Recordando a Margot Kidder (1948-2018): la Lois Lane de generaciones
Conocí a Margot Kidder como si solo Lois Lane fuera, era básicamente un sinónimo, de la misma forma que Christopher Reeve no era más que otro rostro que no fuera el de Superman. Al mismo tiempo que veía y re veía Superman I y Superman II, grabadas en un antiguo VHS en velocidad LP, conocía a otra Lois Lane que me resultaba similar, la dibujada y narrada por John Byrne. Es curioso que no sintiera una gran distancia, de hecho me resultaban como una perfecta continuidad en caracterización. Lois Lane es principalmente una persona fuerte, así la describiría. Con una idea de lo que le interesa, de sus objetivos, y que no se rinde con facilidad, que de hecho es capaz de ponerse en constante riesgo por una exclusiva, por una noticia. Detrás de esa fortaleza, que no es otra cosa que pasíón por lo que hace, está la base de toda pasión, una fuerte dosis de afecto, lo que nos hace humanos.
Es por eso que lo que hace Margot en las dos primeras entregas cinematográficas de Richard Donner (junto a Richard Lester) es perfecto. Conjuga muy bien aspectos que deberían ser claves para toda representación del personaje: Lois Lane tiene que ser humana, alguien con quien podamos empatizar, a diferencia del contraste de humanidad que Lex Luthor refleja, o para efectos prácticos, cualquier otro personaje refleja ante la presencia de tal superser. Y lo que hace Lois Lane es presentarse ante esta situación con asombro. Ese asombro no logra ensombrecer su otro vital aporte de caracterización: busca ser la mejor representante de sí misma, su mejor versión siempre, y eso no puedo dejar de admirar. Es divertido verla en el Planeta escribiendo artículos que considera ganadores del Pulitzer, sin importarle las faltas ortográficas más groseras porque sabe que finalmente eso no es lo más relevante, sino la historia. No le importa ruborizarse y entrar de lleno en el coqueteo con Superman en su primera entrevista porque, primero, ¿quién no estaría así de nervioso ante alguien tan agradable, amable y atractivo como Superman? Y por otro lado, darse cuenta que le generas una reacción, que le logras incomodar aunque sea un poco, que no le eres indiferente, es impagable. Por esa entrega, por esa choreza como decimos por estos lados, es que Lois se gana la posibilidad única de volar en la secuencia más bella del género de superhéroes. Margot nos muestra en ese vuelo todas las emociones posibles, las que todos sentiríamos: Miedo, temor, admiración, emoción, alegría, aceptación. Aceptar que el mundo es mucho más grande y bello ahora que conocimos el amor. Volando se van las ataduras de la tierra, y como todo buena historia, sientes que podría terminar allí y serías feliz. Lois Lane hace que nosotros nos encantemos no solo de Superman, sino de cómo nos relacionaríamos con alguien así. Y de esa forma, sin darnos cuenta, también estamos encantados de ella.
Clark le dice a su padre en algún cómic que escapa mi memoria que Lois no es precisamente la mujer más hermosa, pero tiene algo especial que la hace distinguir y que nuestra atención se dirija hacia ella aunque hayan otras personas más típicamente atractivas. Margot Kidder puede que no sea más bella para estándares tradicionales que Amy Adams o Kate Bosworth o Teri Hatcher, pero de todas ellas es lejos la Lois Lane más atractiva, la más interesante y de quien más espero que se quede al final de la película con el niño bonito (que aquí resulta ser un niño superpoderoso). Porque es ella la que está donde tiene que estar, tiene su propia agenda, su propia vida interesante y centrada en sus objetivos, y si está en peligro es por ella misma, no por Superman. Tanto es así que la muerte de ella, la única persona que Superman no logra salvar en la película original, es tan efectiva como motivación para el gran final. Es por ella que no esperamos mucho más para verle junto a Superman como amantes, es lo que esperamos, es lo que queremos. Y sin embargo entendemos lo difícil que es tomar decisiones maduras, como enamorarte de quien el mundo siempre clama por ayuda.
El final de Superman II en su versión clásica tiene mi escena favorita de Margot Kidder, y es la escena que hace que la versión de Donner no alcance la perfección. Margot me emocionaba, aún tengo en mi memoria su doblaje, comentándole lo difícil que era proyectarse amando a Clark, vivir una vida amando a alguien así, con lágrimas en los ojos. Sí, todos quisiéramos estar cerca de alguien tan relevante como él, pero el costo es grande, y en esos ojos de ella están esas consecuencias. No en la Fortaleza de la Soledad, sino en el trabajo, en la oficina, llena de gente alrededor, ignorantes de lo que es una pelea de parejas. Como Superman, cuando pequeño solo quería que pudiera dejar de llorar, que volviera a sonreír. Como el protagonista, también estaba enganchado con la intrépida Lois Lane, la misma que debutó en el primer número de Action Comics hace 80 años junto a Superman. Clark la consuela con un beso que le borra la memoria, pero no a nosotros. La hace feliz, pero como si no valiera. ¿No pueden ser felices juntos? Me duele pensar que no, es el final agridulce de lo que había sido una victoria decisiva contra el mal, pero lo que es más difícil es lidiar con ella, la famosa reportera con ortografía cuestionable.
Actualmente, esa escena es aun más cuestionable de ver. Superman decide por ella, sin consentimiento, sin escuchar su opinión porque no soporta verla sufrir. Porque la verdad es que él no era capaz de vivir con el dolor de Lois Lane. Pero ella sí hubiera podido, ella aunque llorara ahora era lo que necesitaba hacer, porque de allí saca fuerza para seguir. Lois es mucho más fuerte que Clark al final, y es más super que él. Fortaleza que otros cineastas perderían y desaprovecharían en otras entregas que no vale la pena recordar. Pero a esa Lois Lane, con y sin recuerdos, a ella siempre la recordaré. La misma Margot Kidder que también tuvo que vivir con varios dolores y escándalos pero que finalmente vimos sobrevivir con una fuerza que envidio. Que siga volando, la extrañaremos, pero seguirá allí en esas escenas, en esos diálogos, en esas películas, en aquella Lois Lane.