"El Viudo: La Cueca del Manco" (2014): Santiago está vivo
En mayo del 2014 se publicó "La Cueca del Manco", el primer volumen de la saga El Viudo, que de inmediato se hizo popular por su buena factura artística entre los lectores de historieta nacional. Una prueba de ello es que se adjudicó el reconocimiento de ser la Mejor Cómic Chileno en los Premios FIC del siguiente año.
EL VIUDO: LA CUECA DEL MANCO
Editorial: Dogitia Editorial
Publicación: 06/2014
Guion: Gonzalo Oyanedel
Arte: Rodrigo Campos, Juan Márquez
Tintas: Cristian Docolomansky
Rotulado: Maycols Alfaro
8 / 10
En esta primera entrega seguimos los pasos de El Viudo, un vigilante santiaguino de la década del cincuenta, quien recorre Santiago tratando de hacer más justa y digna la vida de los ciudadanos que peor la pasaban en aquel periodo convulsionado de nuestro país. Esto mientras en paralelo investiga una conspiración de alcances internacionales en las clases altas de la nación.
El relato hereda las típicas cualidades que ofrecen historietas norteamericanas de héroes/vigilantes de mediados del siglo XX, claro que en sus versiones más serias —o adultas, si se quiere— como por ejemplo el conocido The Shadow. Desde estas bases, y con su manual bajo el brazo, el relato no pretende revolucionar o experimentar con la narrativa de su género, más bien tiene todo su interés en estar bien medido y controlado, ocupando a su favor las reglas del juego ya sabidas por todos. El resultado es sin duda favorable: la historieta se deja leer, es interesante, clara y coherente con lo que propone, y su gran virtud es sin duda un guion muy fino, poco novedoso pero muy eficiente, limpio y armado después de todo.
Santiago como personaje
La trama de "La Cueca del Manco" en términos formales presenta a El Viudo en sus recurrentes misiones por los barrios marginales de la urbe a la vez que, sin quererlo ni entenderlo, se ve envuelto en lo que probablemente es el caso más grande en el que ha participado, que involucra a personalidades poderosas de Santiago y que pone en peligro como nunca antes a sus aliados. De esta forma recorremos junto a nuestro héroe las calles de un Santiago que ya no existe, escuchamos la voz de sus dirigentes políticos y el grito de las clases obreras que esperan que las promesas de progreso y bienestar que vienen escuchando desde principios de siglo se hagan realidad de una vez por todas.
La estructura del relato gira durante sus sesenta y seis páginas sobre la construcción del personaje principal absoluto de la obra, El Viudo, y en dejar todo planteado para el siguiente volumen de la saga. Conocemos en estas páginas sus aliados, métodos y misión. Además, vemos atisbos de su conflicto personal dejando en secreto su real motivación para más adelante, otorgándonos el misterio justo para dotarlo de un aura enigmática necesaria para que el personaje guste lo suficiente. Un punto interesante es que la construcción del vigilante santiaguino es a la vez la deconstrucción del Chile de los cincuenta. A medida que más completo y redondo se nos hace nuestro héroe, más nos interiorizamos en las grietas de la sociedad de la época, de sus conflictos, sus anhelos, sus luchas y su miseria.
Santiago es un protagonista más del relato y sus grietas son los caminos del héroe. La dinámica de espejo entre el enmascarado y su ciudad resulta impecable, porque entendemos que lo que le pasa a uno le afectará al otro de forma significativa. De ahí que resulte acertado que el villano del relato sea un oligarca que pretende trazar a sus antojos y beneficios el futuro de la ciudad y, en consecuencia, el destino de sus habitantes.
Si bien estos antagonistas están apenas presentados, se insinúa lo suficiente para hacernos creer que la contienda del héroe será compleja de superar. Esta intuición nace de la atmósfera psicológica que aparece en el breve encuentro entre El Viudo y su adinerado rival. Se nos da a entender que estamos ante el último episodio de la historia de Chile en que hombres pequeños, pero extraordinarios, podían hacerle frente a los dueños del país con la esperanza de torcer el destino de la nación, en una aparente igualdad de condiciones. Hoy sabemos en qué resultó aquella época de aspiraciones nobles y por lo mismo este cuento se degusta a melancólico y trágico, a pesar de estar probando recién sus primeros sabores.
Una notable característica de este héroe local es que actúa en manada. No está preparado para todo y por eso se apoya en su círculo cercano para poder solventar sus múltiples deficiencias. Estos personajes secundarios están tratados con mucho cariño, todos son presentados con el debido espacio y ungidos con pequeños conflictos menores para que simpaticemos con sus dramas propios. Además, en algunos puntos el relato recurre a flashbacks, bien dosificados a lo largo del libro, que resultan muy eficientes para darle espaldas anchas a la historia relatando de forma precisa tanto los contextos históricos de la sociedad como el trasfondo de los ya mencionados secundarios. El guion está fino en los diálogos de estos personajes, pues cada voz, tanto de los aliados como de los villanos, aportan a construir al protagonista y por tanto al relato.
El Santiago que ya no existe
Los dibujos de este libro recaen en dos nombres. El tramo principal corre a cargo de Rodrigo Campos, quien está entintado por Cristian Docolomansky. El estilo del arte es realista y detallista cuando se lo propone, algo que le viene excelente a la novela gráfica tanto por forma como por estilo. La narración es de ritmo impecable, basado en viñetas cuadriláteras de tamaños semejantes repartidas de seis a nueve (casi siempre) por página, nunca excesivas como para ahogar la plana. Bajo esta lógica podemos concluir además que las composiciones de páginas son tradicionales y fáciles de leer.
El relato no abusa de viñetas grandilocuentes o de dibujos que nos quieran enrostrar lo bueno que son los dibujantes. Todo se siente bien planificado o medido, sin extravagancias de planos o ángulos, pero de alta fluidez a la hora de narrar. Las secuencias de acción y las dramáticas en general se plantean de buena forma, exceptuando por un splash page doble en las páginas 44-45 que resulta insípido cuando tuvo que ser mucho más intenso. De seguro es algo que los autores lamentan, porque el resultado de la viñeta más amplia y potente es mediocre por donde se le mire.
Un agradable descubrimiento es lo jugado —sin contar aquella lamentable excepción ya mencionada— que se ven con los fondos. Santiago luce muy romántico y eso es genial, porque aunque no se diga de forma tan textual, "La Cueca del Manco" es un relato crepuscular. Estamos atestiguando el ocaso de una forma de vivir, creer y convivir que inevitablemente está llegando a su fin. Esto mismo puede convertirse en un reproche al apartado gráfico y guion, pues estos fondos que dan vida a la ciudad dentro de la historia van desapareciendo conforme avanzamos al desenlace.
Creo que el guion tuvo que ser más generoso con aquella fragancia nostálgica que se respira tan dulce en las primeras páginas, ya sea con algunas secuencias mudas o de contexto que nos permitieran la oportunidad de caminar, no solo mirar de un punto fijo como más de alguna vez ocurre, sino la de recorrer por aquel Santiago que ya no existe. Destacar también las secuencias de persecución nocturnas que vemos al final del relato, que lucen hermosas. Siempre es difícil que en una obra en blanco y negro con un arte detallista se logre hacer bien la diferencia entre el día y la noche o los espacios cerrados de los abiertos. Acá se hace muy bien.
Las páginas del interludio corren a cargo de Juan "Nitrox" Márquez, donde se la juega a fondo con el entintado oscuro para tratar de dar con la atmósfera de secretos que tiene lugar en la conversacional que presenciamos. Luego, los fondos desaparecen con el fin de darle intensidad a la secuencia de acción, que dosifica de buena manera el diálogo más pausado con el que empieza y termina este segmento. Son pocas páginas pero bien logradas.
No puedo terminar esta revisión sin mencionar dos cosas. Lo primero es aplaudir lo bien que está rotulado esta novela gráfica. La historieta chilena adolece de forma desconcertante de buenos rótulos en sus páginas, por lo que se agradece ver un trabajo profesional como este de Maycols Alfaro. Los globos de textos siempre bien ubicados, bien estilizados, con tipográfica ad hoc, en general muy bien. Lo segundo es la edición. El libro tiene el tamaño que es casi un estándar en la historieta local que se hace muy agradable de llevar y de leer. Está bien compaginado y con una encuadernación rústica de calidad. Por ahí me hubiese gustado más una edición con hojas cien por ciento blancas, esto hubiera hecho ver mucho mejor el trabajo de los dibujantes. Supongo que por una cuestión de costos se eligió un papel marrón. Una lástima.
Conclusión
En conclusión estamos ante una muy buena historieta nacional que ilusiona con ser el primer acto de una saga imperdible para la historieta chilena. El guion está finísimo, con un personaje principal extraordinariamente bien presentado y con todo un contexto afectivo, situacional y psicológico bien trabajado. Tal vez podamos criticar que la estructura de la novela gráfica sea muy apegada al ABC de estos personajes, pero es innegable que se ha ejecutado con oficio y talento.
El apartado gráfico se pone al servicio de la historia, entiende su carácter más utilitario en esta parte del relato, pues estamos recién poniendo a cada jugador en su lugar y explicando las reglas del juego, y es de esperar que más adelante, con la historia encaminada, el guion pueda ofrecer a los dibujantes espacio para secuencias más largas y jugadas para poder ver bien el potencial de estos buenos artistas chilenos. Lo único que hace que este libro no sea compra obligatoria es su condición de primer acto, de primer episodio de una serie que aún no sabemos hacia dónde decantará, además de algunos detalles menores.
Dicho esto, El Viudo: La Cueca del Manco es un relato que interesa y seduce, realizado con alto nivel artístico y que deja una gran sensación luego de ser leído.
En papel
Dogitia Editorial publicó el 2014 la primera edición de "La Cueca del Manco", con encuadernación rústica con solapas, a un precio referencial de $5.000 en blanco y negro, 80 páginas (62 de cómic + material adicional) con tamaño de 15 x 23 cm.