Especial Action Comics - 700 revoluciones por minuto
Es mitad de 1994. Superman había muerto y regresado, marcando un hito dentro del cómic de superhéroes. Pero lejos de detenerse a oler los laureles, el equipo encargado del Superman post-Crisis tenía preparado un montón de sorpresas que convergieron en este Action Comics #700. Bienvenidos a la caída de Metrópolis.
ACTION COMICS #700
Editorial: DC Comics, Inc
Publicación: Jun 1994
Guion: Roger Stern
Arte: Jackson Guice, Curt Swan
Tintas: Denis Rodier, Murphy Anderson
Color: Glenn Whitmore
Reseña: Oconowoc
Action Comics #700 es un número particularmente especial para mí. Fue en los noventa cuando me enganché con el personaje y este número se siente como el final de temporada de la serie más épica jamás hecha. Con los fundamentos plantados por John Byrne, con un Superman mucho más humano rodeado de secundarios con historias dramáticas y muy aterrizadas a la realidad, el equipo que siguió con las aventuras del Hombre de Acero comenzó a generar una épica serializada donde cada personaje importaba.
Para este número en particular, el personaje clave que hay que entender es al mismísmo Lex Luthor. El enemigo definitivo del Hombre de Acero había pasado años manteniendo a raya a Superman, gracias a un anillo de kryptonita que llevaba todo el tiempo. Lamentablemente, la paranoia de Luthor le costaría en un principio su mano y después su cuerpo. El personaje saldría de las páginas de DC y llegaría su hijo, Lex Luthor segundo. O eso es lo que pensamos.
Conforme la historia avanzaba, descubriríamos que este hijo de Lex es en realidad el mismo Luthor, clonado gracias a la tecnología de Cadmus. Lo increíble es que este desarrollo le tomó años a los autores llevarlo a cabo y este nuevo Luthor se convirtió en un filántropo amado por la ciudad. Hasta Superman cayó en el engaño de un personaje que se mostraba con un alto sentido de conciencia social. Este Luthor fundaba escuelas y otorgaba becas a los pobres, compartía sus avances tecnológicos con los pobres y les brindaba protección gracias a su equipo de seguridad. Era todo lo contrario de su supuesto padre, un empresario deshonesto que operaba como si la ciudad le perteneciera.
Pero la máscara caería gracias a Lois Lane, que fue la que descubre todo el engaño detrás del filántropo. Lois Lane, que siempre fue una mera observadora de las hazañas de Superman, se había convertido en el principal agente de la caída de Luthor.
Tomémonos un momento para apreciar eso.
Los únicos que hasta esa fecha se habían opuesto a los intereses de Luthor y su escalada de poder en la ciudad era Project Cadmus, con quienes tendría una pequeña guerra corporativa que escalaría gradualmente hasta este número. De hecho, todo —la investigación de Lane, la guerra con Cadmus, la enfermedad de Lex, etc.— termina por converger en este número increíble.
Luthor, acorralado por su enfermedad degenerativa al ser un clon derivado de la tecnología de Dabney Donovan y por la verdad que había descubierto la reportera, había planeado una última jugada desesperada contra Superman y su amada ciudad: volarla por los aires. El Luthor que se movía en las sombras y que trataba de pasar desapercibido quedaba atrás y volvía a salir ese lunático maquiavélico que haría todo por ver caer al Hombre de Acero.
El cómic está lleno de personajes secundarios a merced de una ciudad que se comienza a caer con ellos dentro y la sensación de peligro es real. No solo porque eran secundarios, sino porque a lo largo de los años nos habían hecho sentir que eran importantes, por sus historias humanas, llenas de caídas y redenciones. Esa es la magia de este número, es la culminación de una línea de trabajo que nos ponía personajes que nos hacían sentir cosas en nuestro corazón, que estaban todos enlazados y relacionados entre sí y que de a poco se habían vuelto indispensables en nuestra psiquis. Y ahora estaban en peligro.
Un número increíble, con el excelente guion de Roger Stern, los dibujos detallados de Jackson Guice y Denis Rodier —que además traían de vuelta a Curt Swan, a quien homenajean con el títulos de la historia— y que se sentía era una especie de cierre a una gran aventura. ¿Y saben qué? Las sorpresas aún continuarían unos años más.