"Boba Fett: Bounty on Bar-Kooda" (1995): tu cabeza por mil créditos
Pienso que Boba Fett es de esos personajes que puede dar mucho juego en sus historias. Mucho más que un joven Han Solo o un exiliado Obi-Wan Kenobi. Fett es definido en muy pocas líneas en la trilogía original, pero su carácter inquietante —muy en complicidad con su diseño visual— lo convierten en un personaje “explotable” es más de un sentido.
Ya habíamos visto cierto tratamiento del personaje en el cómic Boba Fett: Agent of Doom del escritor John Ostrander. Ahora nos toca revisar a John Wagner en su intento de darnos una nueva visión del cazarrecompensas más letal de esa galaxia muy lejana.
Wagner nos pone en contexto muy rápido, y sitúa el núcleo de la aventura dentro de submundo de la mafia de los Hutts, esos seres obesos y asquerosos que tanto problema causaron a Solo en la trilogía original. Aquí no es Jabba el involucrado, sino Gorga the Hutt, otro ser que se gana de forma fraudulenta el pan de cada día. Pero no es negocio lo que motiva a la babosa especial, sino el deseo carnal hacia la hija de un rival de negocios.
Para ganarse a su futuro suegro, Gorga contrata a Boba Fett para capturar vivo o muerto a Bar-Kooda, un pirata espacial que asalta repetidamente las naves del rival de Gorga. Fett acepta el reto —por el doble de lo que le ofrecían originalmente— dejando claro que Bar-Kooda no es un pirata cualquiera, y que su fama de despiadado es bien justificada. Boba Fett planea su estrategia de forma muy anticipada, como siempre ha sido la tónica en un personaje tan eficaz como él, y recluta a Wim Magwit, un ilusionista que había pasado cuatro horripilantes años a bordo de la nave del pirata.
Wagner es bien conocido por su trabajo violento pero con alto grado de humor. El británico fue el que trajo esas extrañas combinaciones al mundo del cómic cuando ayudó a fundar la editorial británica 2000 AD junto a Pat Mills, por lo que no es sorpresa el tono de la aventura en la que mete a Boba Fett.
Desde la premisa tan cliché, pero sumamente humorística —los Hutts también pueden amar— la historia se incrementa en acción conforme el cazarrecompensas se acerca más y más a su presa, llenando de acción y balaceras las páginas de la historia. Wagner aliviana todo con su cuota de humor, pero nunca dejando que éste desdibuje el carácter serio de Fett. En vez de eso, utiliza a su oportuno ayudante Wim Magwit para dar el alivio cómico a la historia y que ésta no termine siendo escena de acción tras escena de acción.
En el dibujo, tenemos a un viejo conocido del universo de Star Wars, el escocés Cam Kennedy, que ya había ayudado en Boba Fett: Agent of Doom. El dibujo de Kennedy es deforme pero rico en detalles y formas realistas cuando se le necesita. Sus personajes se ciñen bastante bien al canon gráfico de la primera trilogía, pero Kennedy insufla su estilo de forma que nos queda un animal visual completamente nuevo. Los colores que utiliza, sumado a sus dramáticas sombras, dan un acabado lúgubre, casi ciberpunk, que le sienta bastante bien a Boba Fett y su historia.
Quizás no sea la historia más profunda, pero Wagner y Kennedy no permiten que nos aburramos a medida que leemos las peripecias de Boba Fett, dejándolo como el cazarrecompensas más eficaz de la galaxia.