Breve cronología del cómic venezolano
Autor invitado: Danilo Raúl
El origen del cómic en Venezuela está estrechamente relacionado con la tira cómica periódica, aquella que satiriza los vaivenes sociales en el país en la prensa escrita desde el siglo 19. Las primeras expresiones locales en el país se dieron a partir del año 1843, cuando en el periódico El Promotor se hace uso intencional del dibujo con el fin de caricaturizar a personajes de la vida política nacional.
Estos primeros pasos dieron pie para que la ilustración fuera utilizada con fines más prácticos más allá de la sátira. Publicaciones como El Zancudo Ilustrado (1876), El Punch (1884), El Álbum De Caracas (1886), Venezuela (1886), El Autógrafo y La Caricatura (1886) y El Zulia Ilustrado (1888) se destacaron por ser el telón sobre el cual un hombre llamado Pablo Emilio Romero, quien fuera dibujante de profesión, y otro conocido como Muñoz Tébar, quien ostentaba el oficio de grabador, crearon los primeros diseños de cómic utilizados expresamente para publicidad y el humor.
Tiempos oscuros sobrevinieron para este tipo de expresión impresa durante la primera mitad del siglo XX, dado a la aplastante influencia del ambiente político de la joven nación para esos momentos: el régimen de Juan Vicente Gómez arrestó y censuró a muchos artistas críticos de su gobierno. Igual suerte corrieron durante la dictadura de la Junta de Gobierno de Marcos Pérez Jiménez quienes se aventuraran a hablar mal del gobierno de turno.
La influencia que ejercían los periódicos de la época era poca, dado que baluartes del periodismo como el diario Ultimas Noticias, El Nacional y El Universal publicaban mayormente historietas compradas del exterior a la toda poderosa King Features Syndicate, lo cual opacó el desarrollo del talento local por mucho tiempo. No sería si no hasta el año 1953 que se podrían observar modestos esfuerzos de los ilustradores criollos para entrar en la palestra pública nuevamente a través de la herramienta que mejor les prestaba hasta ese momento: la sátira política.
El Gallo Pelón podría ser considerado formalmente el primer cómic venezolano presentando en formato “digest”, el cual es uno de los dos formatos que era conocido ya para estos años en Norteamérica. La revista reunía un cúmulo de autores rotativos que ilustraba sátiras o seriales de acontecimientos estrechamente relacionados al desarrollo de Venezuela como nación. Artistas que adquirieron un portal para sus expresiones artísticas a través de sus páginas fueron Carlos Cruz Diez con “Zamurito”, Jacobo Borges con "Rufi Sonrisa", Humberto Muñoz con "El Poli Policarpio" y "Bicho Bruto", Luis Brito García con "El Profesor Venezolanito" y la "Historia Inconstitucional de Venezuela". Al poco tiempo aparecen publicaciones como Dominguito y la Pava Macha, ambas con un formato similar a El Gallo Pelón pero con contenidos y corte editorial más destinados al humor o a la exploración de temas casuales.
Cabe mencionar que casas editoriales como Editorial Novaro y Editora Cinco hacían grandes avances en Latinoamérica, proyectando el comic como formato de amplio alcance, pero apoyados en la reimpresión de historias de las casas editoriales norteamericanas (mayormente Marvel y DC Comics) en formato digest. En Venezuela la inserción de superhéroes siempre fue atípica en el medio. A pesar de la sólida aceptación de los héroes estándares internacionales, no existe registro de un superhéroe criollo hasta mediados de los ochenta y, aunque su primera aparición no fue en un cómic per se, las aventuras de “El Guardián” por Juan Medina fueron registradas bajo el esquema de paneles que ya nos es familiar en la última página de la revista infantil semanal “Meridianito” durante muchos años. La historia se enfocaba en un misterioso héroe de uniforme blanco protegiendo el urbanismo de la ciudad de Caracas de invasores extraterrestres. El autor jugaba mucho con su elenco de personajes, siempre ofreciendo una visión optimista, pero no carente de consecuencias (las muertes no eran el gimmick que son el día de hoy en esta historia).
El Guardián le abrió la puerta a otro héroe venezolano, de corte más bien genérico, llamado “El Patriota” creado por Omar Cruz en 1993. Con un origen similar al de Punisher de Marvel, su existencia pasó desapercibida hasta el año 2000, cuando fue popularizado durante el mandato de Hugo Chávez Frías como entidad promotora de mensajes anti-imperialistas y de izquierda. El aislamiento de superhéroes no implica que Venezuela no haya estado exenta de personajes que hayan calado en el ideario popular fuera del género. Uno de los personajes más populares durante los años ochenta y noventa fue el famoso “Náufrago” de Jorge Blanco y publicado por el Diario de Caracas, un cómic con un personaje silente que vive diversas situaciones en una pequeña isla donde vive solo después de naufragar en algún lugar del Caribe.
Paralelo a esta situación, casas editoriales independientes y pequeñas hacían grandes esfuerzos por proyectar el cómic como una forma de expresión más allá de las clásicas historias del bien contra el mal; fue así como nació la revista Clips, la cual salió al ruedo por primera vez en el año 1986 de la mano del Grupo U.G conformado por Sandro Bassi, Juan Carlos Darias y Lindoro Vera. Clips se destacaba por tener un formato de antología similar al de grandes publicaciones norteamericanas como Heavy Metal, pero concentrada en proyectar talentos nacionales. Lastimosamente, el esfuerzo bienintencionado de los jóvenes solo dio para 8 números de publicación, donde se exploraron temas urbanos y de corte psicodélico. Su existencia pavimentó el camino para lo que sería una generación de relevó en un esfuerzo similar a través de la revista Venezuela en Cómics lanzada en el año 2003.
Venezuela en Cómics es un título de antología con un corte más convencional. La iniciativa de su publicación es de un joven llamado Sammy Rodríguez, quien observando la carencia de vías para la publicación de historias para artistas nuevos decide crear la publicación; hasta la fecha, Venezuela en Cómics posee 12 números, hechos todos con mínimo aporte privado. Aunque Sammy hace su labor con todo el amor del mundo, es uno de los tantos creativos que se pregunta por qué la movida del cómic nacional no tiene el alcance o la aceptación del público que debería. Zuplemento es otras de las iniciativas similares a las de Sammy, cuyo tránsito impreso ha sido más bien escaso, pero que posee amplia proyección online, apoyando la difusión de al menos unos 200 artistas y sus historias en formato cómic, sean estas convencionales o no.
Ya en estas fechas, la oferta del cómic venezolano sigue siendo escasa, pero muy diversa en contenido, separándose ampliamente de sus hermanas en Norteamérica. Algunos de los últimos esfuerzos de los últimos 3 años que podrían enumerarse son Micauro de David Flores, enfocado en la fantasía histórica de los mitos venezolanos; Camioneticas de Combate Go! de Juan Martínez, una historia con arraigo en el humor del absurdo y con acción descabellada; Jaimito de la Corporación Editorial VH, enfocado en las aventuras del clásico personaje del imaginario popular venezolano y protagonista de más de un chiste subido de tono; y Son Vistos Como Zombis de Mauro Salmasso, quien se agarra de la proyección exagerada de temas sociales involucrando zombis en el proceso.
Es un largo camino el que falta por recorrer para el cómic venezolano, pero la intención y el talento están ahí esperando que la audiencia les ofrezca una oportunidad.