'Bram Stoker's Dracula' de Roy Thomas y Mike Mignola
He cruzado océanos de tiempo para encontrarte
Creado por Bram Stoker en 1897, Drácula se ha convertido en un personajes que ha tenido tantas apariciones en distintos medios de forma tan variada, que dudo que el irlandés tuviera idea de la popularidad que alcanzaría su vástago. Más allá de los orígenes literarios del personaje, Drácula ha tenido una vida fuera de las letras bastante productiva. Curiosamente, la primera adaptación del personaje al cine no llevaría su nombre, sino el de Nosferatu, película muda de 1922 dirigida por F. W. Murnau, siendo este el primer film relacionado con la historia original del vampiro. Murnau, al no tener los derechos sobre la novela de Stoker, simplemente hizo lo mas práctico: cambió nombres de lugares y personajes, adaptando la trama de mejor manera a los recursos que tenía en la época.
Murnau sería el primero, pero no el último en adaptar al vampiro por excelencia. Así, tenemos versiones que se empiezan a despegar cada vez más del origen literario, pero ganando una popularidad tremenda. De esta forma, tenemos el film Dracula, con Bela Lugosi en el papel principal y dirigida por Tod Browning en 1931. Este sería la primera vez que veríamos el look clásico del personaje —peinado hacia atrás enfundado en una capa negra, mirada intensa y un par de pequeños pero efectivos colmillos— y que quedaría grabada en el inconsciente colectivo por muchos años.
Más de 10 años después, Universal Studios se embarcaría en una secuela interesante, protagonizada por el hijo del mítico actor Lon Chaney. Son of Dracula, estrenada en 1943 y dirigida por Robert Siodmak, presentaba al legendario vampiro encarnado por Lon Chaney Jr. convirtiéndose por primera vez en murciélago, en una escena que fue la maravilla técnica de la época.
Sería en 1958 cuando el mundo vería por primera vez al conde de Transilvania a todo color. Dracula, dirigida por Terence Fisher, y con Christopher Lee y Peter Cushing encarnando al Conde Drácula y al Doctor Van Helsing, en lo que sería el principio del reino de terror de las películas de la Hammer Film Productions. La hegemonía de Lee sobre el personaje duró veinte años, dando producciones que quizás no sean una proeza a nivel técnico, pero bien que han sabido calar en la historia del cine.
Si bien el personaje tenía su mayor producción en el cine de terror, desde sus inicio también se mezcló en producciones muy ajenas al estilo y el tono de la novela de Bram Stoker. Por ejemplo, tenemos su aparición en la película de 1948 Abbott and Costello Meet Frankenstein —encarnado nada menos que por Lugosi—.
En los setenta —y motivados por el creciente movimiento de la blaxploitation- tendríamos al primer Drácula de raza negra encarnado por William Marshall. Simplemente llamada como Blacula, el film dirigido por William Crain en 1972 cosecharía éxitos fuera de los círculos afroamericanos a los que estaba dirigida, llegando a financiar una secuela llamada Scream Blacula Scream.
Paralelamente, y entusiasmados por su éxito en el cine, el personaje también saldría en los cómics de manera exitosa. DC Comics lo incluiría en sus historias por primera vez en 1939. En el Detective Comics #039, Batman —cómo no— se enfrentaría al conde de Transilvania, dándole muerte al siguiente número. Aún así, a pesar de lo corta de su aparición, el personaje saldría nuevamente —dentro y fuera de continuidad— en numerosas ocasiones. Quizás la más destacada sería en Batman & Dracula: Red Rain, uno de los Elseworlds más recordados de Batman, firmado por Doug Moench y Kelley Jones. Menos recordado sería el encuentro con Superman en el Superman #180 con guion de Jeph Loeb y lápices de Ian Churchill. Dentro de la continuidad tradicional, Lois y Clark van a un país de Europa del Este —sin nunca mencionar a Transilvania, claro— a entrevistar a un aristócrata llamado Conde Rominoff. Pronto se revelaría su verdadera identidad como Dracula y su malvado plan de convertir a Superman en el primer super-vampiro de la historia. La verdad es que no hay mucho más que decir sobre este cómic.
Más provecho le sacaría Marvel Comics al personaje de Stoker. Como antecedente, antes de convertirse en Timely Comics, Atlas Comics publicaría un buen número de cómics en los años cincuenta con el vampiro de protagonista, siendo Suspense #007 el primero de ellos. Curiosamente, estos cómics estaban editados por Stan Lee, que ya trabajaba para Martin Goodman en aquella época.
Después vendría la mítica Tomb of Dracula en los setenta. Aquí participarían genios del cómic como Roy Thomas, Marv Wolfman, Gene Colan o Gil Kane. El cómic expandiría el mito del Drácula de Stoker, creando una guerra entre vampiros y cazadores de vampiros liderados por Dr. Quincy Harker, hijo de Jonathan y Mina Harker, los protagonistas de la novela original. Estos cómics también serían el origen de personajes icónicos de la editorial como Blade —que en el futuro sería el primer éxito en el cine de la editorial— o Hannibal King, un cazador de vampiros e investigador privado, que es un vampiro "arrepentido" y compañero frecuente de Blade.
Paralelamente a Tomb of Dracula, Marvel publicó Dracula Lives!, serie que también mostraría al conde, pero esta vez fuera de la censura del Comic Code Authority, dando historias más explícitas en violencia y sexualidad. A pesar de durar solo doce números, Dracula Lives! es muy recordada por sus portadas pintadas por artistas como Boris Vallejos o Neil Adams.
Por otra parte, dentro de la continuidad de Marvel el personaje se ha enfrentado a numerosos personajes: Doctor Strange, Silver Sulfer, los X-Men o Spider-Man combatirían al conde de Transilvania, sin que ningún encuentro fuera demasiado memorable. Uno de los últimos movimientos de la editorial con el personaje sería en el evento "Curse of the Mutants", donde los X-Men y otros héroes se enfrentaría a un renovado Dracula y sus huestes.
Existen otras editoriales que han jugado con el mito creado por Bram Stoker. Image Comics, Dark Horse y otras editoriales independientes han publicado historias del personaje, destacando la inclusión del personaje en Planetary de Warren Ellis y John Cassaday, cuando WildStorm Productions aún era un ente independiente de DC Comics.
Toda esta vida en el cine y en el cómic haría que el personaje se alejara cada vez más del mito gótico en el que fue creado en un principio. Motivado en parte por esto, sería el mismísimo Francis Ford Coppola el que se atrevería a adaptar de la manera más fiel posible la novela de Stoker. Puede que Coppola no fuera tan apegado a lo que los fanáticos de la novela tenían en mente en 1992, pero no podemos negar que Bram Stoker´s Dracula es una película única y artísticamente impecable. Mucho ayuda a esto esas reglas autoimpuestas por el realizador a la hora de concebir el film. Coppola relata la historia en clave de tragedia e historia de amor, alejándose en la medida de lo posible de los clichés del terror que se venían viendo con el personaje. Así, el Dracula de Gary Oldman es un martirizado amante que ha perdido su amor y que después de siglos tiene la cruel oportunidad de recuperarlo. La dirección artística del film es imponente, con detalles de época cuidados, pero también extrapolados e influenciados de distintas culturas. Vemos por ejemplos vestuarios victorianos, sotanas inspiradas en el oriente y armaduras muy de la tradición gótica alemana, dando una belleza única en el film.
Además de todo esto, Coppola realizó el film con efectos especiales de la escuela clásica, dejando fuera cualquier manipulación digital en el proceso de creación y utilizando técnicas tan variadas como sombras chinescas, composición de cámaras, tomas en reversa y un sinnúmero de trucos que el film comparte con sus “hermanos” más antiguos.
El nivel artístico del film es alto, y una adaptación del mismo al cómic requería artesanos curtidos en el oficio. Para tal labor, Topps Comics fichó a Roy Thomas en los guiones y a Mike Mignola como artista.
Thomas adapta lo mejor posible la trama del film de Coppola en las páginas disponibles. Quizás hay una que otra escena que se desarrolle más rápido de lo que debería, pero el trabajo de Thomas —acostumbrado a las adaptaciones literarias por trabajos como su etapa en Conan The Barbarian— en términos generales se siente correcto, sin caer en las líneas de excelencia pero tampoco deja fisuras en la trama medular del guion.
La gran ventaja del cómic sobre la película es que las cartas que funcionan como voz en off —relatando pasajes de la historia— aquí realmente se aprecian como escritos, dando incluso un juego con la tipografía —distinta para cada personaje— que en el film solo se limita a voces. Recordar que Dracula es una novela relatada de forma epistolar, un género de novela construida con una sucesión de cartas —epístolas— enviadas o recibidas por sus personajes protagonistas, desarrollando así una trama. Este hecho es importante en la adaptación, por más pequeño que suene el detalle.
Ahora viene lo que más sobresale del conjunto: el trabajo de Mike Mignola. Cabe destacar que Mignola trabajó como artista conceptual para Coppola en la pre-producción del film, así que no es extraño que haya asegurado su participación en la adaptación. El trazo de Mignola es simple y limpio, pero muy efectivo. Ofrece mínimos detalles, pero los suficientes como para hacernos reconocer a los personajes de la película, sin perder su particular trazo. Lo curioso es que Mignola tenía un estilo diferente en su etapa “heroica” —ver Cosmic Odyssey por ejemplo— y esta obra es dos años antes de su creación más recordada: Hellboy.
Y es quizás esta adaptación la que haya hecho que Mignola destacara de tal manera que se haya animado –—unto a John Byrne, no olvidar— a crear a su diabólico personaje. Mucha influencia debe tener el estilo de esta adaptación en su futuro trabajo, tanto gráfico como rítmico en los cómic del autor, priorizando ambientes, definiendo volúmenes y enfatizando las emociones de los personajes.
El gran pero que conlleva esta obra es su adquisición. Se editó en España hace veinte años y de ahí nunca más se ha sabido de ella. Lo peor es que la edición carece de las portadas de la miniserie original, ni se incluyen los pin-ups realizados para la ocasión en forma de Trading Cards por el propio Mignola, haciendo que lo más saludable sea buscar los cuatro números USA en Amazon u otra tienda que permita importar la edición original.
Aun así, es un cómic muy recomendable, tanto por el correcto trabajo de Roy Thomas —quien claramente vio que su pluma no iba a ser la estrella— como por el increíble trabajo de Mignola. Sin duda una gran obra empañada por su dificultad de adquisición, pero aun así, el trabajo extra vale la pena. Esperemos que en un futuro próximo sea editada nuevamente, y con ella, que el mito de Drácula siga creciendo.