"Wonder Woman" (2011) de Brian Azzarello y Cliff Chiang: dioses, mitos y mentiras
Si hay algo que debemos agradecer a esa iniciativa editorial que fue The New 52 es que, a pesar de su mala ejecución, nos pudo brindar un par de joyas interesantes dentro del panorama estadounidense. Si bien de las -literalmente- 52 colecciones, pocas dieron la talla en creatividad, no se puede negar que hubo movimientos interesantes a la hora de conformar equipos creativos.
Uno de los más peculiares fue el tándem formado por Brian Azzarello y Cliff Chiang en la colección de Wonder Woman. Azzarello, consagrado escritor con influencia de la novela negra, y en ese entonces un poco aprovechado Chiang fueron los encargados de darle un aire nuevo a las aventuras de la amazona creada por William Moulton Marston en 1941. Y es que por simple que pueda parecer, hasta hace unos años pienso que la gente daba por sentado al personaje. Si lo meditamos bien, la Princesa Amazona ha tenido bastantes altibajos a nivel editorial, siendo la etapa de George Pérez una de las últimas en ser aclamadas de manera unánime tanto por crítica como por fans.
Me baso en esto último para decir que la existencia e influencia de Wonder Woman tiende a asumirse, pero casi nadie se da por aludido con las numerosas etapas escritas por distintos autores modernos que no dieron la talla con el personaje (siendo ejemplos claros Gail Simone o J. Michael Straczynski, quienes tuvieron una tibia recepción).La heroina debiera estar en constante renovación debido a su origen progresista, pero numerosas veces la han limitado a ser un adorno femenino del Universo DC.
La mayor importancia de la etapa que nos convoca es haber puesto a Wonder Woman lejos de su zona de confort y remecer su caracterización sin alterar los cimientos originales. Azzarello se decantó por una desmitificación completa del mito sin alterarlo demasiado pero, cuando lo ha hecho, ha sido de manera profunda.
Uno de los primeros derivados de esto ha sido la representación de la galería de dioses y mitos griegos a los cuales este personaje está atada. Así es como retrata el panteón olímpico, compuesto de individuos que buscan sus propios objetivos, mostrando celos, traiciones, confabulaciones y desconfianzas, algo que si bien no es original sí lo es en su aproximación: las leyendas originales están llenas de violaciones, padres que se comen a sus hijos, así como otras situaciones horrorosas de las cuales Azzarello tomó inspiración suficiente para hacernos creer que estas versiones son capaces de eso y más.
Esto funciona como una modernización del mito antiguo, alejándose del tono romántico o grandilocuente de otras etapas de la amazona, dándonos una representación más fresca de lo clásico. Quizás sea esta influencia antigua lo que haga al escritor colocar como contrapunto a los Nuevos Dioses de Jack Kirby en algún momento de su etapa, como una forma de contraste extremo entre personajes que son más parecidos de lo que pensamos. Una de las decisiones más acertadas, si me lo preguntan.
Un trabajo similar se hace al representar a las amazonas mismas dentro del cómic. Aquí las flechas dan más fuerte dado que hasta ahora, el pueblo origen de Diana habia sido representado como un idilio llamado Isla Paraíso donde ese aislamiento dio frutos de perfección, al menos como sociedad. En esta etapa ese retiro tiene consecuencias mucho más siniestras, representando una sociedad elitista en extremo, con una xenofobia imperante y un inquietante ramillete de ritos y actividades sociales que a lo menos son cuestionables para el lector. De aquí deriva uno de las decisiones más interesantes dentro de la etapa: el alejamiento de Wonder Woman de Themyscira por escasa identificación del personaje con su pueblo origen.
Todos estos elementos tan desmitificadores en el statu quo del personaje sirven como herramienta para hacer destacar unos personajes que crecen conforme el relato avanza, haciéndolos tan humanos que nos dan el legítimo deseo de querer saber en dónde terminarán. Wonder Woman es el ejemplo perfecto de est porque pasa diferentes etapas, partiendo por la decepción y la rabia, y terminando en lado opuesto de la vereda donde comenzó, llenándola de compasión y tranquilidad.
Azzarello hizo un gran trabajo caracterizando a los protagonistas, dotándolos de sentimientos e imperfecciones que los convierten en blancos fáciles para identificarse con ellos —sobre todo en el sinnúmero de secundarios que pululan a medida que avanzan los números— y que evolucionan tanto separados como en conjunto. Éste a mi juicio es el punto más fuerte del trabajo de su trabajo, realizar caracterizaciones sin recurrir a movimientos escabrosos o de impacto, sino en forma pausada y natural.
Sin bien hasta aquí todo son alabanzas, también creo que el escritor tiende a estirar más de la cuenta ciertos momentos de su etapa, algo que parece ser una piedra con la cual tropieza más de una vez en su carrera, restando interés en el punto medio del relato (especialmente porque su inicio y su final son tan intensos e interesantes que la parte media contrasta demasiado). Este patrón es algo que Azzarello repite muchas veces, por ejemplo en 100 Bullets, saga donde este problema es notorio en los arcos argumentales de los "maletines negros".
En el apartado gráfico, Cliff Chiang representa este renovado atajo de conceptos de forma muy solvente. Si bien puede que sus diseños sean mejorables, no se le puede criticar por no intentar ser lo más original posible. El artista compuso páginas de forma clara, dando poco espacio para la confusión, dejando a la vista acciones, pensamientos y reacciones de los personajes. Sin embargo, aparentemente el profesional carece de velocidad para seguir una colección mensual, siendo necesario un dibujante de apoyo.
Esa responsabilidad recayó en Tony Akins, un veterano que da bastante bien la talla, siendo sus diseños los más interesantes dentro de la colección —Poseidón, Hades y el Infierno aparecen por primera vez en números dibujados por él— pero a cambio de un estilo distinto que engancha menos que Chiang (esto sin llegar a molestar). Akins es reemplazado en el tramo final por Goran Sudžuka, otro dibujante antiguo que comparte estilo con su predecesor debido a puntos comunes en su carrera. De todas formas, el arco final de esta etapa es dibujado por Chiang como los dioses mandan para mantener al máximo el efecto de cierre.
Los colores de Matthew Wilson son los principales cómplices del dibujo de Chiang, dotándolo de mayor volumen y profundidad gracias a degradaciones y efectos de luz muy bien usados. Wilson usa una paleta de colores que se mueve entre los tonos pasteles y uno que otro color eléctrico de acuerdo al impacto de la alguna escena particular. Sí creo que su trabajo destaca menos con las páginas de Akins y Sudžuka debido al estilo más volumétrico que manejan estos autores —opuesto al diseño más plano del dibujante principal—, pero el colorista termina por ser el eslabón que une estos estilos tan diferentes dentro de la colección.
Sin duda, Brian Azzarello ha sabido aproximarse al mito de Wonder Woman con la suficiente pericia para poder darnos una etapa muy interesante y estimulante —completamente alejada del universo DC tradicional salvo un par de elementos puntuales— y que es lo que el personaje necesitaba para mantenerse relevante y no ser una mera comparsa dentro de la editorial. Ayudado por un excelente Cliff Chiang, Tony Akins y Goran Sudžuka, Wonder Woman (2011) puede quedarse perfectamente en el panteón olímpico junto a las etapas de George Pérez o William Moulton Marston. Y es que necesitamos llenar más ese espacio.