"Marshal Law: Odiosos Muertos" (1989): assholes assemble
Ya había reseñado la primera historia de Marshal Law, una aventura en tierras extranjeras que Pat Mills y Kevin O’Neill realizaron para el sello Epic Comics de Marvel. Su primer tomo, "Fear and Loathing", suponía una mirada crítica y e inquisidora al mundo de los superhéroes norteamericanos. Hay que ser justos, y creo que en la reseña no le hice suficiente justicia al trabajo de ambos autores británicos, por lo que puedo redimirme reseñando algunos de sus números unitarios, recopilados por ECC Comics bajo el nombre de Marshal Law: Odiosos Muertos.
Este segundo tomo del personaje recopila tres aventuras independientes, al contrario de "Miedo y Asco" que era solo una gran historia. Para quienes sea éste su primer encuentro con el personaje, Marshal Law es un policía de un futuro lejano que se dedica a cazar superhéroes renegados. La justificación de Mills y O'Neill para la construcción de este mundo es que EE.UU. ha sido azotado por un terremoto grado nueve y de los escombros surge San Futuro.
La ciudad es habitada por gente normal y superhéroes, seres con habilidades extraordinarias que son producto de la investigación genética del gobierno para obtener un ejército de súper soldados para pelear una guerra en Sudamérica —el símil que hacen los autores a Vietnam—. Marshal Law es el encargado de arrestar a estos personajes descarriados, que sufren de desviaciones mentales provocadas por su estancia en la guerra. Pero Marshal los odia muerte y no duda en aplicar fuerza máxima a la hora de hacer su trabajo, siendo una catarsis para el odio acumulado por el personaje.
"Fear and Loathing" presentaba todos estos elementos de forma eficaz, y donde Pat Mills contraponía su visión crítica del mito “americano” con la cruda fantasía que representa San Futuro. Los mayores dardos los lanza contra The Public Spirit —la versión de Superman de esa aventura— y lo deja como un desviado homicida sexualmente reprimido. En este segundo tomo, las tres aventuras apuntan a distintos objetivos, pero las armas siguen siendo del mismo calibre.
"Marshal Law Takes Manhattan"
Tal como sugiere el título, Marshal Law viaja a Manhattan para visitar un manicomio de superhéroes de New York para arrestar a El Perseguidor (The Persecutor), una abierta parodia extrema a The Punisher de Marvel. El solo hecho de que Marshal visite la ciudad de superhéroes de Marvel por excelencia es una buena pista de las intenciones de los autores. Aquí se nos presentan a unos Avengers completamente distorsionados y remitidos a un grupo de locos con poderes; patéticos seres que no son capaces de llevar una vida normal por su locura y sus inseguridades.
Hay que ser bastante justos con el guion de Mills, ya que parece rastrear muy bien el fenómeno contemporáneo que se estaba viviendo en aquella época donde se originó esta historia: finales de los ochenta. Esa época donde imperaban más lo vigilantes de medidas extremas que los héroes que aspiraban representar la moralidad. La época de Watchmen y The Dark Knight Returns, le época donde Wolverine veía su fama crecer como la espuma. De ahí a que todo apunte de forma tan clara que El Perseguidor sea el villano principal de la historia.
Mills usa la misma historia de origen de Punisher, pero le da un par de vueltas interesantes. La familia del Perseguidor muere en el fuego cruzado entre dos bandas de latinos, convirtiéndolo en un vigilante que persigue dicha raza a muerte. Más adelante se revela que el Perseguidor trabajó en la guerra enseñando y practicando la tortura de tropas enemigas. Los latinos que mataron a su familia simplemente son el producto de la guerra que ayudó a librar y que les quitó sus tierra a los sudamericanos.
La incorporación de este elemento “verídico” hace que esta historia se sienta vigente a pesar de su simpleza. En el papel, el relato es Marshal Law encerrado en un manicomio —muy a la Arkham Asylum— pero los autores nunca desvían la crítica a la cultura imperialista norteamericana. No existe justificación para el levantamiento violento en aras de un “ideal mayor” como el patriotismo o la moralidad.
Para balancear este elemento tan serio, Mills y O’Neill juegan bromas especialmente crueles al resto de personajes Marvel. La Mujer Invisible está solo en la imaginación del demente que parodia a Reed Richards. El que hace de Thor es un grandulón que sufre extremos delirios de grandeza. Y el final de la Antorcha Humana es tan cruel como genial. Mills no deja títeres con cabeza e incluye diagnósticos que se leen muy verídicos en la presentación de cada personaje, dejando claro que ha investigado bastante a los héroes que quiere parodiar.
El dibujo y los colores de O’Neill son funcionales en todo este conjunto. Es deforme, con bordes filosos y colores imposibles. Se aleja levemente del (poco) realismo de la primera miniserie y aquí se liberan mandíbulas cuadradas, músculos atrofiados y bocas babeando testosterona.
"Kingdom of the Blind"
La segunda historia es más contenida, si es que se puede aplicar ese término. Aquí la parodia salta a la vereda de enfrente. Mills toma la vaca sagrada de DC Comics como punto de partida para una historia que quizás no sea en ejecución tan brillante como la primera que involucraba a Superman, pero sí muy interesante como revisión del mito de Batman.
Ojo Privado (Private Eye) es un vigilante que cumple con todo para ser el Batman de San Futuro. Su alter ego es Scott Brenan, un multimillonario huérfano desde niño que compensa la pérdida temprana de sus padres luchando contra el crimen. La opinión pública lo admira e incluso Marshal Law siente cierto respeto por él —dejando claro los pensamientos de Mills respecto a la creación de Finger y Kane—.
Pero detrás de Ojo Privado se esconde un secreto oscuro que se topa en el camino de Marshal Law. Mills reversiona todo el mito de Batman de una forma retorcida pero con cierta lógica. Ojo Privado es un “héroe” obsesivo y completamente desequilibrado. Según el mismo Marshal “La única razón por la que un multimillonario se convierte en vigilante es para aferrarse a su dinero” y hay una lógica indudable en sus palabras. Porque Brenan es un millonario de cómic que tiene infinitos recursos, pero el disfrazarse y salir a combatir de noche es la forma más loca de ayudar al prójimo.
Mills es inteligente y evita ciertas críticas obvias que no aportan mucho a la descarnada deconstrucción del personaje. Por ejemplo, en cuanto al papel de los Robins no se pone a lanzar bromas sobre la homosexualidad, sino que apunta mucho más alto al darle al ayudante las aristas de otra víctima más de las desviaciones de un personaje insano.
O’Neill se ajusta a la historia y brinda un color mucho más oscuro al conjunto, como si se tratara de un cómic de Batman pintado por Lynn Varley. Al final se comienzan a asomar los colores más vivos del O’Neill original y es justo cuando el personaje de Marshal Law comienza a ganar más protagonismo, dejando de lado el retrato de Ojo Privado y pasando más a la acción.
"The Hateful Dead"
Este es quizás el relato más flojo de los tres incluidos en el tomo. Marshal Law queda atrapado en un cementerio producto de su trabajo y es ahí cuando los muertos comienzan a salir de sus tumbas, que casualmente son héroes que nuestro protagonista ha eliminado en aventuras anteriores. La historia se aleja del carácter renegado que se le había impregnado al personaje y se limita a ser un cómic con zombies en la portada.
Mills no toma ningún elemento al cual cuestionar y simplemente se limita a mostrar a Marshal eliminando muertos vivientes para sobrevivir. Aun así, hay cierto afán por definir un poco más al personaje. Mills lo muestra realizando un día normal de trabajo, paseando por la ciudad en un interminable turno nocturno que lo lleva a cruzarse con personajes de la vida nocturna de San Futuro.
También indaga un poco en el pasado lejano del Marshal al mostrar a su padre, un personaje zafado que lleva una clínica mortuoria en la periferia de San Futuro. Marshal no parece llevarse mal con su padre, a pesar de lo traumante que pudo resultar para un niño tener un padre que juega con los muertos.
El que más gana en el total es Kevin O'Neill, que se desata al máximo en las páginas de esta historia. Sus personajes se vuelven aún más deformes que en las historias anteriores, alejándose lo más posible de cualquier manual de anatomía humana, brindando un grotesco conjunto que explota en acción y viseras.
El mayor problema de esta historia es que termina en un giro que se supone será explicado en el siguiente tomo de la colección. De todas formas, Marshal Law es un tomo interesante con un par de buenas historias deconstructivas y otra que se llena de acción desquiciada. Creo que las aventuras de este policía tan especial siempre son bienvenidas para cuestionarnos un poco sobre la moralidad y los modos de operación de los superhéroes norteamericanos. Recomendado.