"Boba Fett: Agent of Doom" (2000): por un puñado de créditos
Star Wars a veces es un buen conjunto de herramientas para dar a historias conocidas una vuelta de tuerca. No por nada, lo mejores pasajes de la trilogía original son reimaginaciones de escenas conocidas en otros géneros. La cantina de Mos Eisley está sacada de un western, el sabotaje de la Death Star es una aventura de Flash Gordon y las batallas en el espacio son sacadas de las míticas películas de Howard Hughes. Al final, la saga galáctica es un remix de estilos y tópicos utilizados para contar algo conocido —como los mitos artúricos— a nuevas audiencias.
Es de extrañar, por tanto, que este tipo de aproximación no se haya hecho más popular en el canon de Star Wars —más empeñado en seguir la historia establecida por las películas— y que no cuenten otro tipo de relatos usando la ambientación creada por George Lucas. Boba Fett: Agent of Doom hace eso. Es una historia de venganza en el mundo de Star Wars, perpetrada por uno de los personajes más queridos de la saga original.
Una convaleciente raza de extraterrestres se pone en contacto con Boba Fett para que asesine a dos generales del ya extinto Galactic Empire, quienes los apresaron y explotaron cuando el Imperio estaba en su punto más alto. John Ostrander, un guionista más que conocido en el mundo del cómic, toma los mismos paralelos que usa Lucas en su trilogía. Si el Imperio Galáctico es una versión del nazismo, eso implicaría que usan sus mismos métodos. En este caso, es el holocausto judío el que sirve de motor para relatar un prólogo que da contexto a la rabia que siente la raza que contrata a Fett.
Fueron apresados y condenados a la extinción en nombre del Imperio. Fueron torturados y aniquilados por dos oficiales que respaldaban las ideas del Emperador. Esto hace que uno empatice rápidamente con la causa de esta raza perdida. Pero Ostrander es lo suficientemente sabio para no hacer que Boba Fett sienta lo mismo. Mal que mal, es un cazarrecompensas implacable y sin escrúpulos al que solo le importa el dinero. Ahí es donde entra la duda: ¿estamos ante el Boba Fett real? ¿Cómo ha podido escapar del Sarlacc? ¿O estamos ante un impostor? Las motivaciones del cazador son completamente distintas. No son empatía ni misericordia; para él, su reputación es lo más importante —como todo cazarrecompensas— y disipar las dudas de que él es el Boba Fett original hace que este trabajo mal remunerado sea necesario.
El guion se guarda otros paralelismo entre el nazismo y el Imperio Galáctico —algunos un poco más forzados— además de alguna crítica a lo que sucedió en los países ocupados tras la Segunda Guerra Mundial. No deja de ser un guion sólido a pesar de todo, muy compacto debido a sus 24 páginas, pero bastante entretenido si se conocen las influencias de las que Ostrander bebe.
El dibujo acompaña bastante bien el tono de la historia. Cam Kennedy —ya familiarizado con el universo de Star Wars— dota la historia de la oscuridad necesaria, llenando los fondos de vapor industrial, polvo del desierto o simplemente sombras. De hecho, lo que más me gusta del cómic, es que todos los involucrados están en sintonía con la naturaleza oscura del guion —es una venganza contra el holocausto— donde el color de Steve Outro añade profundidad al dibujo de Kennedy y acentúa la opresión de la historia.
Boba Fett: Agent of Doom es un buen recordatorio de que se pueden contar historias entretenidas en el universo de Star Wars, olvidándonos de la familia Skywalker y centrándonos en la historia en sí. Quizás no sea una historia tan grande en escala como otras, pero la naturaleza de la misma —evocando la Segunda Guerra Mundial y más de un western— nos deja un buen sabor de boca. Recomendada.