"Memorias de un Perro Escritas por su Propia Pata" (2015)
Memorias de un Perro Escritas por su Propia Pata es la adaptación a novela gráfica de un relato picaresco omónimo escrito por Juan Rafael Allende (1848-1909) publicado en 1893. Allende fue un destacado activista político que esgrimió en sus muy populares obras sátiras y ataques contra la sociedad más acomodada de la época. Sus relatos costumbristas estaban cargados de crítica social, anticlericalismo y de reivindicaciones de la forma de vida de los sectores populares de la ciudad.
Esta adaptación cuenta en su esencia con estos mismos elementos, aunque tiene varios problemas a la hora transformarlos al lenguaje de las viñetas.
MEMORIAS DE UN PERRO ESCRITAS POR SU PROPIAS PATA
Editorial: Letra Capital Ediciones
Publicación: 12/2015
Guion: Gonzalo Marín
Arte: Adrián Gouet
4 / 10
Si bien ya ha pasado más de un siglo desde el momento en que se concibió el libro que aquí se adapta, podemos notar que Chile, a grandes rasgos, no parece haber cambiado tanto. Aún existen grandes desigualdades entre las diferentes clases sociales, el cinismo de la elite no ha menguado lo suficiente y muchos opinan que los dirigentes de las instituciones religiosas están lejos de practicar lo que predican. Estas similitudes entre ambos períodos es una brecha fértil para recoger el testimonio de aquellas voces que desde antaño reclaman por una sociedad más justa, o al menos, más sinceras con sus propias miserias.
Memorias de Un Perro Escritas por su Propia Pata trata de poner sobre la mesa esta paradoja social, esa que nos dice que luego de un siglo pareciera que no ha pasado tanto tiempo. Trata, pero no puede. No con la claridad y la certeza con la que presume. Este libro erra el camino de la forma, en su construcción dorsal, ya que no se disfruta como una novela gráfica ni se entiende como un relato que avance en alguna dirección o que al menos tenga bien claro desde dónde parte o a dónde quiere llegar. Para colmo, la técnica del arte de la historieta no está bien ejecutada, pues se hace gala de pocos recursos narrativos propios del cómic que resultan en una puesta en página poco calibrada en lo gráfico, vale decir en el equilibrio entre las viñetas, las cajas de texto y el rotulado.
La obra escrita por Gonzalo Marín se construye con pequeños arcos donde nuestro protagonista, un perro callejero, vive desventuras que le hacen cuestionar la supuesta supremacía moral y evolutiva del hombre sobre las demás criaturas de la creación. Si bien estos pequeños arcos pueden resultar graciosos, la fórmula se hace repetitiva conforme avanza la historia, ya que básicamente siempre es lo mismo una y otra vez. Cambia el fondo, es verdad, a veces se topa con un religioso, otras con un ladrón, otra con algún colega animal y cada encuentro resulta en cuestionamientos loables de nuestra idiosincrasia, pero la fórmula es siempre igual. Hubiese sido más acertado haber expuesto el relato de este cómic a través de pequeños capítulos, o secciones, al estilo de lo que se entiende por una tira cómica más que como como una sola gran novela gráfica.
Lo anterior produce que esta adaptación falle en un elemento crucial de una narración de largo aliento; la construcción del personaje protagonista. Sí, el perro es inocente, a veces divertido o punzante, pero no evoluciona, no cambia, no viaja, no se mueve. Parece más bien vagar por un montón de situaciones azarosas e inconexas donde la historia está constantemente siendo truncada. Es difícil decir que Memorias de un Perro Escritas por su Propia Pata es una novela gráfica si lo vemos bajo este prisma. El problema es que lo es, porque así está presentada al lector.
De lo ya expuesto se puede decir que son faltas leves, y siendo menos exigente podríamos decir que es verdad. Quien lea este libro de a poco, parando en cada aventura de nuestro protagonista, tal vez ni siquiera note estas observaciones. Pero lo que no se puede pasar por alto es la pobreza de recursos que se utilizan para contar lo que se cuenta en clave de historieta. En primer lugar, el dibujo queda reducido constantemente a repetir lo que ya se dijo con el texto. Si la viñeta dice “un día vi pasar un soldado inválido” entonces se dibuja un soldado inválido. Si se dice “me bañaron” vemos al perro siendo bañado o si cuenta “por fin un día corrí furtivamente hacia ella y…” vemos al perro correr.
Estos ejemplos fueron sacados al azar, pues esta reiteración del mensaje a través de los dos canales de transmisión propios del cómic se produce una y otra vez. En el arte de la historieta, palabra y dibujo se deben complementar; a veces se contradicen, a veces se amplifican y otras cuentan dos historias distintas, pero no deben competir ni mucho menos repetir. Cuando eso ocurre es mejor suprimir el texto y crear algunas hermosas secuencias mudas donde los dibujos hablan por sí solos.
En segundo lugar, ocurre un par de veces un error garrafal, error que nace de la falta descrita en el párrafo anterior. Cuando el texto describe algo “complicado de graficar en una sola viñeta” el dibujo recurre a mostrar esquemas que corresponden más bien al lenguaje del libro ilustrado (un lenguaje que no es ni peor ni mejor, solo que diferente al que hoy nos atañe). El ejemplo más claro está en la página 15 a partir de la sexta viñeta, el texto dice “y de algo que en su tiempo debió ser una colcha roja, me hizo unos pantalones” el dibujo por su parte presenta; un “pañuelo” agregando un signo “+” luego unas “tijeras” seguidos por un “=” y el dibujo de unos “pantalones”. Esto no está bien y demuestra una falta de recursos narrativos, o mejor dicho historietísticos, grave.
En otros aspectos, el trabajo de Adrián Gouet es bastante parejo. Tiene un trazo de apariencia simple, muy suelto y expresivo. Con pocas líneas es capaz de decir bastante de los estados emocionales de sus personajes o de diferenciar a los secundarios de manera exitosa. Además, los fondos lucen muy bien cada vez que se los necesita, al igual que las tintas y el achurado. Un punto muy positivo en su trabajo es el dinamismo que logra entregar en las viñetas de acción, para lo cual recurre a diferentes planos, ángulos, líneas auxiliares y a logradas proporciones y expresiones corporales —a pesar de estar más cerca de la caricatura que del realismo— que brindan un trabajo sólido. Esto se debe a que Gouet es en estricto rigor un muy buen dibujante, pero aún le falta para ser un buen narrador de historietas, y debemos recalcar que ambas cosas no son lo mismo.
El rotulado es una deficiencia notable en el libro. El tamaño de la fuente es siempre el mismo, incluso cuando el texto se come más de lo debido a la viñeta, esto sumado a su permanente negrita y de colocar cada caja de texto de izquierda a derecha de la viñeta eternamente en la misma posición, sin jugar con su rol en la composición de página. Esto la hacen parecer aburrida, poco cómplice de la puesta en escena y desactualizada a las formas o técnicas que hoy conoce el noveno arte.
La edición es de buena calidad, tapa dura, de hojas blancas, lisas y opacas de alto gramaje que hacen que los negros se luzcan al estar bien fijados en la superficie y que no se traspasen hacia el otro lado de la página.
En conclusión, Memorias de un Perro Escritas por su Propia Pata es una adaptación que no puede plasmar sus buenas intenciones en una buena novela gráfica. Sus constantes desaciertos en la forma en que se eligió presentar el relato la alejan de ser un trabajo bien logrado en cuanto historieta se refiere. Aun así, quien logre enganchar con su humor o encuentre acertada sus picarescas reflexiones y le dé más peso al mensaje de fondo ponderando con mayor aprobación sus aciertos, probablemente la disfrute y pase un buen rato.
En papel
Letra Capital Ediciones publicó el 2015 la primera edición de Memorias de un Perro Escritas por su Propia Pata, con encuadernación rústica, a un precio referencial de $13.000 en blanco y negro, 60 páginas (55 de cómic + material adicional) con tamaño de 16,8 x 23 cm.