"45 RPM" (2017): la velocidad de un mundo más calmo
El mundo de hoy, hiperconectado, pulsante y vertiginoso, suele primar la inmediatez por sobre la meditación reposada. En este escenario, buscando dar un paso atrás e intentando refugiarse en tiempos pretéritos, se ha retomado un creciente interés en el vinilo; evocador de un mundo aparentemente más simple, con un ritmo más calmado y hasta reflexivo, el vinilo fue protagonista, por ejemplo, del boom de La Nueva Ola en nuestro país.
Uno de los formatos que impulsó el vinilo, los singles o sencillos, debía reproducirse en los tocadiscos a una frecuencia de 45 revoluciones por minuto. La velocidad de un mundo más calmo.
45 RPM es la primera apuesta de la alianza Dogitia-Piedrangular, jugándosela por el formato de grapas con una publicación pensada hacia la antología, en una suerte de mostrario de talentos gracias a equipos rotativos e historias autoconclusivas. Con la promesa de relatos de aventura, crimen, ciencia ficción y terror, el objetivo parece ser el de rescatar el encanto de un modelo editorial que a veces vemos desde el espejo retrovisor con nostalgia y añoranza, pero que aún tiene mucho que ofrecer.
Tras nueve meses de espera desde su debut en la FIC Santiago 2017, este fin de semana podremos poner nuestras manos en la más reciente entrega, ”Nieve”, en el marco de la Comic Con Chile 2018. Pero antes, cabe analizar el lanzamiento simultáneo de las dos primeras historias, las que nos han dado un buen indicio de lo que podemos esperar de esta serie, de periodicidad irregular.
En términos generales estas historias, ambas de 20 páginas, funcionan como una buena muestra de lo que puede ofrecer 45 RPM como colección. Una historia enmarcada en el terror y otra adentrándose a los relatos de crimen, con estilos gráficos opuestos, en contextos muy distintos y con búsquedas literarias divergentes.
Los monográficos de 45 RPM
“Cortafuegos” nos devela el crudo testimonio de Ezequiel Romero Trufquén, bombero y único sobreviviente a un voraz incendio en la zona sur del país, frente a una comisión parlamentaria que busca esclarecer los hechos por una posible intencionalidad del siniestro, y las extrañas circunstancias que envuelven su experiencia. Visiblemente desfigurado y mutilado, su verdad, plagada de misticismo espiritual y fantasía folklórica, será puesta en tela de juicio por asuntos mucho más terrenales como lo son los intereses políticos. La fricción entre ambas visiones de mundo generará chispas que arrojarán luz a la verdad que se oculta tras todo el asunto.
Lo primero que llama positivamente la atención es la decisión de abordar el tema de los incendios ocurridos el verano del año 2017; fue una tragedia que golpeó a gran parte del país y se transmitió sin cesar en la televisión, y sin embargo el mundo creativo parece no haber sabido recoger hasta ahora estas vivencias.
El folklor chileno se hace presente con diversas criaturas espirituales tomando el protagonismo por varias de sus páginas; desconozco si algo de lo que vemos en aquí es realmente parte de la mitología local o creación de Sebastián Garrido, pero se mimetiza muy bien con la temática y la ambientación rural de la historia. De esta manera, la tragedia de los voraces incendios se ve entremezclada con el conflicto mapuche y los atentados incendiarios, extrayendo así una moraleja en forma de la naturaleza castigando la avaricia y poco respeto del hombre por su tierra y recursos.
El comparecimiento ante una comisión investigadora es la excusa con la que se nos narran todos los hechos vividos por Ezequiel y su encuentro con el lado espiritual del Chile mitológico; pero contexto también sirve como una excusa para cuestionar la veracidad de los hechos y que finalmente se llegue al giro argumental que cierra la historia. Garrido aprovecha estas instancias para marcar el ritmo y dosificar las revelaciones que se nos entregan poco a poco, los cuales están particularmente puntuados por los expresivos rostros que Estefani Bravo retrata a lo largo de la grapa. Los personajes transmiten mucho con pocas líneas, alejándose de la exactitud anatómica a cambio de expresividad, ganando la emoción por sobre la perfección, que tampoco la necesita.
Mis mayores reparos con esta entrega son en el rotulado. Los globos de texto se integran bien con el dibujo, pero chocan de frente con una extraña elección tipográfica, demasiado formal para lo que la propuesta gráfica pedía. De hecho, las pocas instancias en que el rotulado es hecho a mano alzada, por lo que uno no puede sino preguntarse por qué no se optó por este tipo de rotulado para la totalidad de la obra, o al menos una tipografía que emulara este estilo. Una oportunidad desperdiciada, a mi juicio. Y hablando de rotulado, en la página 12 hay dos viñetas con el mismo diálogo, ¿se trata de un error o de una decisión que no terminé de comprender? En cualquier caso, nada grave.
Por su parte, “Malas Calles” sigue a dos hermanas y su liosa relación con un narcotraficante de poca monta. Los vaivenes de la historia y sus protagonistas son fruto de una narración a tres voces, combinada con una mezcla de tiempos narrativos que se superponen en una atractiva exploración de género.
La historia se construye sobre tres hechos puntuales: la carta que Muriel le deja a su hermana Lorena cuando roba y huye con las drogas en posesión de su ex-novio Paolo; la llamada que Paolo tiene con su jefe y que lo lleva a buscar a su ex para recuperar la mercadería; y las acciones que Muriel debe tomar para enfrentar los problemas que su hermana deja tras de sí. Estos ingredientes se perfilan en un noir con un sabor muy chileno, en un ambiente urbano y atemporal, de espíritu moderno, pero claramente anclado en la juventud protagonista de los años noventa.
Esta es una obra que pide ser releída varias veces, con una estructura que se revela poco a poco en cada ocasión. De hecho, en mi caso no fue sino hasta la tercera lectura que me di cuenta de la configuración general con la que está construida la narración, y les recomiendo que salten hacia el párrafo siguiente si prefieren descubrirla por ustedes mismos. Cada página se divide — a grandes rasgos — en tres viñetas, retratando en paralelo las acciones de los tres protagonistas, a la vez que se entrelaza la narración de cada uno de ellos en distintos tiempos narrativos, hasta que los tres personajes cruzan caminos exactamente a la mitad de la grapa, para luego explotar en una larga secuencia de acción que desencadena nuevamente en los personajes separados.
Gonzalo Oyanedel junto a Ximena Rodríguez toman una historia de venganza y traiciones, en primera instancia muy simple y directa, y la llevan un paso más allá para elevar la obra resultante a algo digno de atención. Los autores aprovechan el formato, sacándole el jugo a las 20 páginas disponibles con una vuelta de tuerca que funciona muy bien.
45 RPM, un atractivo escaparate
Algo común entre las grapas de 45 RPM son las excelentes portadas, a cargo del artista Rodrigo "Punkoso" Vargas. Con un estilo que recuerda positivamente a autores como Francesco Francavilla o Mike Mignola, el juego de colores vibrantes en contraste con un negro predominante consiguen atraer la vista hacia la obra, además de proponer composiciones visualmente poderosas y lúdicas, que invitan a saber más de lo que nos espera en el interior.
De 45 RPM supe por primera vez en la pasada FIC Santiago 2017. La incertidumbre de si el material saldría de imprenta a tiempo para el evento imposibilitó realizar anuncios previos y un lanzamiento como lo merecía, por lo que la promoción fue nula, salvo por un tibio anuncio de su disponibilidad durante el evento en las redes sociales. Por suerte, este año se ha hecho una mejor difusión del lanzamiento de su tercera entrega, ”Nieve”, en Comic Con Chile 2018. Esta es una colección pensada para venta en ferias, con tirajes reducidos, historias autoconclusivas y — al menos en un principio — sin pretensiones de desarrollar una conexión entre entregas. La estrategia es inteligente y espero que les resulte a largo plazo, pues permite mantener el mercado con material fresco y en constante ebullición.
En definitiva, las primeras entregas de 45 RPM cumplen el cometido de servir como campo de pruebas para los talentos nacionales, un espacio suficiente para que desplieguen su imaginación, pero contenido para que el bolsillo del público pueda acercarse sin temor.