MR - "Doomsday Clock" #001: EL ARMAGEDÓN HA LLEGADO
Aviso de Spoilers: La reseña que sigue a continuación trata los sucesos más recientes de la serie revisada, por lo que puede desvelar detalles argumentales importantes para quienes no estén al día. |
Hace año y medio tuvimos el inicio de DC Rebirth con un número que puso las bases del nuevo estatus del universo de DC Comics, y que incluía a los personajes de Watchmen desde el fondo. Hoy se da el inicio de la anunciadísima maxiserie Doomsday Clock, con Geoff Johns y Gary Frank, cómic que se venía esperando desde que vimos esa chapita en la manos de Batman hace ya tanto tiempo. Para tan magno evento, no tenemos una, sino que cinco reseñas independientes de los miembros Cuarto Mundo para aportar distintas visiones de lo que fue esta primera entrega. ¡Los invitamos a discutir! Vamos allá
DOOMSDAY CLOCK #001
Editorial: DC Comics
Publicación: 22/11/2017
Guion: Geoff Johns
Arte: Gary Frank
Tintas: Gary Frank
Color: Brad Anderson
Rotulado: Rob Leigh
Reseña: Oconowoc
6 / 10
Llegamos al momento que varios han estado esperando. Doomsday Clock supone el primer intento real de parte de DC Comics de darle una continuación a la aclamada Watchmen, obra que a estas alturas ya todos deberían conocer. Y no es que la editorial no haya tratado de aprovechar la justificada fama de la obra de Alan Moore y Dave Gibbons, tanteándonos primero con esas precuelas descafeinadas que se alineaban bajo el título Before Watchmen. Eventualmente, una secuela directa tenía que pasar. No había forma de detenerlo, más aún con el ambiguo final que profesaba la historia original.
Doomsday Clock parte el 22 de noviembre de 1992. Siete años y 22 días desde la última entrada del diario de Rorschach —esa donde confesaba estar aterrado al descubrir que Ozymandias era el villano tras bambalinas en un increíble plan que conspiraba contra la raza humana—. Geoff Johns en un principio se limita a seguir con las líneas que Moore dejaba a medio tirar para que el lector completara el final de su obra. Así es como presenciamos un país envuelto en el caos, donde la mentira de Ozymandias se ha descubierto y la frágil paz alcanzada se ha roto.
En este aspecto, Johns no ha querido arriesgar nada. Casi todas las ideas presentadas en Doomsday Clock son las insinuaciones que se hicieron en Watchmen: Robert Redford como presidente —reemplazando al otro actor convertido en político: Ronald Reagan—, el mismo descubrimiento de la verdad a través del diario de Rorschach o los sobrevivientes mentalmente menoscabados por el calamar gigante del final de la obra. Johns ha pensado que si quiere enganchar al fan de Watchmen en este primer número, tiene que recordarle constantemente algunos momentos de la historia.
Este es uno de mis principales problemas en este número: el constante recordatorio —a veces muy forzado— de que Doomsday Clock es secuela de la obra de Moore y Gibbons, limitándose en el desarrollo de lo que quiere contar. Es como si Johns tratara de imitar a Moore en el tono pero no en el fondo. Parte de este sentimiento se acrecienta cuando trata de usar la estructura de nueve paneles pero no logra transmitir la sensación de que algo grande se mueve detrás de las acciones de los protagonistas.
Mientras que en Watchmen esto se logra intercalando dos escenas relacionadas viñetas por medio —ver la secuencia del primer número, donde las viñetas impares son los detectives especulando sobre cómo murió el Comedian en su departamento; y las pares, que muestran cómo realmente fue el asesinato— , en Doomsday Clock hay escenas paralelas pero no terminan de vendernos la sensación de peligro que deberíamos tener. Mal que mal, en el cómic de Johns, el fin del mundo está más cerca —como muestra la secuencia de liberación de The Marionette, en paralela al lanzamiento de misiles— y las calles están sumidas en el caos por un eventual conflicto, nuevamente, contra los comunistas.
Johns tampoco es tonto y está consciente de sus limitaciones. Escribir para un cómic centrado en lo que se suponen eran personajes “realistas”, completamente alejados de sus trabajos llenos de fantasía heróica le supone salir de su zona de confort. Decide partir en fresco con personajes nuevos, como la mencionada The Marionette y su esposo The Mime —versiones nuevas de Punch y Jewelee de la extinta Charlton Comics, como manda el manual del “Original Writer”—, un Rorschach diferente bajo la máscara simétrica y un Adrian Veidt con un tumor en la cabeza. ¿Son personajes que pertenecen al universo de Watchmen? Sí, pero no son los mismos de la obra anterior.
El factor de más morbo que produce esta secuela es la incorporación de los personajes del Universo DC y su interacción con el mundo de Watchmen. El juego lo comenzó el mismo Johns con su especial DC Universe: Rebirth y después fueron las colecciones de The Flash y Batman los que tomaron ese testigo sin desarrollarlo mucho con "The Button". En Doomsday Clock, Johns ha empalmado los objetivos de Adrian Veidt —hacer volver la única persona que puede detener el caos imperante en el mundo, el Dr. Manhattan— con la aparición de Clark Kent sin dar mayores explicaciones.
No sabemos de dónde sale esto, sobre todo si tenemos en cuenta que Superman es un personaje ficticio en el universo de Watchmen, un personaje de cómics que nunca triunfaron dado que los superhéroes eran parte de la realidad de la historia, o al menos uno existía y estaba de parte de Estados Unidos, quitando la sorpresa y la fantasía de dichos cómics. Claro que Johns da pistas de lo que pueden ser sus intensiones en el relato, mostrando a Clark sufriendo pesadillas producto de la muerte de sus padres. Esto puede inferir que la propuesta de Johns es justificar la aproximación oscura —y fallida— del mito de Superman de los New 52 —la muerte de los Kent en un accidente de tránsito es exclusiva de este período— y que es producto de un agente externo y no de una mala planeación editorial. Sea como sea, Superman está presente en la historia, pero no sabemos si éste forma parte del universo de Watchmen de momento. A lo mejor es el universo al que Manhattan decide emigrar una vez que el plan de Veidt ha sido ejecutado.
Como dije más arriba, el cómic trata de seguir las mismas ideas autoimpuestas por su historia origen, al menos en el tono y en lo que distribución de viñetas se refiere. Incluso lleva una cita al final del número, para hacernos sentir que seguimos leyendo Watchmen. Gary Frank es bastante competente en su trabajo y aporta el nivel de detalle necesario sin ser Gibbons. Frank es sabio y dedica el mismo mimo en cada viñeta sin sobrecargar alguna en solitario, tratando de imitar el trabajo del inglés en el original. Claro, es un poco más espectacular porque estamos llegando al 2018 y Dave Gibbons no es el artista hot de esta época.
Brad Anderson cumple con el color, imitando la misma paleta de John Higgins en el original. Funciona a medio camino, porque Anderson nunca termina de abrazar dicha paleta, nunca se va a los colores estridentes al completo y no hay esa sensación de “calor y saturación” que desprendía el mundo del Watchmen original, gracias a la alternativa paleta de Higgins.
Al final, ¿me ha gustado Doomsday Clock? Al menos en su primer número creo que queda al debe. Lo mayores méritos del este trabajo de Johns es que sigue lo planteado por Moore y Gibbons sin aportar mucha originalidad en el proceso. Es como si Johns se hubiera propuesto imitar el estilo del barbón inglés y al final se siente como eso: una imitación vacía e innecesaria. Incluso esta imitación ha hecho el incluir material extra —recortes de periódicos y anuncios publicitarios— pero no ha frenado el afán mercantil de incluir portadas alternativas que en el original nunca tuvieron razón de ser. Supongo que el estilo original de Johns brillará cuando se incorporen más elementos tradicionales a los que el autor está más acostumbrado, pero por ahora, solo el morbo es lo que me motiva a seguir leyendo. Veamos qué pasa.
Reseña: Fantasma Rojo
7,5 / 10
Probablemente éste es el cómic más importante del año para DC Comics. No porque se juegue su futuro financiero, a diferencia de lo que pasó con el número unitario que sirvió de bengala de inicio a Rebirth; sino porque busca coronar el éxito de su iniciativa haciendo lo que durante casi 30 años nadie se atrevió a hacer: incorporar a los personajes de Watchmen al Universo DC.
Ríos de tinta se han escrito sobre la obra de Alan Moore, siendo frecuente la opinión que Watchmen es una historia que se basta a sí misma. Eso no cambia aquí, Doosmday Clock no pretende reinventar la rueda, no introduce nuevas lecturas y elementos que cambien la percepción de la obra original (cosa que quizás fue el problema más grande de Before Watchmen), sino más bien toma un par de cabos sueltos y los usa para crear algo distinto, porque este cómic al mismo tiempo es y no es una secuela. Lo es porque transcurre en un mundo que ya conocemos; y no lo es porque, en el gran esquema de esta historia el mundo, de Watchmen es secundario, lo que importa son las consecuencias que esta obra dejó. Una paz rota y un mundo violento fueron las tristes lecciones que el cómic norteamericano tomó de la serie y ese mismo legado es el que vemos en estas páginas.
Que no se malentienda, Watchmen no tiene la culpa de los imitadores de cuarta que emergieron de su sombra, pero tiene un legado negro dentro y fuera de sus páginas, y lo que hace Doomsday Clock no es más que llevar de vuelta a su mundo de origen el fruto que engendró gracias a la puerta que el mismo Moore dejó abierta: nada termina nunca y un mundo construido sobre una mentira no puede durar para siempre.
Quizás la mejor manera de explicar la extraña dualidad de este cómic es con la historia detrás de un poema que inspira a un personaje importante. Ozymandias fue escrito en 1818 por Percy Shelley sobre Ramses II, siendo referido por Moore en Watchmen, pero este poema tiene un “hermano”. Horace Smith también escribió un poema llamado Ozymandias, pero no es un plagio, sino que nació de una sana competencia con Shelley, teniendo temas similares, pero labrando un camino propio a partir de una idea similar. Doomsday Clock en su núcleo se parece mucho más a Pax Americana que a Before Watchmen, en cuanto toma su iconografía y estilo para hacer una amalgama de homenaje y crítica. Claro, Geoff Johns no es Alan Moore, pero tampoco trata de serlo, porque como dije antes, aunque a todas luces parece una secuela a Watchmen, no es una. ¿Entonces qué es? Una historia de Superman que se oculta en esos ropajes, aunque para ver más de eso tendremos que esperar un poco más.
A nivel técnico no tengo nada que criticar, el arte de Gary Frank es fenomenal. Hay un pequeño error de continuidad menor al interior del cómic, pero nada que arruine la historia, regalando un nivel de detalle que no se suele ver en la producción estándar de DC.
A modo de cierre puedo decir que este número de apertura es muy distinto a lo habitualmente ofrece Johns, no hay pompa o grandes revelaciones nostálgicas, siendo un cómic que se posiciona en las antípodas de su Justice League, lo que en este caso más que ser algo bueno, era necesario. Acá no van a encontrar a Walter Kovacs agarrándose a puñetazos con Batman, sino un cómic que cumple la promesa de llevar a Watchmen al Universo DC, pero en sus propios términos.
Reseña: Rodrigo Méndez
8 / 10
Primer número del esperadísimo Doomsday Clock y claramente no es lo que esperaba. Portadas variantes de este ejemplar auguraban interacción de elementos de la Earth-0 con los personajes de Watchmen; estas son solo libertades creativas de los dibujantes, ya que no hay ninguna conexión directa entre ambos universos en esta ocasión. La historia se centra únicamente en las consecuencias en el universo creado por Alan Moore a raíz del descubrimiento y posterior salida a la luz del diario de Rorschach. Y bueno, aquí Johns juega a la segura y se nos muestra cómo previsiblemente el mundo se cae a pedazos. Las alianzas forjadas para enfrentar la amenaza extraterrestre se disuelven, la gente busca justicia y las tensiones internacionales aumentan al punto de no retorno.
Y aquí viene la parte interesante. Es el mismo Ozymandias quien reconoce que al fracasar su plan original por culpa del héroe de la gabardina, solo hay un ser en el universo capaz de arreglar el entuerto, el mismísimo Dios encarnado, Dr. Manhattan. El grupo de héroes y villanos que se forma tendrá como objetivo localizar a la azulada entidad. Por lo que hemos visto en sagas como "The Button", este personaje anda dando vueltas en Earth-0, por lo que en números posteriores el encuentro entre ambos mundos parece inevitable.
En términos artísticos, el trabajo de Gary Frank es de muy buen nivel, dando un aire nuevo a los personajes ya conocidos. El nivel de violencia parece que estará al mismo nivel que el de la obra original, con escenas bastante más subidas de tono que un cómic corriente de DC. Lo criticable, es que la composición de página de 9 viñetas se siente bastante forzada a veces, aunque esto me imagino es más culpa del guionista que del dibujante. Por otro lado, los colores de Brad Anderson no terminan de convencerme, quizás porque el estilo de John Higgins en la obra original se complementaba mejor con los dibujos de Dave Gibbons; aquí, la paleta usada se parece, pero las texturas se sienten muy digitales para una obra secuela de uno de los cómics más importantes de la historia.
En conclusión, creo que por sí mismo el cómic es disfrutable y tiene un buen nivel, pero las comparaciones con el trabajo original dejan mal parada a esta continuación. Claramente Johns no es Moore y se nota fuera de su elemento al tratar temas sociales. Esperemos que cuando los superhéroes tengan más presencia, esto mejore.
Reseña: Zombi Rodros
6,5 / 10
Cuando alguien crea una historia con principio, desarrollo y fin, crea un universo y todas las vidas imaginarias que lo poblan. En el caso de Alan Moore, el universo de Watchmen fue creado, basado en los personajes de Charlton Comics, con el fin de contar una historia, transmitiendo un mensaje, y cada uno de los personajes está condenado a repetir los sucesos una y otra vez de sus autocontenidas vidas en la revista, cada vez que alguna persona los lee. No todos los universos están hechos para ser expandidos, para ser exprimidos en busca de nuevas historias, menos para los interminables e inmutables relatos regulares del mundo de las capas. Es una afrenta, una blasfemia, algunos dirían que es una tontería. En fin, Geoff Johns se atrevió, y ahora podemos ver las consecuencias del primer número de Doomsday Clock, la continuación directa pero no espiritual de Watchmen.
Existen dos escritores en Doomsday Clock #001. El primero es claramente Geoff Johns; de él obtenemos interesantes diálogos, escenas dinámicas y entretenidas, y nuevos personajes bastante interesantes (destacando en este primer número a The Mime, un villano inédito de este universo creado por el autor y basado en Punch del universo Charlton). Johns desarrolla la historia con calma, vemos algunos elementos que podemos imaginar tomarán importancia en el futuro próximo, pero todavía es temprano para decirnos a dónde va con la narración actual.
El otro autor presente es el fantasma de Moore, que pesa con fuerza sobre el trabajo de Geoff, entregando extraños momentos que buscan integrarse a la historia de Johns sin conseguirlo realmente. Estos momentos en que el autor trata de representar al barbudo son, fácilmente, los más bajos de la narrativa, porque le suponen representar de manera realista el mundo superheroico pero en un mundo absurdo, fantástico y roto.
El trabajo de Gary Frank es bastante correcto, imita la composición original de Dave Gibbons pero le agrega su técnica moderna. El relato pierde realismo, es cierto, pero debemos recordar que esto ya no es Watchmen, y por lo tanto el realismo que podríamos esperar de Gibbons no es necesario en una historia que tratará de viajes extradimensionales y superhéroes en mallas. Frank está acompañado por Brad Anderson en los colores, quien se inspira en la paleta original pero con tonalidades mucho más opacas.
En conclusión, el número es entretenido, pero el fantasma de Moore y Gibbons se vuelve bastante molesto mientras avanza el capítulo. No me tomen a mal, disfruto del trabajo de Moore en el original tanto como cualquiera, y debo haber soltado un poco de espuma de mi boca cuando supe que integrarían a los personajes de este universo a la tierra regular del mundo DC; pero si ya están en esta ridícula empresa de imitar y pervertir la historia original, deberían hacerlo con la valentía que merece y desprenderse de narraciones y composiciones que no van a abrazar completamente. Esperemos a ver qué se viene en la segunda parte.
Reseña: Oscar Cayul
7,5 / 10
Llegó el momento esperado y lo primero que llama la atención es ese estilo de diálogo, relatándonos desde la voz de Rorschach su visión del mundo. Este texto no termina de cuajar. Han pasado demasiados años y ya no está el mismo sentido de novedad, y es distinto también hablar desde el 2017 y proyectarlo a 1992 que hacerlo desde los años ochenta estando viviéndolos en pleno. Esta es la principal debilidad de Doomsday Clock #001, que es cuando intenta asemejarse en demasía al Watchmen de Alan Moore. Se siente caricaturesco, como esa secuela que nadie esperaba mucho y que sabes que no está el autor original así que puede que nunca le demos la seriedad que pudiera merecer.
¿Es una parodia u homenaje? Porque reescritura no se siente, no se percibe como una actualización, y sabemos que Geoff Johns es bastante conservador del medio. Cuando este cómic siente el peso de su referencia principal se siente extrañeza, se siente raro. Se hace evidente en las primeras páginas, y en uno que otro momento donde se hacen esas clásicas transiciones de viñetas de una escena a otra. Dan ganas de mirar para otro lado. Una buena clase de actualización de Watchmen ya se hizo con Pax Americana de Grant Morrison, un estilo propio que sirve de homenaje y monstruo propio, independiente e intertextual a la vez. No aquí. Estamos ante una especie de Watchmen 2, y eso no suena muy bien.
Pero, de pronto, el cómic muestra sus propios recursos. Rápidamente introduce nuevos personajes, y los que pensabas que conocías no son tales. Y no queda más que admirar el trabajo de Gary Frank, ya que cada viñeta gana una vida impensable. La presentación de cada uno de los personajes gana mucho por el trazo del artista, y también porque vemos a Johns más libre de la narrativa de Moore, empezando a jugar con sus propias armas. Porque sabemos que Geoff puede ser intrascendente en ocasiones, pero casi nunca aburrido. De pronto, a poco andar, me veo interesado en lo que está sucediendo, en el camino para lograrlo, y me gusta que se tome el tiempo en caracterizar cada vez más a los personajes en cada vuelta del camino, en cada momento. En vez de saltarse de una trama a otra, como en la original, Johns es sabio y deja que la trama recaiga en pocos puntos, y que podamos entender más a estos personajes que lo que estén haciendo o deban hacer. Es, finalmente, un buen trabajo.
Cuando Superman hace su aparición, cada momento está tan bien hecho, se siente tan cercana y empática la mirada al primer superhéroe, que su conexión con esta historia no deja de ser preocupante, pero al menos partimos bien: ese es Superman. Estos son los personajes, y los estamos entendiendo. Tenemos once números más para poder seguir desarrollando el tema principal. Lejos de arruinar expectativas, las levanta. Pero con la precaución de saber y de recordar, esto no es Watchmen 2, esto es, esperemos, una historia de Superman y del Universo DC junto a personajes de Watchmen. Recordando eso, y esperando que los autores también lo recuerden, estamos al otro lado y podremos disfrutar un cómic con muchos buenos momentos.