“Deadpool 2” (2018): deconstruyendo un súper-equipo
Estuvimos presentes para la Avant Premiere de Deadpool 2 y en el estilo habitual de Cuarto Mundo les traemos nuestras impresiones libres de spoilers.
La primera cinta sobre el “Merc with a mouth” desafió expectativas respecto de lo que podía hacerse con un personaje proveniente de Marvel gracias a su humor desenfadado, y absoluto desprecio por la cuarta pared. Esta secuela no resulta innovadora en ese aspecto, siendo natural que no pueda replicarse la sensación de sorpresa provocada por la primera película. Sin embargo, ello no es impedimento para el disfrute de la cinta.
Al ser estrenada a la sombra de un titán como lo es Avengers: Infinity War, Deadpool 2 necesitaba algo con que destacarse, o al menos diferenciarse, del blockbuster de Marvel Studios. Para fortuna suya, su sentido del humor es bastante diferente al de otras franquicias de Marvel y sigue siendo el punto fuerte de la película gracias a un Ryan Reynolds que se muestra lleno de energía sin acaparar para sí mismo toda la atención. Una de las críticas de la primera entrega fue que, por la naturaleza de ser una cinta categoría R, Deadpool tenía pocas opciones de crecer dentro del hábitat de las películas de los X-Men, disfrazándose con chistes un trago amargo del equipo creativo respecto de la falta de confianza del estudio para hacer aparecer personajes de la franquicia principal; esta secuela toma este defecto y lo vuelve uno de sus puntos fuertes gracias a que parte importante de la cinta gira alrededor de las implicancias y dinámicas de un “superequipo”, adoptando una mentalidad en la que poco importa que no aparezcan los X-Men principales cuando se puede crear un sub-equipo propio con una voz y tonos distintos. Deadpool 2 se sabe a sí misma una película spin-off de la franquicia mutante, pero ahora empieza a divertirse con ello.
En su núcleo, Deadpool 2 es una película bastante estúpida y su disfrute radica precisamente en ello, pero esto no significa que sea simple o mediocre, sino más bien que hace las cosas de una forma diferente. El humor metatextual que cimentó en su entrega anterior va a hacer que, más temprano que tarde, estas cintas envejezcan mal, pero es probable que su legado radique en la forma en que desmenuza y se mofa de otras cintas contemporáneas de su género a la vez que juega con las herramientas que se le entregan. Y quien sabe, quizás el enfoque colectivo que se da a los personajes que acompañan a Wade Wilson marquen una tendencia no prevista para el futuro.
Por el tiempo dado, resulta absolutamente recomendable para quienes hayan disfrutado de la primera parte y para quienes no tengan problemas con el tono posmoderno del personaje.