pero es innegable que el autor argentino ha cultivado un estilo único y sus guiones, rebosantes de picardía y acidez, llenan este libro de ideas transgresoras e insuflan reflexión y cuestionamientos. Una recopilación sumamente recomendable y un testigo innegable que la historieta latinoamericana tiene la audacia para brillar de forma autónoma.