"El Cardenal" (2018) de Kóte Carvajal y Lucho Inzunza: un drama semibiográfico que nos urge
Pese a que Chile se define como un país laico, no cabe duda que la iglesia católica ha sido un actor importante en gran parte de nuestra historia. Es claro que el catolicismo ha sufrido numerosos golpes —principalmente internos— en el último tiempo que han mermado su credibilidad como institución de cara a la ciudadanía, pero no se puede hacer oídos sordos a la positiva labor que algunos personajes han jugado a lo largo de nuestra historia. Un caso emblemático de esto es el de Raúl Silva Henríquez, cardenal de la iglesia católica y actor clave durante el oscuro período de la Dictadura Militar.
El Cardenal narra el período más activo de Silva Henríquez, que va desde el Golpe de Estado hasta que renuncia al cardenalicio, siguiendo su lucha por los derechos humanos de la ciudadanía frente a los abusos del Gobierno Militar, todo esto condimentado con el uso de analepsis que dan cuenta de momentos importantes en su vida.
EL CARDENAL
Editorial: Liberalia Ediciones
Publicación: 13/01/2018
Guion: Kóte Carvajal
Arte: Lucho Inzunza
Color: Kóte Carvajal
Rotulado: Felipe Benavides
La historieta sigue una línea similar a la exitosa Los Años de Allende; de hecho, las cuatro primeras páginas de El Cardenal funcionan como una suerte de resumen de la primera novela gráfica, actuando esta a su vez de secuela directa en la línea temporal de los hechos. Pero donde Los Años… toma un carácter documental con un narrador desde un punto de vista testimonial, el cómic que nos convoca se decide por un narrador protagonista, toda vez que el lector vive de primera mano los temores y desafíos que Silva Henríquez debe enfrentar.
Si bien los hechos están mayormente basados en eventos reales, la dupla creativa se permite ficcionar ciertos elementos para dar mayor potencia narrativa. Un ejemplo de esto son los personajes de María, funcionaria de los organismos liderados por el cardenal, y su hijo Manuel, también funcionario y ferviente sindicalista, que son insertados para anclar y darle un rostro a los sufrimientos que el cardenal debe hacer frente. Este juego con la realidad es logrado con buen oficio, al punto que no se notan las costuras en el traje histórico, logrando un relato coherente y atrapante.
La novela gráfica sigue una estructura de cuatro actos, marcados por cuatro momentos de inflexión en el trabajo del cardenal. La historia comienza con los primeros años de dictadura y la difícil tarea del Comité Pro Paz para ayudar a resguardar los derechos de la ciudadanía, incluyendo un acoso constante por parte de la DINA; el fin del Comité da paso al nacimiento de la Vicaría de la Solidaridad, entidad que redobla labores, creando a su vez un paralelismo narrativo con el fin de la DINA y el nacimiento de la CNI. Esto da pie a explorar uno de los episodios más macabros de la Dictadura, cuando los restos de detenidos desaparecidos son enterrados en una fosa común, en los llamados Hornos de Lonquén; finalmente, la renuncia de Silva Henríquez al cardenalicio marca el cierre de una etapa en su vida y de la historieta.
El basarse en una cronología lineal y clara, marcada por estos grandes hitos, le permite a los autores dar saltos temporales para dar un vistazo a ciertos hechos del pasado y luego volver al presente, construyendo la historia en torno a los momentos clave. Pese a ello, los constantes flashbacks volvieron a ratos un tanto caótica la lectura; a veces nos situamos en una fecha en particular, y a las pocas viñetas damos un salto a una fecha anterior, para luego volver al presente del relato, desde el cual rápidamente saltamos a otro flashback. Al terminar de leer y repasar las escenas —mejor aún si conoces algunos de los hechos de antemano— uno puede armar la imagen macro con más claridad. Pero aunque en el fulgor de la lectura esto puede volverse algo desorientador, no es algo que termine por arruinar la experiencia.
El trabajo de Lucho Inzunza es impecable. El dibujante lajino enfrenta una historia con poca acción a través de una narrativa limpia y sobria, teniendo a su favor el poder desplegar varias viñetas donde narrar solo con imágenes, mientras los cartuchos de texto se encargan de otro momento narrativo. Por otro lado, retratar a personas reales con rasgos tan característicos como Silva Henríquez, el ex-presidente Arturo Frei Montalva, o el mismo dictador Augusto Pinochet sin caer en la caricatura puede ser algo difícil, pero Inzunza consigue salir airoso de todas las instancias.
Kóte Carvajal tiene una propuesta clara en cuanto al color, y se configura como un elemento importante en esta historieta, un elemento que en sí mismo contribuye a la narrativa en su conjunto. El guionista y colorista apuesta por una única paleta anaranjada para todas las escenas de analepsis, evocando la idea de las fotografías en sepia y remitiéndolas al imaginario colectivo del recuerdo; así, mientras el pasado es de un naranjo muy fuerte, saturado y vivaz, la narración en el presente es de colores naturales pero apagados, pastosos, volviéndose en sí mismos un constante recordatorio de que los hechos que estamos presenciando están lejos de ser parte de un período brillante en nuestra historia. Si acaso cabe un único reparo, a ratos los rostros se ven extrañamente planos y naranjos cuando el dibujo no aporta los detalles y sombreados; pese a todo, es un elemento menor y que no empobrece el resultado final.
Un aspecto, muy personal por lo demás, que me parece interesante mencionar es la extraña sensación de derrota que me dejó la historieta en su primera lectura. Durante 128 páginas seguimos los esfuerzos de Silva por resguardar los derechos humanos, pero cada acción parece tener una reacción más violenta y despiadada, volviendo su trabajo frustrantemente dificultoso. Pero lo destacable —y que se volvió más patente en una segunda lectura— es la resiliencia del cardenal en su labor abnegada por defender los derechos humanos. Puede que, a fin de cuentas, así realmente haya sido todo ese período.
El Cardenal es una obra importante en la historieta nacional porque se impone a sí misma una tarea importante: retratar a uno de los personajes clave de un difícil período de la historia chilena reciente, uno que todos tenemos presente como país, pero que no todos se aventuran a explorar. El Cardenal invita a reflexionar sobre cuánto ha cambiado la sociedad chilena respecto a ciertos temas, siempre peliagudos, pero que nos urge ser resueltos. Hay un claro interés en una cantidad importante de autores nacionales por visibilizar ciertos hitos de nuestra historia ante los que nuestros gobiernos o escuelas prefieren apartar la mirada. Es un momento emocionante para ser lector de cómics. Disfrutémoslo entre todos.