"Excalibur" (1988) de Chris Claremont y Alan Davis: la espada en la piedra
El cosmos mutante siempre ha estado rebosante de series, no por nada es quizá la franquicia más prolífica de Marvel Comics. De entre la multitud de títulos con la X en su portada, hay una que destacó por su delicado humor y sentido del absurdo, además de un innegable sabor propio. Porque mutantes no sólo hay en Estados Unidos, hagamos un repaso a Excalibur, el equipo de Hombres-X asentado en el Reino Unido, que han jurado defender un mundo que los odia y teme, siempre y cuando no sea a la hora del té.
Excalibur es una de las tantas series de X-Men que en otros tiempos nutrió la siempre multitudinaria franquicia mutante, surgida de la mente del patriarca Chris Claremont, escritor cuya etapa en Uncanny X-Men es un clásico entre clásicos. Como consecuencia de su impresionante éxito, en Marvel tomaron la firme decisión de expandir el rincón X, diversificando las propuestas editoriales relacionadas con los Hijos del Átomo. De este modo, con el paso de los años comenzarían a sucederse la publicación de series regulares protagonizadas por New Mutants, Wolverine o X-Factor, así como novelas gráficas y miniseries varias. Muchos de esos títulos serían guionizados por el mismo Claremont, entre los cuales brillaría con luz propia uno que tenía un nombre extraño: Excalibur.
Tomando como punto de partida la saga "Fall of the Mutants", tras la cual la mayoría de los X-Men fueron dados por muertos, Nightcrawler, Kitty Pryde, Lockheed y Rachel Summers deciden trasladarse al Reino Unido y formar un nuevo grupo junto a Brian Braddock y su novia Meggan Puceanu. Independiente de sinergias editoriales y tramas oficiales, es justo decir que Excalibur nació por la obsesión de Claremont por trabajar con el sensacional artista Alan Davis, al que no había logrado fichar como dibujante regular de Uncanny X-Men. Despues de mucho insistir, logró convencerlo de encargarse de una serie nueva, y muy especial. La presentación del título sería en 1988, a través del especial Excalibur Special Edition #1 en la historia "The Sword is Drawn", tras lo cual se ganaría pronto el beneplácito del público, con un Davis que firmaría uno de los mejores trabajos de su carrera.
Dejando a un lado los componentes más dramáticos de Uncanny X-Men en beneficio de un enfoque más desenfadado e incluso cómico, el tándem logró trasladar al otro lado del charco toda la magia del Universo Marvel, mediante la narración de historias donde la aventura, la acción, los viajes interdimensionales —chúpate esa, Exiles— y los elementos humorísticos estaban a la orden del día.
Por desgracia, el #024 fue el último con Davis como dibujante, y poco después, Claremont también dejaría el título, finalizando así la primera etapa de la serie.
Después de un par de números de transición, Alan volvería, esta vez como autor completo, elevando la calidad e interés. Manteniéndose desde el #042 al #067, esta etapa es la mejor de la serie, pudiendo considerarse de culto. Sin embargo, después de eso, se caería en un período insulso, con una calidad cuestionable y poca relevancia. Ahora, hablaremos de la época que abarcó hasta la salida del último de sus autores originales.
Ingleses al mando
Chris Claremont, aunque sobre decirlo, es quizá el escritor más importante de los Hijos del Átomo. Sabemos que sus creadores son Stan Lee y Jack Kirby, pero ni ellos ni otras leyendas como Roy Thomas o Neal Adams lograron posicionar a la cabecera The X-Men como una serie que destacara entre todas las que poblaban los kioscos en los años sesenta, como sí lo hizo el protagonista de este párrafo. Claremont, nacido en Londres en 1950, y se trasladó a Estados Unidos en su juventud. Su trabajo en Marvel comenzó como becario, período en el cual sus tareas iban desde servir café hasta ser el ayudante de edición de Roy Thomas. En 1972, vio la luz The Incredible Hulk #148, el primero de varios de sus guiones que fueron aprobados por la editorial. Animado por la facilidad con que surgían las ideas y por aquellos resultados iniciales esperanzadores, decidió volcarse completamente a su incipiente carrera como guionista.
En ese entonces, Thomas se encontraba impulsando el relanzamiento de los X-Men, cancelada en 1969 debido a bajas ventas. El retorno se plasmaría en el mítico Giant-Size X-Men #1, obra de Len Wein y Dave Cockrum, que representaría el nacimiento de un nuevo equipo, más internacional que nunca. Sin embargo, aunque la intención de Wein era la de encargarse de la colección luego de ese especial, la presión a la que se veía sometido como director editorial de Marvel propiciaría la cesión de su puesto a Claremont, quien había colaborado en el ya mencionado número. Tal decisión, casi anecdótica, terminaría cambiando para siempre el panorama comiquero estadounidense. El resto es historia.
Alan Davis, también nacido en Inglaterra, es un dibujante que creció en el seno de una familia muy aficionada al arte. Si bien nunca pensó en dedicarse al cómic en forma profesional, los azares lo llevaron a recalar en la filial de la Casa de las Ideas, Marvel UK, donde ingresó al mundo del Captain Britain, personaje en que Claremont —su creador— y otros autores americanos ya habían dejado su huella. Si bien ya existían elementos como Courtney Ross, Merlyn y Roma, el personaje era aún un héroe a medio hacer. Davis y Dave Thorpe harían todo lo demás, remozando aquel paisaje de reminiscencias artúricas que era su continuidad para transformarlo en algo más cercano a las creaciones de Lewis Carroll. Luego, con la colaboración de cierto escritor llamado Alan Moore, también nacería Meggan Puceanu, el Omniverso —repleto de dimensiones paralelas donde todo es igual y distinto a la vez— y nuevos personajes como la Crazy Gang y la Majestad Omniversal Saturnine.
Luego de que su trabajo se multiplicara, en 2000 AD primero y luego en DC Comics, su habilidad fue algo reconocido por todos. Era solamente cosa de tiempo que su carrera despegara definitivamente.
Alquimia X
Durante la estadía de Davis en Detective Comics es que Claremont comienza a llamarlo para ofrecerle, repetidamente, que dibuje a los X-Men. El artista siempre respondería con una negativa, dado que en su inseguridad se sentía intimidado de seguir la estela de los ilustradores X anteriores a él. Según Davis, los mutantes nunca habían tenido un dibujante mediocre, y como no se sentía a la altura, no quería ser el responsable de un descenso de ventas. Pero al cabo de un tiempo, después de diversos problemas entre él y el editor de Batman, Claremont logró salirse con la suya al ofrecerle algo que no pudo rechazar: una nueva serie de mutantes construida sobre el legado del Capitán Britania y editada en un papel de mejor calidad, en el que podría poner todo lujo de detalles. En el fondo, un título por y para él.
Trabajando con cierto margen de tiempo, prepararon un especial de 48 páginas y los primeros números de la serie regular. Tomarían algunos X-Men famosos y los mezclarían con elementos del Capitán Britania, que por aquel entonces casi no se conocía en Estados Unidos; todo esto aderezado con surrealismo, humor soterrado y personajes estrafalarios. El resultado, una delicia poco usual en el cómic estadounidense.
La supuesta tragedia de la muerte de los X-Men en el clímax de su historia "Fall of the Mutants", dio a Claremont una gran libertad para poder ocupar unos personajes que de cierta forma habían perdido protagonismo en Uncanny. Como ya dijimos, los sobrevivientes Shadowcat, Nightcrawler y Rachel Summers unirían fuerzas con el Capitán Britania y Meggan para proteger a Rachel de la persecución de Mojo y la Majestix del Omniverso. Claremont, desde el principio, pretende que la colección tenga un tono distinto a la habitual pesadumbre que caracteriza sus guiones, utilizándola como vía libre para su vertiente más liviana, así como un desarrollo más independiente del resto de títulos de pupilos de Xavier.
Trabajo en equipo
Como ya dijimos, el trabajo en conjunto de ambos autores se extendió hasta el #024, fecha en que Davis abandonó el barco, argumentando falta de tiempo para desarrollar los planteamientos de Claremont, pues de hecho, su presencia se había vuelto intermitente desde hacía algunos números. En este acto inicial, somos testigos de las primeras aventuras del grupo, donde hicieron frente al conflicto de Phoenix con Saturnina, se enfrentaron a una versión nazi de Excalibur y participaron del crossover mutante "Inferno". Las características del título que ya nombramos anteriormente quedarían en evidencia: acción trepidante, escenas cómicas y personajes entrañables. Los autores aprovecharían de extender argumentos previos a la colección y, por supuesto, abrirían nuevos caminos por explorar. Entre los #012 y #025, la trama se abocó a la saga "The Cross-Time Caper", en que el conjunto exploraría los múltiples mundos que habían sido revelados en los trabajos realizados por Alan Moore en Captain Britain, en una aventura que, lamentablemente, se hizo demasiado larga.
En el apartado artístico, el dibujo de Davis se muestra en toda su madurez, completamente al servicio de la historia. Tanto el arte interior como las portadas, en las que contaba con libertad total, ofrecen una segunda lectura al guion, pues en sí mismo aporta una gran dosis de humor e imaginación. Al respecto, debemos señalar que los créditos indican que el argumento es conjunto entre de Claremont y Davis, lo que podría explicar el bajón de calidad una vez el dibujante abandonó el título. El trío del aspecto visual se completa con Paul Neary en tintas y Glynis Oliver en color, colaboradores que están a la altura de la calidad del trazo principal.
Posterior a la partida de Davis, Claremont siguió adelante hasta el número #036, firmando un conjunto de capítulos que no pueden ser considerados más que como relleno. El guionista inglés evidentemente perdió fuelle e interés, lo que hace preguntarnos si acaso la participación de Davis en los guiones iniciales fuese más importante de lo que creímos. De todas formas, con la salida del patriarca todo fue a peor, pues los escritores de la serie apenas estaban interesados en hacer algo interesante que completara el número de páginas requerido. La intrascendencia e incoherencia interna llegaron a límites extremos. Lo bueno es que, cuando tocas fondo, lo único que puedes hacer es subir.
Davis como hombre orquesta
Afortunadamente, Alan Davis volvió para acabar con la confusión, esta vez como autor completo. Con su memorable primer número, el #042, dio inicio a una verdadera etapa de excelencia, donde corrigió, enmendó y justificó todos los desaguisados de sus sustitutos. Fueron grandes números, hermosamente hechos, que dejaron en la historia una etapa realmente de culto. Dicha entrega, de fecha octubre de 1991, fue su estreno como guionista profesional. Gracias a haber ilustrado todos esos textos de grandes escritores, de alguna forma había madurado ideas y creado sus propios mecanismos narrativos, labor en que fue favorecido de haber estado empapado por tantos años del entorno y personajes de Captain Britain.
Así, episodio tras episodio, asistimos a un estimulante melodrama, entretenido y cautivante. Mediante ir atando todos los cabos sueltos que tenía la serie, enriqueció su variado bagaje, además de evolucionar a los personajes "nuevos" como Meggan y Brian Braddock, y los consagrados como Nightcrawler y Phoenix. Meggan, en particular, se convertiría en su personaje favorito, mientras que el tratamiento de Kurt o Rachel le traería problemas con Marvel, al tratarse de personajes conocidos que la editorial quería tener más controlados.
Por si fuese poco, el esfuerzo que volcó a la escritura no mermó ni un ápice la calidad que nos entregaba en el apartado gráfico. Cada viñeta y página, por separado y en conjunto, presentan en su diseño la elegancia, planificación y agilidad marca de la casa de Davis. En él, reconocemos más a un narrador visual que a un mero ilustrador, con un sentido del ritmo y el movimiento que pocos artistas poseen.
El número #050, en que nos proporcionaría una explicación especialmente ingeniosa acerca de las verdaderas causas que llevaron a crear el súper equipo, fue el último como dibujante ininterrumpido, pues a partir del número siguiente, se tomó un descanso a los lápices, guionizando diversos números para otros artistas. Davis reconoce que no le gusta escribir para otros, y es por eso que quizá jamás recuperaría la maestría de las entregas anteriores, aunque aún tendríamos material que está a un nivel altísimo. Sus dibujos volverían en el #054, donde realiza un hermoso homenaje a la obra de Lewis Carroll, Alicia en el País de las Maravillas, cuya iconografía tanto influyó en sus años de aprendizaje y en la conformación de su particular estilo.
Desde Marvel, sin embargo, consideraban que ya era hora de acercar a Excalibur al resto de colecciones mutantes. La exigida interacción con sus congéneres y varias situaciones impuestas no le agradaron a Davis, además que desde la compañía no veían con buenos ojos que en una serie supuestamente menor como ésta se explicaran, de forma cada vez más ambiciosa, cosas importantes de su universo, afectando a personajes emblemas de la casa. La tensión hizo que en 1993, en el #067, el autor abandonara la colección, no sin antes cerrar de excelente forma la saga del regreso de Rachel, donde nuevamente fue autor completo. Sin ser la mejor de las aventuras, ofrece un hermoso homenaje a "Days of Future Past" de John Byrne, recuperando a muchos otros personajes de Marvel UK, siempre destacado por su facilidad para imaginar gráficamente todo tipo de situaciones y seres.
Cuando Davis dejó la cabecera, fue sustituido por Scott Lobdell, quien ya había colaborado anteriormente en el título y que fue ayudado por otros guionistas ingleses como Richard Ashford o Chris Cooper y una tanda de dibujantes anónimos, entre los que comenzaría a destacar Ken Lashley por su regularidad y habilidades progresivamente evidentes. Fueron números de caos, más contradicciones internas y fuga de aficionados. Parecía que la marcha del creador sólo causaba confusión, y la impresión que la serie se encaminaba a su fin era evidente. Contra todo pronóstico, el destino aún nos tendría preparada una sorpresa, bajo el nombre de un joven guionista llamado Warren Ellis, pero eso es una historia para otra ocasión.
Con todo lo anterior, podemos concluir que el Excalibur de Claremont y Davis es una de las series más particulares que alguna vez haya albergado el cosmos mutante. Dueña de un especial sentido del humor y una identidad particular, es lectura obligada para fans de los X-Men, de alguno de los autores implicados, o simplemente para quien quiera pasar un rato con un grupo de personajes entrañables, con aventuras de sentido superheroico puro.
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