Rumbo a Secret Empire Parte II: Nick Spencer y la política
Seguimos analizando algunos aspectos clave para entender en mayor profundidad el actual evento en que se encuentra sumido Marvel Comics, Secret Empire. En el artículo anterior entregamos más información acerca del Cubo Cósmico, artefacto responsable de alterar la historia y recuerdos de Steve Rogers para transformarlo en un agente de la organización extremista Hydra. Hoy, nos enfocaremos en otro aspecto de los títulos que han desembocado en el estatus actual, que ha traído réditos pero también grandes dolores de cabeza a la editorial: su gran carga política.
Las series del guionista Nick Spencer, Captain America: Sam Wilson y Captain America: Steve Rogers, son algunas de las series más cargadas de política de la escena comiquera actual. Spencer está claramente influenciado por las historias del Captain America de los setenta y ochenta, las de Steve Englehart, Mark Gruenwald y otros. Su etapa hasta ahora ha estado marcada por un claro retorno a los temas de la política actual, desmarcándose del trabajo previo con el personaje, pues la etapa de Ed Brubaker fue un thriller de espionaje, mientras que el de Rick Remender estuvo enfocado a la ciencia ficción. El resultado es un titulo interesantísimo y controversial a partes iguales.
Spencer es un autor que se hizo un nombre a través de un puñado de títulos publicados por Image Comics, como Morning Glories y Thief of Thieves, por ejemplo. En las majors, antes de obtener la notoriedad actual, escribió títulos como Action Comics, Supergirl, Secret Avengers y Avengers World. Su discurso político, sin embargo, tiene un inesperado trasfondo personal, pues en el pasado trabajó para un político demócrata e incluso fue candidato para ocupar un puesto en el Consejo Ciudadano en Cincinatti. Así que a la hora de ese tipo de discursos, pocos autores tienen la experiencia real que acarrea Spencer, vivencias que se conjugan perfectamente con las influencias de aquellos autores de tinte progresista que llevaron a que The Falcon, un miembro de las minorías afroamericanas, se convirtiese en un personaje que se codeaba de igual a igual con el símbolo superheroico estadounidense por excelencia, y que incluso hicieron que Steve Rogers renunciara al escudo como protesta por la corrupción que carcomía la estructura gubernamental del país del norte.
Desde un principio, Spencer ha usado la diatriba política como arma. En la primera entrega de Captain America: Sam Wilson, nuestro héroe se enfrentó con los Sons of the Serpent, un grupo de vigilantes que atacaban inmigrantes ilegales en la frontera con México. El autor los representó como analogías de los nacionalistas de tendencias políticas de derecha, lo que generó rápidos reclamos de que Spencer había convertido al Capi en un héroe de izquierda. A partir de ahí, y por varios números, se dedicó a revolver las aguas de los lectores conservadores poniendo en la boca de supervillanos frases que sin duda pueden ser calificadas de tradicionalistas. En el #009, por ejemplo, Viper le dice a Joaquin Torres, un inmigrante mexicano y actual Falcon, que "lo que me carcome es la felicidad con que ustedes gastan el dinero de otras personas. Ustedes no quieren trabajar. Solo quieren...¿cuál es el término?. Ah, sí, cosas gratis."
La aparente polarización del guionista se vuelve innegablemente explícita al condensar todas las fuerzas que se oponen a que Sam Wilson utilice el escudo, símbolo del patriotismo, en tres personas que manifiestan cómo la corrupción, los intereses personales y el tráfico de influencias son el cáncer de muchos aparatos estatales: el poderoso empresario Paul Keane, el senador por Texas Tom Herald, y Harry Hauser, un locutor que arrasa con los índices de audiencia. En otras palabras, el empresariado, que compra políticos e influencias; la política, que legisla en favor de las grandes fortunas; y los medios, encargados de confundir y embaucar a la opinión publica. No es un esquema muy difícil de extrapolar a cualquier gobierno democrático actual, e incluso en nuestro país no dejan de aparecer a diario antecedentes del lobby de grandes empresas a la hora de influenciar la redacción de leyes en materias socioeconómicas y de los "aportes desinteresados" que grandes multinacionales han hecho a campañas electorales.
Sin embargo, en un movimiento que aumenta la riqueza del debate, en números recientes de ambos títulos del Captain, han aparecido villanos que enarbolan definiciones que conceptualmente pueden ser calificados como de Izquierda. Por ejemplo, en Captain America: Steve Rogers #006 tenemos a Kraken, uno de los agentes de Hydra más importantes, que durante el adiestramiento del pequeño Steve lanza un discurso que fácilmente podría ser una descripción exacta del socialismo, mientras que en Captain America: Sam Wilson #014 ambos capitanes se ven envueltos en una situación en que el ¿villano? Flag-Smasher toma de rehén al senador Tom Herald, pues es la única forma que considera válida para contraponerse a la ola ultra-conservadora que Herald representa. Acá se produce un nuevo punto de inflexión pues ésta vez pareciera que Spencer, a través del villano, está hablando directamente de Donald Trump: "Está brotando a nuestro alrededor, movimientos para restringir la inmigración y el comercio, está creciendo el nacionalismo. Éste es solo otro político embustero y consentido que consigue poder alimentando la intolerancia. Pero son sus propuestas acerca de la deportaciones masivas y la negación del cambio climático las que de verdad me preocupan."
Para algunos, reflejar los conflictos entre facciones políticas en cómics de superhéroes significa inevitablemente caricaturizar un tema que debería tener la mayor de las relevancias. Pero Spencer gana otro punto a favor demostrando que éste es un debate que ni siquiera en sus "caricaturas" es negro o blanco. En el especial Civil War II: The Oath #001, Steve Rogers visita a un comatoso Tony Stark, y además de confesarle que es un agente traidor, hace declaraciones que revelan que la nueva Hydra que busca establecer no es esa con la que lleva luchando toda su vida, ni aquella imbuida de las ideas fascistas extremas de Red Skull, sino una organización que mezcla las acciones políticas de la derecha con la filosofía mediática y parafernálica de Donald Trump. En otras palabras, la nueva Hydra es una metáfora del Partido Republicano estadounidense.
Rogers le dice a Tony que los héroes de élite como Iron Man o Captain Marvel han perdido el contacto con las personas comunes que han jurado proteger. "Ellos no confían en ustedes, quieren algo nuevo. ¿Y quién podría culparlos? Se autodenominan 'héroes', mientras gastan todo su tiempo en luchas internas. Se autodenominan líderes cuando lo único que hacen es revolotear alrededor de la autoridad y obtener migajas de derechos." Los paralelos entre estas líneas y la opinión de los seguidores de Trump son bastante claras, de la misma manera que muchas personas piensan que los políticos han perdido su objetivo de servir al pueblo en busca de poder personal y riquezas.
Siguiendo en la vereda del ciudadano común de Marvel, el rubio de Steve también utiliza términos conservadores para explicar el aparente estado de ira permanente en que parece vivir la humanidad, y de su revolución contra el establishment, a quienes parecían sometidos principalmente por miedo. "La gente tiene miedo. Así ha sido por mucho tiempo, pero ahora están furiosos. Estaban asustados cuando uno de los compañeros de colegio de sus hijos desarrollaba de repente la habilidad de incinerar a todos a su alrededor, pero se enojaron cuando los llamaron fanáticos histéricos por ver eso como una amenaza a su seguridad. Tuvieron miedo cuando sus vecinos y seres queridos se descubrieron como parte de una raza alienígena con historial belicoso hacia la Tierra, pero se enojaron cuando los llamaron intolerantes por no querer dormir cerca de ellos".
Y si bien según la mitología clásica marveliana un Steve Rogers agente de Hydra debiese ser un villano y lo que diga tendría que sonar siniestro y retorcido, la verdad es que sus palabras no son del todo falaces, más bien todo lo contrario. O sea, para los civiles del Universo Marvel que han tenido que soportar los eventos de Civil War II, Secret Invasion, Avengers Vs. X-Men y un largo etcétera, es normal estar hastiados de los héroes que parecen causar mas daños que los mismos villanos. Imagina, además, que uno de tus compañeros de trabajo sea un poderoso telequinético o dispare rayos de energía de sus manos y llegarás a la conclusión que temer a cómo usen su poder no parece tan descabellado.
Entonces, ¿en qué quedamos? ¿Primero denuncia de forma rotunda los actos de los ultra-conservadores derechistas, pero luego sugiere que esos mismos postulados pueden ser aplicados con lógica y sensatez al actuar del ciudadano de a pie? Justamente así es, y no hay contradicción en ello, pues Spencer no hace otra cosa más que hacer una alegoría de la complicada relación de la política en el Universo Marvel con la del mundo real. ¿El hecho de que Steve esté esencialmente en lo cierto al juzgar a los otros héroes significa que Spencer cree en esos argumentos cuando los expertos del mundo real los hacen? Difícil, pues él ha utilizado su cuenta de Twitter para dejar en clara su postura anti-republicana y de oposición absoluta a la figura de Trump.
Donald Trump is such a grave threat to humanity that if you support him for any reason, you're a lousy-ass person.
— Nick Spencer (@nickspencer) September 10, 2016
El amigo de mi enemigo es mi enemigo
Así, me inclino por creer que ambas cabeceras de Captain America no sólo son unas de las mejores series de Marvel por su adecuada dosis de intriga, acción y coherencia, sino también por la honestidad con la que el escritor ha trabajado el título: honestidad con su preferencia política, honestidad con los personajes (en The Oath, Steve le reconoce a Tony que "no soy la persona que crees, pero sigo siendo yo mismo") y honestidad con los lectores para reconocer su inteligencia y no entregar sólo un "politics for dummies", sino un título que apele al criterio informado del público, según el cual estas páginas no deberían dejar indiferente a nadie. Puedes ser de derecha o izquierda, pero sin duda la lectura dejará conclusiones distintas para cada persona. Y si además de entretenernos, la obra logra mover algunas neuronas y concienciarnos más en estos aspectos de la sociedad que todos debemos construir, entonces la tarea está doblemente cumplida. Ya veremos si el conjunto final hace los honores a la dedicación que Spencer le ha puesto a su desarrollo, pero al menos hasta ahora todas sus piezas están construidas de forma excelente, y lentamente comienzan a encajar.
En una próxima entrega, les contaremos el último antecedente a tener en cuenta para disfrutar más el evento actual, la Saga del Imperio Secreto original, obra de Steve Englehart y Sal Buscema. ¡Nos leemos!