Reflex-ion-ando: Logan y la violencia
Laura: Tuviste una pesadilla.
Logan: ¿Tú tienes pesadillas?
Laura: Sí. Gente me hace daño.
Logan: Las mías son diferentes.
Laura: ¿Por qué?
Logan: Yo daño a gente.
(…)
Laura: Yo le he hecho daño a personas también.
Logan: Tendrás que aprender a vivir con eso.
Laura: Eran gente mala.
Logan: Aún así…
Lo que más me gustó de Logan (2017) es esa dolorosa situación de transformar e invertir aquello para lo que fuiste formado, que, en el caso del protagonista, es ser una máquina de matar formidable —rasgo que comparte con su pequeña hija genética—. En el fondo es cómo tomamos dones o herramientas como declaraciones de guerra y finalmente como armas. Ya lo había planteado Arrival (2016), la diferencia entre una "herramienta" y "arma" es sutil y puede que sea difícil descubrirla.
Y por eso me gusta también esa paradoja que la misma película sufre: quiere que sus protagonistas dejen de ser lo que fueron diseñados y se conviertan en algo más: que puedan ser una familia. Pero es cine, del género de superhéroes nada más y nada menos, y debe mostrarnos violencia, debe darnos acción y jugar en ese terreno. Logan es una película que quiere librarse de la violencia y, por momentos, solo lo logra haciendo uso de la sangre una vez más, la vez que termine con todas.
La película parece ser consciente de sí misma, de verdad lo creo. Trajo una madurez al género en conjunto a una autoconciencia deliberada. Pero creo que muchas veces su público no lo es, no notan cómo opera la crueldad en nuestras vidas, día tras día. Creo que no son conscientes a la hora que llevan niños pequeños a ver este film al cine. Creo que muchos no se dan cuenta cuando ríen y gozan con toda decapitación o muestra de violencia "categoría R" que la cinta se toma el tiempo de mostrar. Pienso que James Mangold, el director y uno de los guionistas, buscó presentar que Logan sufría con cada asesinato cometido, y en cierta forma, yo sufría al ver las consecuencias de sus actos. Me dolía verlo matar una y otra vez, como esperando que alguna vez termine esa forma de vivir.
Pero, claro, a algunos eso les parece gracioso, y quizás muchos salieron diciendo que la película es buena, entre otras cosas, “porque es sangrienta”. Creo que es lamentablemente inevitable. Necesitamos ver a los personajes como armas para que puedan descansar de serlo, necesitamos verlos como una posibilidad de familia para inmediatamente destruir a esa familia “espejo” que se nos presenta, como consecuencia de esa violencia institucional, reproductora, que nos persigue hasta atraparnos. Literalmente hay "otro" Logan que es solo arma, una versión más joven y más útil para estos fines. Pero sigo sintiendo que muchos no lo verán así, y es cuando no sé si la película triunfa en su trato de la violencia, si la gente no puede entender la triste ironía de que, en parte, seamos culpables de que esos excesos generen el dinero que generan.
Dejé la sala comentando estas cosas a mi compañera de cine y de vida, con quien veo películas desde hace mucho. Hablamos de lo paradójico de intentar huir de la violencia que te forma, que te va determinando. Tomamos la micro y seguimos conversando, toco el timbre y solo para estar seguro toco otros dos timbres más. La micro no se detiene en el paradero ni tampoco en la otra cuadra, y cuando se detiene en un semáforo le grito “la puerta por favor”. El chofer me mira pero no dice nada. Y aquí es donde hago mi confesión: tiendo a molestarme mucho —más de lo normal, y no me enorgullece— en instancias de transporte público; casi me he agarrado con taxistas, he hecho chocar autos obligándoles a respetarme el paso de cebra, etc.
Tras este problema intento tener un diálogo con el chofer a metros de distancia, pidiéndole que nos abra la puerta, con él respondiendo que debía tocar el timbre. En medio del diálogo siento que me intenta provocar muy sutilmente, como si haberle mandado un garabato y golpear la puerta fuera la respuesta más adecuada, la más normal y una en la que ambos nos podríamos sentir más cómodos. Porque la violencia es más esperable, echarnos unas chuchadas por un par de cuadras es el camino más sencillo. Abre la puerta, nos bajamos, y yo aún sigo sintiendo algo en mis piernas, un pequeño nervio que me decía “es algo difícil mantener el control”.
Ella me dice que posiblemente puse nervioso al chofer, hablaba fuerte pero no gritaba, me quejaba pero no insultaba y mantuve un diálogo respetuoso pero molesto. La gente más loca tiende a ser bastante educada, y eso sí puede asustar. Yo, por mi parte, me sentía orgulloso de poder dirigir tantas energías violentas acumuladas de una forma coherente, una que quiera cultivar, una que me gustaría predicar. Porque no quería ser un arma de violencia, de frialdad, eso que somos entrenados a hacer. Porque también quiero una familia que funcione de otra forma. Porque pensé que ese era el mensaje de la película, cinta que me gustó y la consideré relevante.
Cinco minutos después de bajarnos de la micro, discutí con mi compañera de algo que ni siquiera puedo recordar de lo poco relevante que fue, peleé con ella, grité y me enojé. Fui cordial con un extraño, pero agresivo con la persona que más me conoce. Una vergüenza. Paradójico fue, como una triste ironía. Como Logan. Perseguido, y a veces, atrapado por la violencia, pero al igual que en la película, con un camino distinto dispuesto a tomar.