La Muerte de Gwen Stacy y el fin de la Edad de Plata
Si alguna vez llegas a preguntarte "¿Dónde hay un antes y después en el mundo comiquero?", debes dirigirte hasta The Amazing Spider-Man #122-123 y usarlos como una buena guía para encontrar un ejemplo. “Turning Point” y “The Green Goblin’s Last Stand” bien marcan un punto de quiebre en la narrativa de las historietas de superhéroes en general, más específicamente, en el mundo del arácnido. La muerte de Gwen Stacy, la novia de Peter Parker es, de hecho, uno de los hitos que define el fin de la Edad de Plata de los cómics.
Más que mal, se trata de la primera vez que la novia del protagonista fallece. Y posterior a esto, llega la muerte del principal villano de nuestro héroe, el cual, por supuesto, se adjudica esa culpabilidad que tan bien define a Spider-Man.
Pero primero, retrocedamos un poco. The Amazing Spider-Man #121 y #122 nos llevan de vuelta al que es, quizás, el conflicto villanesco principal que tiene nuestro querido Peter Parker: Norman Osborn, figura paternal, genio dividido, y por supuesto, el rostro detrás del Green Goblin, quien a estas alturas en el argumento no tiene recuerdos de aquella doble vida. Sin embargo, la presión de sus inversiones fallando, los problemas de su carácter y el hecho que su hijo Harry Osborn está en el punto cúlmine de su adicción a las drogas lo rompen, provocando que todas esas memorias vuelvan a él y entre ellas esté la más preciada: Peter Parker es Spider-Man. Esto sólo desencadena un sentimiento de gran venganza y terror, amenazando al círculo más cercano del arácnido.
¿Y quién más cercano que Gwen Stacy, el amor de la vida de Peter?
Más que memorable y parte del colectivo de la cultura pop es aquella batalla en el Puente de Brooklyn donde el Duende lanza a Gwen desde la máxima altura, provocando esa salvada, fallada y mortal, con la que Spider-Man, al afirmarla con la telaraña, roba su vida.
Y con el fin de esa vida, también se define el fin de una era. El número siguiente marca tres punto significativos que, junto a la muerte de Gwen, cambian para siempre la dinámica de Spider-Man: la muerte de Norman Osborn, la caída final de Harry Osborn y, finalmente, la decisión de Mary Jane Watson.
Pero volvamos a Gwen. Es conocido a estas alturas que, en pleno 1973, Marvel Comics no sabía cómo hacerla progresar como personaje. Convertida totalmente en un personaje en blanco, creado como interés amoroso a quien su espejo, la pelirroja Mary Jane Watson, debía realzar. Inteligente, independiente, completamente enamorada de Peter, pero con un miedo y odio hacia Spider-Man que, narrativamente, la había empujado a un limbo. La muerte de su padre, el Capitán Stacy, en circunstancias relacionadas al arácnido la habían llevado a odiarlo. Esto, sumado a la tozudez de los guionistas de no permitirle conocer la identidad secreta de su amado, la habían convertido en un personaje cada vez más blando, cuyo único rol era angustiarse.
Todo esto se acumuló hasta la llegada del guionista Gerry Conway, quien le dio su punto más álgido con un amargo desarrollo de carácter: su muerte. Con aquel Snap!, Gwen Stacy se convirtió en el primer interés romántico serio en morir por culpa del superhéroe. Y también con aquel evento se le permitió ascender hasta la perfección, la que ni clones ni hijas con el peor villano podían alcanzar. Una ascensión al cielo con el tío Ben y los papás de Bruce Wayne, la trinidad de muertos comiqueros.
Pero no se puede cerrar el capítulo sin mencionar los otros puntos alcanzados en ASM #122. La muerte de Gwen no termina de tomar significancia hasta la catarsis del número siguiente, la caída “definitiva” de Norman Osborn, quien no volvería a resurgir sino que para terminar uno de los episodios más pobres narrativamente hablando del Trepamuros en la infame "Saga del Clon".
Harry también tiene su caída en su momento de mayor debilidad, sucumbido ante su baja autoestima, la relación con su padre y amigos, sus ambiciones y, por supuesto, su necesidad para ser visto por su mejor amigo, tiene su clímax en su patético grito por ayuda —“No me dejes Peter, estaré tan solo”— que Peter, loco por la pérdida de Gwen, rechaza fríamente. El empujón que necesitaba en la génesis que tendrá como villano en un futuro.
Y el epílogo es el giro que buscaban con MJ, pareja de Harry y mejor amiga de Gwen. Y claro, enamorada de Peter —y Spider-Man—. Cuando Parker le da un trato parecido, un desprecio sin honor tras el confort que ella le ofrece —“No me hagas reír, Mary Jane. No te lamentarías si tu propia madre muriera.”— y MJ decide por un momento irse y dejarlo. Pero en la puerta, como si pudiera ver que el camino de su futuro y destino está en esa habitación, la pelirroja sucumbe ante el amor… cierra la puerta, quedándose con él. Con Peter, con el amor de su vida.
Estaba claro que a Conway le gustaban más las pelirrojas.
Esta escena es un punto de inflexión en la vida de Mary Jane. Después de esto no hay vuelta atrás. Es el inicio del romance más icónico de Spider-Man, donde la historia entre la pelirroja y el arácnido comienza, llena de desventuras, secretos, peleas, amor y descontento. Todo el romance entre MJ y Peter se inicia con ese simple click!, cerrando una puerta, dejando fuera el amor propio y manteniéndose por el amor a otro.
Puede que sea empujar la teoría, pero las puertas tienen vital importancia en esta relación. La presentación oficial de MJ se hace precisamente cuando Peter, sin dejar de pensar en Gwen, abre una de estas puertas para conocer a la sobrina de la vecina, aquella muchacha de la que se venía hablando hace tanto. El clásico "Face it, tiger... You just hit the jackpot!" debe ser una de las viñetas más homenajeadas bajo el concepto de relaciones románticas.
Puertas con significado que se han repetido a lo largo de su relación, como cuando, tras rechazar su primera propuesta de matrimonio, MJ regresa a New York con aquella recordada confesión: ella siempre ha conocido su identidad secreta, resonando nuevamente la puerta cerrada del #122, que MJ entiende el dolor de Peter, que va más allá de ser el novio que perdió a su amor. MJ sabe cuál fue su rol en aquella terrible y fatídica noche.
Confesión que, poco tiempo después, la acercaría a aceptar ser su esposa. El matrimonio que, pese a los intentos de ciertas personas, sigue siendo uno de los más interesantes e importantes para los fans —y sí, aún pese a que ha pasado justo una década desde One More Day—.
Podría haber sido interesante ver qué habría pasado si a las cabezas de Marvel se les hubiera ocurrido otra forma de ocupar a Gwen y permitir que se transformara en algo que su génesis había dictado, el amor eterno de Peter. Si la hubieran dejado avanzar más allá de ser el interés amoroso del superhéroe. Porque ASM #121 marcó ese hito, ese cambio y ese punto de inflexión. Es esa primera muerte del personaje femenino más importante, un recurso barato al que se convirtió después, con todas esas mujeres en refrigeradores que ha habido —y habrán, lamentablemente—.
Un cambio definitivo, sin dudas.