"Marvel's Iron Fist" (2017): el golpe menos certero de Marvel en Netflix [SIN SPOILERS]
Iron Fist es un personaje bastante particular. Nacido de las mentes de Roy Thomas y Gil Kane para el cómic Marvel Premiere #015 en mayo de 1974, se podría decir que tiene todas las bondades y los vicios de esa época del cómic. De la misma manera en que Power Man (Luke Cage) nace como influencia de la blaxploitation de la época, Danny Rand nace de la creciente popularidad de las películas de artes marciales en Estados Unidos. Si hacemos recuento, por ejemplo, Enter the Dragon se había estrenado tan solo un año antes en Estados Unidos, y su protagonista, el ahora mítico Bruce Lee, había fallecido ese mismo año: 1973.
Quizás el gran problema de la creación de Thomas y Kane es que a pesar de que su influencia es oriental, sigue siendo un producto occidental, donde el personaje es un rubio de ojos azules que tiene la sabiduría e influencia de lejano oriente. De todas formas, a pesar de este defecto —estrictamente achacado a la época de su creación—, Iron Fist ha sabido mantenerse vivo y activo en la línea editorial de Marvel, siendo lo suficientemente popular como para perdurar en el tiempo con diferentes versiones de sí mismo a cargo de distintos equipos creativos que supieron darle un giro a su origen y sacar buenas historias en el proceso. De ahí que tenemos esa refrescante dupla con Power Man (primero en la colección del personaje afroamericano y después una exclusiva para la pareja) o la entretenida etapa moderna a cargo de Ed Brubaker, Matt Fraction y David Aja llamada The Immortal Iron Fist.
Ahora, el personaje ha dado el salto a la imagen real en una serie de trece capítulos a cargo de Scott Buck para Netflix, de la cual nos han facilitado los primeros seis para esta reseña. Buck ha estado a cargo de series como Dexter —la del asesino, no la del laboratorio— o Six Feet Under, por lo que deberíamos estar más o menos tranquilos. Bueno, no sé cómo decir esto sin sonar mal, pero como show dedicado a este personaje, Marvel's Iron Fist deja mucho que desear.
La historia que nos pretenden contar es la que abarca entre el regreso de Danny a la civilización occidental y su embestidura como el tradicional Iron Fist al cual estamos acostumbrados. Para los que no estén familiarizados con el personaje, Daniel "Danny" Rand es el hijo de una familia acaudalada a cargo de una multinacional: la poderosa Rand Enterprises. Danny se pierde en medio de un accidente aéreo y cae en la mítica ciudad de K'un-L'un en los Himalaya. En realidad, la ciudad no está ubicada físicamente ahí, pero como las coincidencias son el pan de cada día en los cómics, Danny es salvado por los monjes que habitan la ciudad y es entrenado para convertirse en el “arma viviente”, el Iron Fist.
Aquí es donde el show se sitúa: Danny ha vuelto quince años después de su desaparición en el accidente y ve cómo la vida de sus conocidos ha avanzado. Ahora, Rand Enterprises está siendo dirigida por sus amigos de la infancia y tiene que combatir el sentimiento de incredulidad que resulta al contar su historia: que está vivo y es el legítimo heredero de la fortuna Rand. El problema es que nuestro rubio protagonista no es un personaje ni remotamente querible. Finn Jones hace de un Danny Rand que no es ni confiado, ni empático o sabio. Es un niño —o al menos se comporta como tal— que no es capaz de hacer que lo escuchen. De aquí deriva lo que es quizás mi mayor problema con el show: no me siento interesado en la historia de su protagonista. Jones hace lo posible con lo que tiene, pero los diálogos no terminan de cuajar o contradecirse; numerosas veces veremos al personaje rezar sabiduría oriental y a los minutos después tendrá rabietas que hacen preguntarnos "¿qué aprendiste en K'un-L'un?". Se supone que esta dicotomía del personaje esta “justificada” dentro de la trama del show, pero el problema es que nunca se le dedican los suficientes minutos al espectador para tomar el peso de tamaño asunto. En vez de eso, se pierde el tiempo en unos giros y vueltas que no llegan a ningún lado, dejando una sensación de frustración a medida que pasan los episodios.
Acompañando a Finn Jones, tenemos a Jessica Henwick encarnando a Colleen Wing, la amiga/novia de Danny Rand que es la primera que le extiende la mano a su llegada a New York. Henwick tampoco se luce mucho gracias al guion lleno de vueltas, pero es sin duda a la única que se le cree que sabe de artes marciales —ya llegaré más a fondo con eso— y se le agradece bastante el empeño para subir el conjunto.
Al final tenemos a Jessica Stroup y Tom Pelphrey, que encarnan a Joy y Ward Meachum, amigos de la infancia de Rand y que ahora dirigen su compañía. Quizás estos sean los personajes más interesantes de lo que he podido ver de la serie. Joy está dividida entre proteger los intereses de la compañía y creer que Danny, su amigo, aún está con vida, mientras que Ward —lejos el más interesante de todos— combate las constantes frustraciones que provocan la vuelta de Danny y la relación con su sobreprotector padre a punta de pastillas. De todos los personajes, es quizás el de Ward el que más cambia a medida que pasan los episodios, haciéndonos que nos preguntemos dónde va a terminar al final de la serie.
Ahora viene lo que es la mayor decepción que me produjo Marvel's Iron Fist: las artes marciales. Nunca me importó tanto en los anteriores shows de Marvel / Netflix, pero si había uno que tenía que tener buenas coreografías de peleas ese era Iron Fist. En vez de eso, tenemos a un Finn Jones que se nota de lejos que nunca ha tirado un combo en su vida, y una edición que trata de ocultarlo pero termina entorpeciendo todo, dejando a veces muy a la vista golpes que nunca llegan, saltos que no son tan altos como pretenden ser o simplemente peleas sin el sentido de peligro que deberían tener. Hay algunos encuentros —y que son pocos además— que llegan a ser dolorosos de ver, no por lo que sufren sus protagonistas sino porque dan vergüenza ajena de lo malo que se ven en pantalla. La que se nota que puso bastante empeño en sus escenas es Jessica Henwick, pero a pesar de sus esfuerzos no termina de convencer en el total. Y puede que alguien diga que esta serie se cocina a fuego lento y que hay que esperar a sus capítulos finales para ver mejoras tanto en su trama general como en sus peleas, pero creo que también hay que ser respetuoso con el público y no pedirle que vea más de seis horas de tu historia para darle algo significativo; a mi juicio, las cosas no funcionan así.
Estos primeros seis capítulos no han sido lo mejor que he querido ver. Realmente me parece interesante el personaje —recomiendo sobre todo la etapa de Brubaker, Fraction y Aja en los cómics— y puse mi empeño a ver estos seis episodios tratando de buscar cosas buenas para salvar lo aburrido del conjunto, pero pareciera que el mismo show nunca quiere abrazar esa locura que sí lo hacia el cómic del personaje. Vamos, pueda que sea un error de época tener un rubio hablando de filosofía china y demás, pero Danny Rand en los cómics lo hacía con vehemencia y carisma, nunca dudando de su origen en los setentas. En Marvel's Iron Fist están esas dudas, las que me hacen pensar que nunca creyeron en abrazar plenamente el material original (algo que en Daredevil, Jessica Jones y Luke Cage sí hacían, gracias a esas aterrizadas etapas de Frank Miller o Brian Michael Bendis). Iron Fist nunca necesitó de esas etapas. Iron Fist nunca tuvo dudas. No puedes tener dudas si eres “el arma viviente”. Y tener dudas es el mayor pecado de esta serie.