"Twilight" (1990) de Chaykin y García-López: la muerte de las estrellas
Para el año 1990, el niño terrible del cómic norteamericano, el siempre polémico Howard Chaykin, recibió el encargo por parte de DC Comics de traer de vuelta una serie de personajes que estuvieron perdidos editorialmente hablando. Crisis On Infinite Earths había pasado cinco años antes y todo el Universo DC parecía relativamente ordenado, además del impulso extra que obras como Watchmeno Batman: The Dark Knight Returns daban a temas mucho más alternativos a los abordados en el cómic tradicional. Se daba un lógico afán de recuperar estos personajes antiguos y perdidos y renovarlos bajo prismas nuevos. La respuesta de Chaykin fue Twilight.
Para dar un poco de contexto respectos a los personajes que aparecen en Twilight, es importante dibujar la época en que sus aventuras se gestaron. La gran mayoría de ellos fueron creados en la década de los sesenta. Es obvia la influencia que tenía la carrera espacial y la lucha de dos superpotencias en llegar a las estrellas.
Los Star Rovers, el detective Star Hawkins y Manhunter 2070 son cómics que se movían entre la especulación científica y la inocencia de sus creadores. Personajes que circulaban en títulos de aventuras espaciales como Mystery in Space o Strange Adventures. Ninguno de estos personajes destacó por sobre el resto, dejando ese honor al único que sobrevivió la hecatombe editorial de Crisis on infinite Earths: me refiero a Adam Strange. El resto seguramente no está en la memoria colectiva de nadie ya que además de poco populares, sus historias y aventuras se perdieron a medida que el tiempo avanzaba, beneficiando a los superhéroes más humanos y terrenales de la Marvel de los setenta. Caso aparte es el de Tommy Tomorrow, personaje creado en los cuarenta, antes de la guerra y que como toda creación de la época, aspiraba a la perfección. Un militar graduado con honores de la ficticia academia espacial West Point. Un personaje sin defectos que llevaba la paz —a punta de pistola, claro— a cada rincón de la galaxia y hacia brillar el nombre de “Los Planetarios” en cada una de sus aventuras.
Chaykin toma todos estos personajes y los hace contemporáneos entre ellos, dejando de lado los miles de años que pudieron tener de diferencia, para meterlos en una historia que destila cinismo y Apocalipsis. Una space opera crepuscular donde el autor de New Jersey mete el dedo inquisidor en la condición humana, la inmortalidad, los derechos humanos, el poder de la prensa y un sinnúmero de tópicos que se alejan lo más rápido posible de las bonachonas aventuras originales de estos personajes.
Twilight parte con envejecido Homer Glint, uno de los miembros de los Star Rovers, buscando a su gato lazarillo. La imagen es de un personaje acabado, con una figura indigna de un individuo que ha vistos días mejores. Es ciego y gruñón, y es el perfecto estamento de las intenciones de Chaykin con la historia que quiere contar: el tiempo ha pasado por estos personajes y ya no son tan heroicos como pensábamos.
Glint funciona como un cronista, un Homero futurista que nos contará los periplos de la humanidad en el espacio. El personaje parte recordando una de sus aventuras con sus otros compañeros en los Star Rovers: el vanidoso Rick Purvis y la prepotente Karel Sorensen. El trío está reportando una rebelión perpetrada por un grupo de animales humanoides y robots renegados que son perseguidos como criminales y donde las negociaciones con su líder Bruno —gorila que recuerda mucho a Ernesto “Che” Guevara— han fracasado. En el futuro de Chaykin existe el racismo y es uno de los principales motivos para mover la maquinaria bélica humana.
También se nos introduce rápidamente el elemento sexual dentro del relato. Purvis asesina en vivo por televisión a Bruno cuando Karel se le insinúa sexualmente, dejando claro que ese racismo del que hablábamos más arriba no es un caso aislado. El incidente es visto por todo el mundo, y es Homer Glint el que arma toda una historia falsa alrededor de Purvis, convirtiéndolo en un héroe ante todos los ojos de la galaxia. El papel de Glint es el mismo que el de Homero en las crónicas griegas, y como en el caso de Aquiles, la fama de Purvis crece a medida que Glint escribe su historia.
El tema de los la manipulación en los medios de prensa está presente siempre en Twilight. La creación de héroes “falsos”, su ascensión y su caída y desmitificación es parte de las intenciones de Chaykin a la hora de abordarlos. El caso de Tommy Tomorrow es el ejemplo perfecto, ya que su origen militar lo convierte en el fascista perfecto de la historia. El Tomorrow de Chaykin es un personaje condecorado con demasiados honores, pero que está obsesionado con la pureza de la raza y la viva eterna. Es un nazi futurista que está lleno de los símbolos y vestimentas que recuerdan a un estado fascista, pero a los ojos de la gente es un ejemplo de honor.
Otra forma en que Chaykin hace caer a sus héroes es por la decadencia en la que los deja. Star Hawkins y Manhunter 2070 —Axel Hawkins— viven arrastrándose entre la podredumbre de los barrios pobres. El autor los convierte en hermanos y los pone en un triángulo amoroso con Ilda, la ayudante robot de Star, el cual no duda en humillarla cada vez que puede.
Todos estos elementos se integran relativamente bien en el relato del autor. Chaykin introduce el factor de la inmortalidad cuando el súbito bombazo de popularidad hace que a los Star Rovers se le asigne el cubrir el encuentro con los Matusaloides, seres que parecen poder vivir eternamente. Es en este punto donde interviene Tommy Tomorrow y hace que el encuentro se vaya por la coladera, destruyendo la raza extraterrestre y por accidente, vuelve a Karel Sorensen en una especie de diosa que concede la inmortalidad a toda la humanidad por igual.
Más o menos este es el punto de partida de Twllight. Chaykin somete a sus personajes a una desconstrucción poco habitual a través de los siglos. El personaje de Glint es el relator de toda la historia, pero deja entrever cierto aire fraudulento al contarla. Glint no es relator confiable y no deja de decir lo que piensa sobre cada personaje en la historia, dejando poco claras sus motivaciones al, por ejemplo, convertir a Tomorrow en un héroe. Sobre todo si según él lo detesta tanto y no tiene redención.
O los motivos de Glint son poco claros o sencillamente se les puede asignar como parte de asegurar su supervivencia, dejando su moral —y su credibilidad— totalmente eclipsada por la autoconservación. Tomorrow es más fácil de leer, simplemente es un nazi que piensa que tiene el derecho de ser inmortal por sus batallas ganadas. Chaykin lo define a través de Glint como una persona que nunca superó el ser huérfano, el no saber si era nacido de una mujer o de una probeta... y eso le convirtió en un monstruo xenófobo, obsesionado con la vida eterna.
El filtro de cinismo que aplica el autor de la obra a veces funciona —en especial en el caso de Tomorrow, héroe militar en la antigüedad y ahora nazi consumado— pero en otras no tanto. Todo en el futuro que describe la obra tiene que tener un olor a putrefacto, todo tiene que tener un color oscuro y no hay nada sagrado a que aferrarse. El espíritu transgresor de Chaykin se apodera de toda la obra, dejándonos sin respiro. Además, esto se amplifica cuando es Glint el que relata toda la historia y siempre tiene que dejar un comentario ácido de lo que está pasando. Twlight es una historia crepuscular que no da a sus personajes redención ni a su futuro esperanza. Per sé, esto no es algo malo, pero puede que sature al lector que busca un poco de variedad en la obra.
Lo que más brilla de Twlight es el apartado gráfico. José Luis García-López muestra el talento que siempre ha tenido. La forma en que planea sus viñetas, el dominio completo de la figura humana y sus intrincados diseños hacen que cada página de la obra sea un deleite. El único problema que tiene que sortear el dibujante es el que le pone el guionista. Chaykin llena las viñetas de diálogos y voces que hacen difícil la labor de García-López. Aun así, el dibujante se manda unas páginas dobles espectaculares que acentúan la sensación de “Space Opera” y que hay millones de naves espaciales surcando el espacio. Los diseños del dibujante también me recuerdan a los del europeo Moebius —al que incluso se le homenajea en la obra— dejando una sensación de que los autores del cómic han querido darle un estilo europeo, pero con recursos estadounidenses.
El color de Steve Oliff demuestra que DC tenía bastante fe en el proyecto. Porque Oliff en esa época estaba reservado para trabajos de prestigio, con ese mimo extra que da el legendario colorista. Aquí Oliff funciona, acentuando esa sensación europea que invade el cómic. Sus paletas son variadas y llena de degradados, que alejan la obra del común de la época.
La pregunta que queda es ¿qué tal ha envejecido la obra? La verdad es que alguna cosas aún funcionan sumamente bien. El dibujo de García-López sigue siendo espectacular para los estándares modernos y el color de Steve Oliff no tiene nada que envidiar al coloreado digital contemporáneo. Los problemas de Twilight saltan cuando se lee el guion. Chaykin es demasiado ambicioso con lo que quiere contar y le cuesta que todo se resuelva bien. El caso de los hermanos Hawkins es un ejemplo de esto, ya que el final de su arco no termina de enganchar con el resto del conjunto. Chaykin llena las páginas de cuadros de diálogos, lo que puede saturar al lector. Incluso el dibujo se siente un poco opacado por este hecho, pero parece que el guionista está consciente de este defecto y le concede al dibujante varias páginas dobles para que pueda mostrar su talento.
En general, la historia que cuenta Chaykin es entretenida y nunca abandona el tono espectacular que el autor le impregna. El relato se llena de grandilocuencia y sus temas son más grandes que la vida misma —mal que mal, estamos hablando de la humanidad y sus héroes— pero también el cinismo descontrolado del autor puede llegar a saturar al lector. Aun así, creo que Twilight es una obra que merece ser leída, ya sea por el ambicioso guion de Howard Chaykin, el espectacular dibujo de José Luis García-López o por los adelantados colores de Steve Oliff. Recomendada.