"Rogue One: A Star Wars Story" (2016)
Muchos pusimos el grito en el cielo cuando Disney determinó que el Universo Expandido de Star Wars sería reemplazado por un canon nuevo. Luego, cuando anunciaron spin-offs cinematográficos, otros tantos nos cuestionamos esa jugada estilo Marvel. La rabia llegó a un nuevo nivel cuando Rogue One: A Star Wars Story empezó a tener problemas de producción con un alto corte mediático. Sin embargo, el tiempo demostró que estábamos equivocados: la nueva película dirigida por Gareth Edwards es una digna inclusión a la saga.
No enamorarse de Rogue One es difícil. Los productores jugaron a la segura con una trama situada en los márgenes del Star Wars más clásico, cuyo resultado es una precuela divertida y prácticamente indivisible de la cinta estrenada en 1977. Es un filme nostálgico pero también menos propositivo, pues no está forzado a presentar nuevos contextos como en los Episodios I-III y The Force Awakens.
La cinta narra las desventuras de Jyn Erzo (Felicity Jones), la hija de un brillante científico imperial que fue criada por rebeldes extremistas. Su vida cambia nuevamente cuando el piloto Bodhi Rook (Riz Ahmed) deserta del Imperio con información sobre la Death Star, una poderosa arma secreta que podría terminar con la Alianza Rebelde. Ahora ella solo tiene una opción: buscar cómo destruir la nueva herramienta del Emperador Palpatine. Dicha trama está completamente basada en el Episode IV: A New Hope y sus resultados son claves para el destino de Luke Skywalker.
Es natural entonces que el filme se construya constantemente con referencias a dicha película, pero también con múltiples guiños a toda la saga (verdaderos momentos de deleite). No obstante, uno debe ser honesto y reconocer que este recurso nostálgico no siempre fue bien utilizado. Mientras en algunas ocasiones los cameos son brillantes, otras veces son momentos de fan service que hubiera sido mejor invertir en los personajes principales.
Al inicio la película tiene un ritmo lento que en ocasiones se ataranta tratando de poner información, pues apelotona planetas y escenas en pocos minutos. Sin embargo, hacia la segunda mitad el film se vuelve vertiginoso, tanto que es difícil no disfrutarlo como un niño. Quienes se consideren enemigos de la animación digital pueden sentirse disconformes, pero la fotografía general es hermosa y las batallas dejan un gran sabor de boca.
Hay otras cosas que el director Gareth Edwards plantea de manera excelente, como el matiz moral de los combatientes. Por ejemplo, Diego Luna —quien interpreta al personaje Cassian Andor— desmitifica al rebelde idealista en un soldado canalla, capaz de seguir casi cualquier orden mientras sea útil a la revolución. De hecho, los espectadores rápidamente se cuestionan los métodos de los activistas radicales cuando estos hacen su aparición.
Jyn Erzo tampoco es la revolucionaria que nos venden en los tráilers, sino más bien una desilusionada tanto del Imperio y como de la Rebelión. La mayor parte del tiempo sus acciones están motivadas por lazos emocionales/familiares antes que por cuestiones ideológicas, pero eso no excluye el carácter inherentemente heroico del personaje. La actuación de Felicity Jones no deslumbra, incluso en ocasiones peca de inocente, pero tiene nuevos matices que Leia y Padme no tenían en películas previas.
Los villanos son un tema aparte. Orson Krennic representa el típico cargo imperial de actitud maquiavélica, cuyo papel en la Death Star está firmemente unido a la historia personal de Erzo. No obstante, dicho personaje es apenas una pieza del ajedrez dentro de esta película, pues está siempre limitado y frustrado con su superiores. En resumidas cuenta, este enemigo no desluce pero tampoco resulta especialmente memorable —aunque vale la pena ir al cine y ver quién mueve los hilos—.
En cuanto al resto del cast, los personajes son racialmente diversos y conceptualmente interesantes, aunque inevitablemente la profundidad de muchos se quedó abajo debido a la gran cantidad de actores. Definitivamente me reí con las bromas del androide K-2SO, pero hubiera preferido conocer más sobre las motivaciones de Chirrut Îmwe (Donnie Yen) y Baze Malbus (Wein Jiang), quienes se roban la película con cada aparición. En muchos casos queda la amarga sensación que ciertos personajes secundarios fueron creados para ser explorados en el merchandising literario, pero no en el film mismo.
Conclusión
Es probable que Rogue One: A Star Wars Story fuera la cinta que muchos esperaron por años. Para algunos incluso puede ser la precuela políticamente correcta que George Lucas debió hacer desde un principio, justamente porque recupera el espíritu más clásico de la saga. En momentos así creo que es mejor bajar el hype: efectivamente el director Gareth Edwards acertó con un film sólido y divertido, pero dentro de márgenes muy acotados que apelan al sentimiento nostálgico.
La película propone pocas circunstancias nuevas y resulta complejo —por no decir "odioso"— compararla con The Force Awakens, ya que ambas trabajan contextos totalmente diferentes dentro de la cronología de la saga. Sin embargo, sí podemos decir que Disney hizo lo correcto con este spin-off y justificó su decisión de terminar con el Universo Expandido. La Fuerza está nuevamente con la franquicia.