"El Gusto del Cloro" (2008) de Bastien Vivès: nadando en aguas cálidas
La carrera de Bastien Vivès en el mundo del cómic francés parece inmejorable. Con solo veinticinco años ganó el premio Essentiel Révélation del Festival de Angulema por su álbum El Gusto del Cloro. De ahí no se ha detenido y ha seguido publicando obras como Ella(s), Polina o Amistad Estrecha y además ha colaborado con otros autores, dedicándose al arte de obras como la saga Por el Imperio.
El Gusto de Cloro relata un trozo de la vida de un joven, que por recomendación médica, debe dedicarse cada miércoles al nado en la piscina local. El joven acepta a regañadientes debido a su tímida personalidad, pero todo cambia cuando ve a una joven muchacha que también frecuenta la piscina y que es mucho más capaz que él en lo que se trata de nadar.
Ambos jóvenes se conocen y entablan una relación de amistad que parece perfilarse como algo más que un casual jugueteo, usando la piscina como lugar sagrado para sus encuentros.
Vivès se dedica a encapsular una parte muy específica de la juventud, esa que esta llena de dudas y romanticismo, limitando el desarrollo de la historia exclusivamente a la piscina, patrón que solo es roto por las visitas del joven a su terapeuta para los chequeos de rutina. Por lo demás, el autor fija nuestros ojos en este escenario casual, una piscina comunitaria, y nos convierte en un asistente más. La casualidad se siente mucho más realista gracias a la cuidada composición de cada viñeta, definiendo a los asistentes con pocas líneas y dejando un tono realista sin apenas usar detalles.
Pero el mayor logro de Vivès es el transmitirnos un sentimiento de familiaridad en la situación que viven ambos protagonistas. La piscina es solo una excusa y la historia se pudo desarrollar en una biblioteca, el transporte público o en la calle. Todos hemos entablado una amistad casual solo por atracción con lo que es en un principio un desconocido y el autor lo sabe. Sabe que en algún momento la atracción es más fuerte y necesitamos dar un paso más. Pero es la inexperiencia, propia de la edad, la que nos frena.
La maestría de Vivès en El Gusto del Cloro nos muestra una precisión en los gestos de los protagonistas, que parecen sacadas directamente de fotografías de nadadores –con un increíble nivel artístico al colocar brazos, piernas y manos de manera que nos hace sentir el movimiento- además de mostrarnos cómo se van acercando emocionalmente. Incluso hace alarde de su pericia, dejando realista poses en el joven nadador inexperto y diferenciándolo de la técnicamente superior de la co-protagonista, a la que dibuja demostrando gracia y conocimiento.
Todo este conjunto nos hace pensar que también estamos en el mismo lugar físico y presenciamos cómo nace una relación. Vivès se maneja como un maestro el lenguaje corporal, llenado de sutiles interacciones de piel, cariñosos saludos y miradas cómplices a la vez que justifica el uso de la piscina, sacando diálogos bastante técnicos de la boca de uno de los protagonistas.
Pero el dibujo es el mayor hilo conductor de Vivès, limitando los diálogos a conversaciones más casuales o explicaciones técnicas que sirven para dar puntos de partidas comunes a los protagonistas, nunca revelando sus verdaderos sentimientos a través de la palabra. El dibujo es el rey en la obra de Vivès aunque se reserva un par de lineas que son decidores para entender el remate final de la historia.
La paleta de colores que usa también ayuda en el conjunto. Usa unos tonos verdosos que a más de alguno puede recordar al cloro de alguna piscina. A mí en lo personal me llevó de vuelta al momento de mi estancia en una clínica después de un accidente automovilístico, lo que habla bastante bien del uso del color en la obra: te hace recordar momentos pasados. El resto del conjunto es el que te encausa hacia la historia íntima de los protagonistas.
La edición de Diábolo es bastante buena. La reproducción cumple sobradamente para captar la textura que el autor desprende en cada viñeta. El problema que pueden tener varios, es que dada su concepción, El Gusto del Cloro puede leerse en poco tiempo. Aquí es donde me quiero detener un poco. Sí, es verdad que sus 140 páginas se pueden devorar rápidamente, pero creo que la lectura gana mucho cuando nos detenemos a apreciar los detalles gráficos que Bastien Vivès deja en el tomo. Ahí es cuando la lectura dura mucho más y gana más significado el final de la historia.
También ganan más fuerza los recursos narrativos que el autor utiliza –las miradas bajo el agua compuestas de figuras poco definidas- o la el trazo y detalles que da a personajes secundarios. El Gusto del Cloro puede ser lo más parecido a un amor de verano. Esos que pueden durar poco en la práctica, pero que quedan grabados por mucho tiempo en nuestros recuerdos. Sí, es verdad que se puede leer de forma muy rápida, pero también se disfruta el doble que otras historias que se olvidan en menos tiempo.
Bastien Vivès actualmente sigue trabajando en historias íntimas que tienden a recordar capsulas de nuestra juventud. El uso increíble de su dibujo es la mayor herramienta del autor para contar sus historias, y no me extrañaría que se haya aventurado en un historia compleja sin escribir un solo diálogo. El Gusto del Cloro se siente como una historia íntima, llena de sutilezas y a la vez es muy humana y real. Eso es muy difícil de conseguir y Vivès lo logra como un maestro con tan solo veinticinco años. Da para pensar.