Entrevista a Francisco Ortega, autor de "Mocha Dick": «Es una historia nuestra, un relato que nos fue arrebatado»
En el pasado, hemos reseñado el trabajo de Francisco Ortega y Gonzalo Martínez en su obra reeditada Mocha Dick: La leyenda de la ballena blanca, y además, nuestro amigo invitado Ben Alfaro la analizó como cuento romántico pop contemporáneo. Bueno, hoy Ben nos aporta con una entrevista que le realizó a Francisco Ortega, donde nos cuenta algo más de su historia, sus cómics, sus libros y de todo lo friki que en el mundo aún hay por conocer.
Ben Alfaro: Hola Francisco, ¿qué nos puedes contar sobre ti?
Francisco Ortega: Nací en 1974 en Victoria, en el sur de Chile donde viví hasta los 19 años, cuando emigré a Santiago. Hijo de clase media y escuela con número. Escribía de cabro chico, cuentos de monstruos, historias porno para mis amigos —en los 80 no había ni internet ni revistas calentonas, a lo más calendarios de bolsillo con minas en pelota—, ideas para películas y cómics que nunca se iban a hacer —copias de lo que veía en la tele, Vehiclestron que era mi versión de los Transformers, cosas así— y relatos autobiográficos. Nunca había salido de Victoria, no conocía Santiago, no tenía amigos ni parientes acá, y se me ocurrió mandar una novela llamada 60 Kilómetros a un concurso de novelistas, que al parecer entonces no estaban arreglados, porque en lo que sigue no hubo pituto ni nada. Saqué el segundo lugar y a los 19 años me vi con libro publicado.
Fue divertido porque en mi casa en el sur no había teléfono y tardaron tres semanas en comunicarme que había alcanzado el premio. Luego, fue venir a Santiago a estudiar periodismo y aceptar propuestas de pega que salieron por ese libro, lo que me sirvió porque mi familia no es de plata así que para estudiar y mantenerme en Santiago trabajé desde el primer día de clases; eso y el crédito universitario eran la única manera de mantenerme en la capital.
Literalmente me saqué la cresta y sin pituto de por medio. Trabajé en revistas desaparecidas e indies como La Noche y en medios grandes como los diarios El Mercurio y La Tercera, y en Radio Cooperativa, también en TVN (Televisión Nacional de Chile) en guiones para documentales. Fui director de las revistas VIVE de VTR y Muy Interesante; editor de no ficción de Alfaguara-Aguilar y he hecho clases en varias universidades. Escribí el guion de la película Se Arrienda de Alberto Fuguet y Adiós al Séptimo de Línea de Mega.
También fui editor de contenidos de Virtualia, ese “facebook” chileno de fines de los noventa y fui redactor de la edición chilena de Rolling Stone. He escrito y publicado las novelas El Número Kaifman (2006) —reeditada y ampliada en 2014 con el título de El Verbo Kaifman (2013), El Horror de Berkoff (2010); Logia (2014); Max Urdemales, Abogado [Sobrenatural] (2015) y Andinia: [La Catedral Antártica] (2015).
En cómics hice para Dédalos los títulos AMEN: Acción Metahumana Encubierta y Cruz Quebrada (1997), ninguno de ellos se publicó porque Dédalos quebró; la serie Historia de Chile en Cómic para Las Últimas Noticias; unos cómics institucionales para TVN y para CODELCO (Corporación Nacional de Cobre de Chile), ambos con Nelson Dániel.
En novelas gráficas publiqué en 2010 1899 —con Nelson Dániel— y Mocha Dick —con Gonzalo Martínez—.
BA: ¿Cuál fue el cómic que llevó a Francisco Ortega a hacer cómics?
FO: Mampato, por lejos. Estaban en mi casa y los leía de chico.
También una serie de Tarzán que publicaba Novaro ambientada en la tierra perdida de Pal-Ul-Don que partía con Tarzán volando en Argos, su águila gigante, con la cual se enfrentaba a unos jinetes de pterodáctilos. Recuerdo también de Novaro las historias de Turok, el indio que peleaba con cavernícolas y dinosaurios. Esos cómics, leídos de pendejo (niño) me despertaron el amor por el género y las ganas de hacer lo mismo. Los superhéroes vinieron mucho después.
BA: ¿Por qué escribir un cómic sobre un mito del sur del mundo?
FO: No es eso, es escribir un relato que devuelve a Chile y a América del Sur y sus pueblos originarios una leyenda que le fue arrebatada por la literatura universal. La ballena blanca es de esta tierra, [Herman] Melville la hizo universal, pero también la borró de nuestra tradición. Me parecía triste que los chilenos no supiéramos que Moby Dick era una ballena chilena llamada “Mocha Dick”.
BA: Para tu trabajo en Mocha Dick, ¿cuántos años llevaste en la documentación e investigación?
FO: Descubrí la historia a los 8 y me obsesioné con ella a esa edad y el libro lo publiqué a los 38. Podría decir que fue un trabajo de 30 años y en verdad lo fue, porque no había nada al respecto, ni un solo ensayo o análisis del mito original, a lo más un par de artículos.
En el 2000, durante un viaje a Nueva York encontré una copia del relato de Jeremiah Reynolds, Mocha Dick: Or The White Whale of the Pacific y del diario de Owen Chase acerca del hundimiento del Essex, recién ahí pude concentrarme en el trabajo de investigación concreto para hacer algo con Mocha Dick. Claro, no sabía qué, ¿una novela o un cómic?, eso salió mucho tiempo después.
BA: No quiero hacer muchos avances, pero leyendo el epílogo “Buscando una ballena blanca”, texto muy bien logrado, hay un guiño a Jorge Luis Borges, no sé si intencional o accidental al Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, que a su vez se lleva un homenaje de Umberto Eco en El Nombre de la Rosa. ¿Esta seña fue buscada, o habló el subconsciente?
FO: Fue buscada y a propósito. La ballena blanca del [Capitán Jaouad] Achab, el monolito de 2001: [A Space Odyssey], “Tlön…” de Borges y la ballena blanca mapuche para mí. Ese era el juego.
BA: Y la segunda pregunta, y parafraseando al mismo e inmenso Jorge Luis Borges, un escritor no es más que su biblioteca. ¿Cuál es tu biblioteca imprescindible?
FO: Moby Dick, Herman Melville; Ficciones, J.L. Borges; Frankenstein, Mary Shelley; La Isla del Tesoro, Robert L. Stevenson; La Isla Misteriosa, Julio Verne; David Copperfield, Charles Dickens; Rayuela, Julio Cortázar; Cuentos, William Faulkner; El Obsceno Pájaro de la Noche, José Donoso; El Jardín de al Lado, José Donoso; Salem's Lot e It, Stephen King; La vida instrucciones de uso, George Perec; Narraciones Extraordinarias, Edgar Allan Poe; Cuentos de Lovecraft; Neuromancer, William Gibson; Dune, Frank Herbert y un largo etcétera.
BA: ¿Cuáles son los “tebeos” imperdibles de Francisco Ortega? ¿Y los autores y obras latinoamericanas favoritas?
FO: Creo que El Eternauta de Héctor Germán Oesterheld es el mejor cómic de la historia. Es mi historieta preferida, junto a Mampato en “La Reconquista" y "El Cruce de los Andes”. 36-39 de Carlos Giménez, luego Corto Maltés: La Balada del Mar Salado de Hugo Pratt; Watchmen de Alan Moore y Dave Gibbons. "Estación de Niebla" del Sandman de Neil Gaiman está también en mi top superior, junto a Viaje al Corazón de la Tormenta y Contrato con Dios de Will Eisner… Por ahí va mi ranking personal, lo que considero imperdible y fundamental. De lo último que he leído, lo mejor es con ventaja Los Surcos del Azar de Paco Roca, una obra maestra.
BA: El mito y la leyenda son la principal fuente de historias y motivos para el cómic, y en general para todo el arte pop. ¿Sientes que nuestros cómics, literatura y poesía están en deuda con la identidad latinoamericana?
FO: Para nada, creo que hoy lo latinoamericano está más fuerte que nunca, la recuperación de nuestra historia y su conversión en éxitos literarios me parecen por lejos lo más significativo de este fenómeno.
BA: Aunque los mitos son universales, existen ciertos temas más reconocibles que otros para nosotros en este lugar del mundo. ¿Alguna otra obra sobre mitos y leyendas latinoamericanas que nos puedas recomendar?
FO: Dos novelas del mismo autor, Ramiro San Honorio, acerca del mito y la historia fundacional de la Argentina: El Séptimo Bastón de Dios y Argentum. De México los tres volúmenes de Érase una vez en México, de varios autores. Y en Chile, insisto en Mampato en la "La Reconquista" y "El Cruce de los Andes", Juan Buscamares de Félix Vega y Pacha Pulai de Hugo Silva.
BA: Moby Dick es lo que uno evoca cada vez que escucha hablar de una ballena hunde-barcos. Es una obra que se inserta en el romanticismo norteamericano, con motivos que le son propios: el hombre frente a la naturaleza, movido por sus pasiones, y finalmente enfrentado contra sí mismo. El romanticismo en general está lleno de mitos reinterpretados, y por casualidad en estos días leo otro cómic sobre uno: Fausto Sudaca, basado en el Fausto de Goethe. Lovecraft retomaría el género después, mal que mal, todos sus monstruos no son más que seres naturales inmensos, frente a los cuales el hombre se haya ensimismado e indefenso. ¿Hay más proyectos para realizar otros cómics, obra gráfica o nóvela con motivos románticos en tu futuro?
FO: Sí, una idea es seguir con los viajes de Jeremiah Reynolds, quien publicó lo de Mocha Dick y vivió un montón de aventuras en Tierra del Fuego, que inspiraron a Poe y a Lovecraft, algo de eso hay en Andinia, mi última novela. Por otro lado, me gustaría hacer algo con el Gigante de Atacama del Norte y con el relato histórico de la construcción de la línea férrea durante el gobierno del Presidente José Manuel Balmaceda en el sur de Chile, que aparece relatado en un libro llamado Diez años en la Araucanía 1889-1899 del belga Gustave Verniory.
BA: En el prólogo, Álvaro Bisama aclara que percibe un paso simbólico del camino del niño hacía el adulto. ¿Cuánto de eso hay en Mocha Dick, Francisco?
FO: Es que eso es Mocha Dick, un relato de iniciación. El arco es el paso de un niño a hombre, experimentado por Caleb Hienam, por eso la aparición y revelación de la mujer-niña oculta hacia el tercio final. Es la historia de un hombre.
BA: Para escribir: ¿Alguna ceremonia especial ? ¿Cuál es tu banda sonora, la música de Francisco Ortega?
FO: Básicamente Pink Floyd. Es mi banda sonora para escribir. También Rush, Yes, Marillion, Genesis, Tangerine Dream, David Bowie, Steven Wilson, Porcupine Tree.
BA: ¿Ves animados? ¿Alguno que nos recomiendes en especial? de la época que sea. Y ¿Cine?
FO: Soy fan de las películas animadas de Rankin/Bass, como Vuelo de Dragones y El Último Unicornio o lo que hicieron con El Hobbit. Mi serie animada favorita de todos los tiempos es Batman: The Animated Series y en verdad todo el universo de DC Comics que armaron y recontaron Paul Dini y Bruce Timm, por lejos muy superior a cualquier película con actores de estos personajes. Las series de Tarzán y Flash Gordon que Filmation produjo a fines de los setenta, preciosas. The Iron Giant para mí es un clásico eterno. No le hago mucho al anime, salvo lo clásico: Capitán Futuro y las películas de [Hayao] Miyazaki, como El Castillo Ambulante que es una maravilla. Un anime que me gustó mucho fue Wings of Honneamise, un Bergman animado y de sci-fi.
Evangelion, aunque a la larga la encontré muy insoportable. Y aquí los otakus me van a castrar, pero creo que Robotech es muy pero muy superior a Macross y sus secuelas, que básicamente se dedicaron a contar la misma historia.
BA: Otro aspecto que me llamó la atención de tu obra es esa visión cosmopolita de sus protagonistas. Seres humanos de todos los lugares del mundo que se van conociendo y reconociendo en puertos y barcos, unos más amables que otros. Pero muchos de los discursos racistas o discriminatorios, parece que hubiesen sido dichos hace menos de cinco minutos en cualquier lugar de Chile, por no decir del mundo. ¿Qué puede hacer la cultura pop para lograr o intentar el cambio social y mental en este aspecto?
FO: Básicamente ser un espejo de la sociedad, hablar de nuestro presente, aunque la historia este ambientada en el siglo XVII o en el XXXVIII. No me gusta hablar de responsabilidad, pero el arte, el buen arte, debe hacerse cargo del lugar donde el artista esté parado. Creo que mi obra, desde 60 Kilómetros a Andinia es muy política, pero implícitamente, no desde el discurso. Yo soy una persona de ideas de izquierda, milito y participo en RD (Revolución Democrática) y de alguna manera eso se nota en mis creaciones, aunque no ande evangelizando, es parte de mi hacerse cargo del lugar donde estoy parado.
BA: ¿Cuál es el paso más difícil para escribir un cómic y que llegue al público?
FO: Encontrar la voz para la historia que quieres contar, ninguna historia es igual a la otra y aunque el soporte sea el mismo, hay un punto de vista que debe ser coherente con tus nuevos personajes. Si haces eso bien, la llegada al público es instantánea. Por supuesto, en lo más concreto hay que preocuparse de la difusión del libro, trabajo donde uno como autor y la gente de la editorial deben ejecutar como un team.
BA: ¿Por qué leer Mocha Dick?
FO: Porque es una historia nuestra, del sur de Chile, un relato que nos fue arrebatado y que ahora con Gonzalo lo trajimos de vuelta.
BA: Por último, Francisco: Mocha Dick me encantó, es una obra redonda que alcanza las mejores cumbres del cómic, tanto en el dibujo como en guion. La edición es preciosa y se agradece el epílogo y el breve diccionario sobre terminología mapuche del final, que ayudan a darle muchas más lecturas. Y como me ha pasado con todos los cómics que he leído y me gustan, la última página siempre es un continuará… y no un fin. ¿Qué es lo próximo de Francisco Ortega, en gráfica o prosa? ¿Algo que nos puedas adelantar?
FO: Actualmente trabajo en dos novelas y tres novelas gráficas, una con Nelson Daniel, 1959, otra con Gonzalo Martínez, Alex Nemo y la Hermandad del Nautilus, y una secreta con Félix Vega. Además de un proyecto no terminado con Martín Cáceres [Piloto de Dragones]. Acabo de entregar a FOX el guion de una película de terror acerca del cuadro de "El Niño que Llora".
Entrevista: Ben Alfaro
Edición: El Multiverso 52