Especial Action Comics - 400 números no es garantía de buena parentalidad
Y así, por fin, llegamos a la primera vez que algún número centenario es considerado digno de celebración. Se trata de la entrega número 400 y se le considera un número aniversario. La fecha es mayo de 1971 y muchas cosas están cambiando en los cómics, a la vez que grandes nombres entran a la palestra.
ACTION COMICS #400
Editorial: National Periodical Publication, Inc.
Publicación: Mayo de 1971
Guion: Leo Dorfman
Arte: Curt Swan
Tintas: Murphy Anderson
Reseña: Oscar Cayul
Lo primero que debería llamarnos la atención es esa curiosa portada hecha por el clásico Neal Adams, con una extraña declaración: "¿Es mi hijo un hombre o una bestia?", reminiscente de otra portada del mismo dibujante, esta sí más relevante, donde el héroe abre la puerta y se encuentra con que su hijo pudiera estar drogándose o siendo un animal. Con mucha más inocencia, y finalmente menos impacto, encontramos que este inicio de los setenta de Superman no es tan auspicioso.
La historia parte con la muerte de un afamado científico, que era cercano a Superman. En mi inocencia, buceé rápidamente al número #399 y #398, buscando rastros de esa muerte que parecía ser tan relevante para nuestro protagonista, pero no encontré nada de interés. Aún no llegamos a las historias cargadas de fuerte continuidad, lo que quizás es mejor para efectos de esta serie de reseñas. El conflicto llega rápidamente en la primera página: Gregor, el hijo del científico, pasará a ser cuidado legalmente por Superman, lo que lo hace técnicamente su hijo; sin embargo, éste lo odia. ¿Por qué? La página 2 y 3 lo explican con una hermosa secuencia armada por Curt Swan y Murphy Anderson, los autodenominados Swanderson. Lo que es una escena en términos de guion marcadamente aburrida, gana fuerza y movimiento por los planos escogidos y la inteligente elección de viñeta central para iluminarnos del centro de la historia: Gregor se puede transformar en animal.
Está de más decir que gran parte de la gracia de este número es precisamente el aspecto visual. Curt Swan es uno de los artistas más icónicos del personaje, y en este número lo demuestra con gracia. Aunque la historia sigue los derroteros comunes —una explicación en formato de origen del antagónico, el intento de transformar al muchacho en una fuerza del bien, la posterior redención y pérdida de Gregor—, gana en tener a Swan contando lo que Leo Dorfman guionizó.
Si Superman era el super papá de los años anteriores, aquí es cuestionado en su rol por una generación más joven, que tal como Gregor dice, le conoció de pequeño. Las distancias son demasiadas, pero la principal gracia de esta exploración del personaje es precisamente su inmutabilidad: no se va a rendir en la posibilidad de entregar amor, cuidado y lo mejor que pueda dar a quien lo necesite. A punta de esta súper habilidad (¿super-paciencia?), no hay corazón que no resista. Si estamos ante una crítica de la división más acentuada generacionalmente, que empezó a gestarse la década anterior, entonces el mensaje entregado es que si los padres fueran más como Superman, nuestros hijos serían menos monstruosos y cambiarían de forma para el bien. Sí, es un mensaje conservador ("Dad knows best"), pero al menos nos muestra cómo podría funcionar en este contexto.
Y cómo habíamos mencionado antes, ya que la continuidad no es tan fuerte aún, nunca volveríamos a saber del buen Gregor, también conocido como Changeling. En parte, fue para mejor.
Pero todo no ha terminado. La misma dupla artística junto a una historia de Geoff Browne se interna en la ciudad de Kandor, excusa habitual para historias secundarias sin mucho brillo, y no es la excepción. En una celebración y competencia, un chico y chica local compiten por el premio mayor, que es entregado por el mismísimo Superman y su prima Supergirl, en donde deben mostrar aptitudes en base a conocimientos científicos. Ambos se meten en problemas, el hombre porque es más arriesgado, la mujer porque se mete en cosas que le superan, y ambos se ayudan a escapar, siendo finalmente ambos premiados por su arriesgada proeza. Estereotipos de género, buenas intenciones de cierta equidad pero finalmente una historia que se siente antigua, inofensiva, y predecible.
Tengo la sospecha de que me pierdo los mejores centenarios, el anterior fue mucho mejor. Pero estoy seguro que mi suerte cambiará.