"Rocket" de Themo Lobos: la primera revista chilena de ciencia ficción
A partir de los años sesenta el contexto político y editorial permitió que la historieta chilena tuviera un boom sin precedentes, caracterizado por un fuerte volumen de publicación con una amplia gama de géneros y títulos. Entre ellos estaba Rocket, una título menos recordado, pero portador de un excelso honor: ser la primera revista chilena de ciencia ficción. Las ediciones fueron dirigidas por Themo Lobos, quien más tarde se convirtió en guionista y dibujante de Mampato.
Rocket fue un proyecto creado en 1965 y publicado por Editorial Zig-Zag con periodicidad quincenal. ¿Su objetivo? Adaptar el formato de comicbook norteamericano a nuestro país, abandonar los contenidos misceláneos y abordar un solo género. El título solo tuvo 29 ediciones, sin embargo, su éxito permitió una eclosión de historietas temáticas y fue nicho para renombrados autores, tales como Miguel Aránguiz y Christian Pardow.
Según recuerda Ada Lobos, hija de Themo, la idea fue gestionada por su padre tras un encargo de Zig-Zag. “Le pidieron un proyecto para una revista distinta, que emulara el boom de Buenos Aires donde estaba la Editorial Frontera. Entonces solicitaron un proyecto de ciencia ficción”, asegura. El autor propuso Rocket, publicación que constó exclusivamente de cómics, a diferencia de contemporáneos como El Peneca donde también había verso, prosa y otros formatos.
Si bien la revista se autodenominaba como “ciencia ficción”, lo cierto es que este término se ocupaba en sentido amplio. Las historias abordaron el avance científico-tecnológico, los viajes en el tiempo, la aventura especial, la exploración de otros mundos y el encuentro con seres desconocidos (en situaciones de amistad o conflicto).
El acuerdo con Zig Zag permitió al autor tener completa libertad creativa para trabajar. “En el fondo entregaba un trabajo vendido, el paquete. La editorial compraba todo y mi papá se encargaba de pagar”, comenta Ada. Fue así como el historietista se convirtió en jefe, editor y funcionario de su propia revista. Themo incluyó a su personaje Nick Obre (en la tira Nick Obre: Agente 0005), agregó páginas de humor y además creó historias adicionales bajo el pseudónimo “José Nazario”.
La identidad de Nazario era algo que Themo tomaba con humor, pues los argumentos firmados con ese nombre eran dibujados por otros artistas. El historietista también se encargaba de difundir el mito, tal como queda claro en esta respuesta a un lector publicada en “La nave correo” del noveno número: “Agradecemos tus felicitaciones, estudiaremos tus sugerencias. El dibujante Lincoln Fuentes, el guionista José Nazario y el director han recibido tus palabras de elogio”.
Según comenta el historietista Máximo Carvajal (Doctor Mortis, GAE 13) en una entrevista previa a su muerte, nadie sabía que Nazario y Lobos eran la misma persona. “Hay una Rocket muy interesante, es el número de aniversario, se ven varios astronautas con las caras de los dibujantes y el Themo se hizo dos veces”, aseguró a Ergocomics.
Los elegidos
Carvajal fue además uno de los artistas reclutados por Lobos tras un fallido proyecto para América Latina que pretendía financiarse con apoyo norteamericano. “Yo hice una página de aviación, pero no pasó nada, los gringos no pagaron. Mientras estaba en El Mercurio aparece el Themo un día y me dice: ‘vamos a sacar una revista, así que retírate’. Ahí nace la primera revista dedicada enteramente a la ciencia ficción”, dijo en la misma entrevista. Máximo realizaba en Rocket guiones y dibujos para sus propias historias.
Carvajal participaba junto a otros argumentistas y dibujantes reconocidos del cómic nacional. Entre los primeros se cuentan Miguel Aránguiz, Isabel de Hagel, Germán y Guillermo Gabler. La lista de artistas era más amplia, entre los que figuran René Poblete, Adolfo de Urtiaga y Lincoln Fuentes. Los encargados de las páginas humorísticas rotaban con mayor rapidez, siendo Rufo y Ric los más frecuentes, aunque con participaciones ocasionales de otros como Guidú y Jalid.
Pese a que Hervi trabajó más con Themos Lobos en otras revistas, tales como El Pingüino, Can Can y el Humanoide, sí destaca la importancia que tuvo el proyecto de ciencia ficción para trabajos posteriores pues fue precursora en la elaboración de proyectos chilenos. “En general fue una pionera, ahí empezamos a hacer otro tipo de revista. Gracias a ella yo me acuerdo haber iniciado la revista Rakatán junto a Ric”, asegura el dibujante.
Para Hervi la revista Rocket logró movilizar un mercado que intentaba de reemplazar a las revistas Marvel, así como los distintos productos americanos que llegaban primero desde México. Asegura además que mantuvo un buen trato con Themo, a quien consideraba afable y divertido, pero también que “la relación fue lejana porque siempre trabajaba en su casa de San Miguel y posteriormente en Concón”.
En el nº26 de la revista se anunció que esta comenzaría a publicarse de forma semanal en lugar de quincenal, no obstante, el proyecto terminaría con la vigésimo novena edición en Marzo de 1966 (poco después de cumplirse un año de publicación). La editorial Zig Zag respetó la propiedad artística de Themo Lobos y cerró la revista, aunque lanzó otra del mismo género con el nombre Robot en septiembre de ese año.
La excesiva carga de trabajó agobió al historietista: “Aprendí que no se puede tocar el bombo y dirigir la orquesta”, comentó después a su hija Ada Lobos. Themo no solo dirigía, armaba y escribía argumentos para Rocket, también realizaba funciones para ediciones pedagógicas y tenía labores para Editorial Universitaria. Finalmente la presión fue mucha, enfermó y tuvo que dejar su proyecto en Zig Zag.
“Para entonces había salido Doctor Mortis, El Manque, Jungla y una serie de títulos. Sin embargo, todo pasa por algo: en la vereda de al frente apareció Eduardo Armstrong con su revista, fue al tiempo que mi papá había dejado Rocket y todos los álbumes. Entonces apareció la propuesta de Mampato. Tuvo dos semanas de descanso”, concluye ella.
En perspectiva: el optimismo crítico
Según el académico Vicente “Vicho” Plaza, autor del cómic Si no tienes donde ir, los artistas de Rocket estaban adelantados a sus editores y la libertad creativa se benefició de un modelo de negocio expectante. Los guionistas conocían mejor la ciencia ficción y sabían cuáles modelos seguir mientras la editorial aún desconocía el “molde” de los contenidos.
En otras palabras, esta libertad editorial para crear contenidos para niños y adultos venía del desconocimiento comercial de Zig Zag. Desde el punto de vista de Plaza, este tipo de ideas funcionaron hasta que la noción comercial del producto se impone nuevamente como sistema de control para precaverse ante cualquier disgusto del sistema. “Se cuidaba de no criticar. Para la industria comercial era un dogma en ese tiempo”, insiste Vicente.
Según Plaza, la revista además estaba determinada por dos tendencias narrativas: la primera era clásica y optimista, respondía a la fórmula básica de resolución de problemas y estaba protagonizada por héroes tradicionales. La segunda forma, en cambio, era sorpresiva y pesimista. Sin embargo, el académico aclara que en Rocket existe un “optimismo crítico” que se mueve entre ambas fórmulas.
Dicho optimismo también puede deducirse de otra respuesta a los lectores: “Desgraciadamente, no podemos cerrar los ojos a la maldad. Ella existe, pues la humanidad está formada, precisamente, por humanos. Y uno de los medios de corregir esto es mostrando los errores. Pero como, contrapartida, están los hombres como tú, llenos de idealismo y confianza en un futuro mejor”, respondió Themo en “La nave correo” del Nº9.
Si bien Robot mantuvo algunos creadores que trabajaron con Lobos, esta sucesora realizó cambios formales. No se incluyeron más páginas humorísticas y las historias, que en Rocket eran breves, se extendieron desde cuatro-ocho páginas a doce. Además, Plaza señala que uno de los mayores cambios fue precisamente la interacción: “Se cerró al contacto con los lectores, uno no tenía idea qué pasaba. No había retroalimentación”.
La Twilight Zone chilena
Para Carlos Reyes, autor de la novela gráfica Los años de Allende, con la partida de Themo Lobos desaparece en la editorial el espíritu de un proyecto personal y colectivo que había logrado penetrar en la industria. La revista Robot, en cambio, solo perduró durante diez números y su publicación terminó en enero de 1967.
Reyes, quien además es parte de Ergocómics, señala que el proyecto era sorprendente, un emprendimiento personal donde Themo podía invita a sus amigos a la editorial, generar dinero para sus colaboradores y al mismo tiempo entregar un proyecto de calidad. “Debe recordarse que Máximo Carvajal, uno de los buenos autores del periodo, dibujaba y escribía al igual que Themo Lobos. Algo que hasta hoy resulta poco habitual”, asegura.
Carlos Reyes además señala que la estructura de la historieta recordaba a La Dimensión Desconocida (The Twilight Zone), esto por sus finales sorprendentes y hasta filosóficos. Las asocia incluso a las películas televisivas de los años cincuenta: “uno se ríe un poco de cómo estaban hechas, pero si uno ignora ciertos elementos se convierten en grandes películas. Con estas historietas pasa lo mismo, casi no hay nada que tocar”.
También se declara sorprendido por la diversidad de las historias, aunque descarta que Rocket haya sido en esencia una publicación de corte infantil. “No era algo consciente, estamos hablando aquí de autores que les interesaba contar historias más allá de para quién iban dirigidas”, comenta Reyes. Si bien algunas podían ser pesimistas, muchas planteaban preguntas. Podían parecer infantiles pero no todas lo eran.
No obstante, Reyes asegura que las historietas chilenas actuales no necesariamente tienen continuidad con Rocket, sino más bien con otras influencias como Mampato, Hervi, Óscar Camino y otros. Considera que dicha revistas se parecían más a la producción televisiva de la época: historias breves con final sorpresivo y una metáfora para el receptor. “Si bien hoy el cómic metaforiza la realidad, no tiene la forma de fábula. En la medida que se rescate esa producción, surgirán voces que la rememoren”, concluyó el guionista.