"Alien: Covenant" (2017): un film para los fans de "Prometheus"
¡Los xenomorfos están de regreso! Bueno, eso quiso hacernos creer el markenting de Alien: Covenant, la nueva entrega de Ridley Scott que pretende atar cabos sueltos entre el clásico de 1979 y Prometheus, su tardía precuela estrenada en 2012. El resultado es un mash-up extraño de dos tonos opuestos que buscan alojarse en una estructura narrativa recurrente en la saga, pero sobrecargada con densos discursos filosóficos que arrebatan protagonismo a elementos centrales. Un film disfrutable para el público nuevo, pero ciertamente por debajo de las expectativas.
La película sigue las desventuras del Covenant, una nave de colonos que desvía su rumbo inicial hacia un mundo desconocido con mejores condiciones atmosféricas. Por supuesto nada podía salir bien: este planeta esconde los secretos del Prometheus, una expedición humana perdida hace diez años cuya tragedia terminará por iniciar caos de Alien (1979). Sin embargo, en esta ocasión los villanos no son monstruos asesinos, sino un personaje con delirios de dios.
Con esto Ridley Scott pretende seguir el camino iniciado con Prometheus e instaurar en la saga un trasfondo interpretativo que antes no tenía. Si la película del 2012 se trataba sobre el origen del hombre, Covenant aborda los tópicos de la evolución, el cáncer como falla sistémica y el doble (doppelgänger), esto último en manos de David y Walter, dos personajes interpretados por un inspiradísimo Michael Fassbender.
Prólogo I de Alien: Covenant. No está incluido en la película.
Los guiños bíblicos están a la orden del día, siendo “Covenant” —en referencia a la promesa de Dios de no volver a inundar la Tierra luego del diluvio— el título de un film que en primera instancia se llamaría “Alien: Paradise Lost” (Paraíso Perdido). La cinta también avanza en la cronología de la saga y nos presenta el origen del xenomorfo, la bestia diseñada por H.R. Giger hace 33 años.
Pero todo este planteamiento tiene fallos centrales que cansan al espectador. Los primeros cuarenta minutos son tan visualmente impresionantes como aburridos, pues el build-up de los personajes ocurre sin mayores sobresaltos, suspenso o expectación. Dicha primera parte de la cinta esta seguida por un abuso del exploitation, gore sin sentido y litros de sangre de personajes irrelevantes con quienes es imposible conectar. Scott simplemente pretende embutir más conceptos de lo que soporta el guion.
La transición entre ambas mitades de la película —la propiamente reflexiva y aquella basada en la acción— se siente incómoda, forzada, simplemente creada para quienes buscaban ver extraterrestres matando gente. En último término solo queda conformarse con el discurso filosófico del villano, pues es coherente con los sucesos de Prometheus. Si disfrutaste esa película, su ritmo aletargado y basado en el impacto antes que la construcción de un terror inteligente, Covenant será para ti. Nunca para quienes esperaban algo como Alien.
Los xenomorfos son un asunto aparte: efectivamente están de regreso, pero nunca se sienten como una amenaza en cuanto son meras herramientas del villano principal. Si la película original solo requería de cuatro minutos para espantar al espectador, todo esto gracias a una construcción de ambientes opresivos con mucha tensión, aquí corren por los campos y las naves siempre como monstruos visibles y rápidamente eliminables. El enfrentamiento final contra ellos está lleno de referencias a los clásicos, pero por lo mismo resulta menos emocionante y totalmente predecible.
Prólogo II de Alien: Covenant. No está incluido en la película.
Por otra parte, la mayoría del cast se divide entre una lista reducida de personajes que, o bien se sienten extremadamente inexpertos para asegurar su propia supervivencia con decisiones inteligentes (¿En serio nadie usa cascos en atmósferas desconocidas en el año 2104?), o simplemente son demasiados insignificantes para recordarlos. Múltiples veces los colonos con potencial hallaron su final ante fieros enemigos en forma poco convincente, como un charco de sangre.
La cinta sí tiene suficientes fortalezas, pues aparte de Fassbender hay dos personajes que sostienen la película: Daniels (Katherine Waterson) y Tennessee (Danny McBride). La primera encarna al clásico personaje femenino que requiere la saga, algo así como una “versión Coca-Cola Zero” de la aguerrida Ellen Ripley, mientras que el segundo entrega una cuota de emocionalidad y dramatismo al film. Esto es especialmente destacable si consideramos que el director sacó provecho a un actor más conocido por obras de comedia.
También se puede aplaudir la fotografía y el escenario que levanta la producción, con montañas y bosques extensos, o la nave en la que viajan los protagonistas que recuerda a las primeras producciones de Alien. Hay muchas cosas en pantalla dignas de verse y la película requiere más de una pasada para apreciarlas, aunque ciertamente no podríamos destacar la originalidad de los diseños (Giger está muerto y aquello pesa en la producción visual).
Seremos escépticos a la hora de recomendar esta película: es divertida y tiene puntos positivos, pero está por debajo de las expectativas. Quizás mejore en nuestra memoria años más tarde, cuando se sacuda el marketing que prometía un esplendoroso regreso a los elementos centrales de la sala. Lo intenta, pelea, busca conseguir lo mejor de Prometheus y Alien, pero muchas veces termina por sacar lo peor de ambas. Un espectáculo triste pero capaz de entretener si vas con pocas esperanzas.