“Tomb Raider” (2018): flechas vuelan, todos mueren
Lara Croft está de regreso. A nivel de franquicia, Tomb Raider ha tenido un renacimiento marcado por el reboot que la saga tuvo en el año 2013 de la mano de Crystal Dinamics y Square-Enix. Bajo este contexto, llega esta película dirigida por Roar Uthaug a desafiar la idea que las adaptaciones de videojuegos al celuloide están destinadas a fracasar o a desviarse completamente de su espíritu.
Es importante mencionar que esta no es la primera vez que Tomb Raider se adapta a la pantalla grande, existiendo los precedentes de las películas de 2001 y 2003 protagonizadas por Angelina Jolie, por lo que esta cinta no entra al ruedo de la cultura pop desde el éter. Sin embargo, tal como ocurriera con la saga de juegos en las que se inspira, Tomb Raider tiene una premisa diferente a sus antecesoras y ello se evidencia principalmente en su protagonista. Alicia Vikander encarna a una Lara Croft muy distinta a la de Jolie, acorde a la reinvención que ha tenido la franquicia, dejando de lado el componente sexual que el personaje tuvo durante los noventa y priorizando su rol de aventurera.
La película refleja estos cambios en el material fuente y desde el primer minuto Lara aparece como un personaje cuya apariencia física es algo completamente secundario, priorizando las actividades que realiza y su desplante en las mismas. En general, el casting de Vikander como la nueva Lara Croft se siente acertado y no tiene mayores problemas a lo largo de la película, lo que no implica que el guion esté libre de defectos.
Al tratarse de una adaptación de un videojuego, es inevitable que se hagan ciertas concesiones en materia narrativa. Los elementos místicos que hacían acto de presencia en el juego de 2013 son tratados de forma distinta y en mi opinión ello no resulta un problema, siendo sólo una diferencia de enfoque al priorizarse los escenarios donde Lara es puesta en situaciones límite. El problema surge cuando el guion parece indeciso de su dirección, dedicando demasiada importancia a los “daddy issues” de Lara en perjuicio de personajes secundarios más variados y cuando, a nivel personal, se desperdician situaciones que estaban en el material fuente y que eran fácilmente adaptables.
Una de las escenas más memorables del juego de 2013 ocurre cuando Lara logra usar una antigua torre de radio, mientras que la película aborda un problema similar de un modo mucho menos interesante. Es completamente natural que una adaptación sea discrepante, pero es a lo menos curioso que se dejen de lado escenas visual y narrativamente impactantes del material original cuando no chocaban en nada con el tono que se le quería dar a la película, resultando aún más extraño dado que la cinta sigue muy de cerca a la fuente que la inspira, tal como lo atestigua el excelente diseño ambiental de la misma.
Tomb Raider es una película de aventura competente, pero un tanto predecible como consecuencia del sacrificio de ciertas peculiaridades de los juegos en los que se inspira para así alcanzar a un público más amplio. A pesar de mis aprehensiones anteriores, no resulta aburrida, y aunque no revoluciona de forma alguna el género de las películas de acción, sienta un buen precedente respecto de adaptaciones de videojuegos al cine, muy distinto a lo que pasó con la frustrante Assassin's Creed.