"Doctor Strange" (2016): riqueza visual y pobreza argumental
Hacer la introducción para una crítica a una película de Marvel Studios a estas alturas es difícil. Es difícil redactar un par de líneas introductorias y sacar algo entretenido, porque además tienes que informar al lector nuevo en qué estado más menos está este universo cinematográfico. ¿En qué fase estamos? ¿Tres? ¿Cuatro? Como si importara a estas alturas.
Dejando el cinismo de lado, nos toca ver cómo Doctor Strange es llevado al cine por esta máquina de hacer dinero que es Marvel Studios / Disney, algo que tiene muy entusiasmado a los fans de “La Casa de las Ideas”.
Una vez leí una comparación interesante respecto a cómo veían el hacer cine las grandes productoras: era básicamente apostar en un casino. Pones tu dinero en juego y ruegas a que te toque la suerte y el número ganador. Sacas máximo provecho de tus ganancias y vuelves a apostar. En cierta forma, este modo de operar es completamente acertado con la industria y completamente contradictoria con el modelo empresarial de la misma: el mejor negocio es acumular dinero y no correr riesgo en el proceso. O por lo menos reducirlo al mínimo.
Pero, ¿qué pasa cuando encuentras el método infalible para apostar? ¿Qué sucede cuando tienes la fórmula perfecta para apostar y siempre ganar? Pues lo más obvio: la repites. Porque ¿quién no quiere ganar dinero?
Eso pasa con Doctor Strange, la película. Marvel Studios dio en el clavo hace mucho tiempo en cómo ganar dinero y reducir los riegos al mínimo. Por supuesto que no se les puede culpar por usarla a destajo, pero siento que la falta de riesgo quita emoción y al final, como espectador, sientes una especie de vacío.
Viejos trucos de magia
Doctor Strange cuenta la historia de este brillante y famoso neurocirujano, el doctor Stephen Strange, y cómo en su arrogancia —y en un accidente automovilístico— lo pierde todo. Básicamente es la misma historia contada para Tony Stark —de exitoso traficante de armas a rehén de islámicos extremistas— o la de Thor, el hijo de Odin —de arrogante Dios del Trueno y futuro señor de Asgard a la de un desterrado y simple mortal— y en donde la figura de Strange, soberbio y sabiondo, pierde lo que más le importa en su vida: su trabajo como cirujano y la fama que conlleva el éxito.
Strange tiene mucho en común con la figura de Tony Stark, salvo una sutil diferencia: mientras que Stark balanceaba la arrogancia con la personalidad de un chispeante Robert Downey Jr., el Strange de Benedict Cumberbatch puede llegar a ser un poco más cruel con los que lo rodean, pero no rebosa el carisma del empresario armamentista. Cumberbatch trata y falla no por su interpretación, sino porque el guion no le da mucho. Un par de chascarrillos puestos de mala forma —además de ser sencillamente fomes— no terminan de hacer encajar la idea de que dentro de la arrogancia de Strange existe una persona que también puede bromear y que es más humano de lo que aparenta. Strange puede tener un carácter ligero, pero no tiene que ser el mismo humor que hace el mencionado Stark. No se siente orgánico, o peor aún, simplemente no se siente.
Strange se mete en las artes místicas para poder recuperar su vida —quién no lo haría tras un horrible accidente— y en su camino se ve envuelto en algo mucho más grande. Existe todo un universo —o multiverso— que puede ser explorado y explotado. Siguiendo la maestría de The Ancient One —interpretado por una siempre radiante Tilda Swinton— ve que su camino de recuperación se entrecruza con las una guerra librada entre los que quieren mantener todo “como está” y los que quieren aprovechar estas artes místicas para sus propios fines. Aquí entra el villano del film: Kaecilius.
Interpretado por un desaprovechado Mads Mikkelsen, Kaecilius representa al que recorrió el mismo camino que Strange y que se torció al final para sus propios fines. Sin duda lo más interesante del villano es que es básicamente Strange, pero malo. Esto da la posibilidad de completar su personaje a través de Strange, restándole minutos en pantalla pero no así fuerza en sus motivaciones, por más trilladas que estén.
El resto de la trama del film está más que vista multitud de veces, incluyendo la amenaza final —le lleva rayo en el cielo, por supuesto— la cual no detallaré para no arruinar las pocas sorpresas que posee, a pesar de que muy al final, se vuelve todo predecible.
El verdadero hechicero supremo: Steve Ditko
A pesar de lo poco sorpresiva que pueda sonar la trama del film, de alguna forma Marvel trata de mantener entretenido al espectador. Y eso se siente cada vez que vemos un efecto especial en pantalla. Si nos remontamos al trabajo visual de Steve Ditko en los cómics originales de Doctor Strange, vemos una suerte de experimentación visual muy en la línea psicodélica que imperaba en los sesenta. Ditko fue capaz de plasmar en papel viajes psicotrópicos de una manera tan natural que se convirtieron en parte integral del personaje por mucho tiempo. Y eso está perfectamente trasladado en la película.
Así, Doctor Strange como película posee un par de escenas muy bien ejecutadas, donde podemos sentir la influencia del creador del personaje de una manera que resulta muy original, y lo más importante, no se siente como algo reemplazable o ajeno a la historia. El apartado visual también es parte integral de la historia, a pesar de reducirse a unas pocas escenas, y creo que es por lejos lo más rescatable y memorable de la película.
La música corre a cargo Michael Giacchino, el compositor de moda ahora en el cine, y si bien no se siente como su mejor trabajo, creo que su partitura está muy acorde a estas escenas que son visualmente intensas, a veces saliéndose de los instrumentos musicales tradiciones a otros mucho más experimentales, como requiere la puesta en escena del film.
The Prestige
Como ya habrán leído, a mi gusto Marvel Studios ha sacado nuevamente su fórmula probada y nos ha dado una película de manual sin mayores riesgos. Es una fórmula que les funciona y que probablemente sigan ocupando hasta que sus propios fans —que son muchos— se cansen y pasen a otra cosa. Pero también siento que las costuras del traje están cediendo y noto cierta saturación en algunos aspectos de esta fórmula —el sentido del humor de Tony Stark no se puede replicar en todos los personajes que le siguen— y que creo que deben refinar si es que la van a seguir ocupando. De todas formas, las mayores fortalezas de Doctor Strange como film no es su guion —con ese patrón conocido— sino su poder visual, en un deleite que se ha visto pocas veces en películas de imagen real —Paprika de Satoshi Kon o X de CLAMP tienen mucho en común, ahora que lo pienso— y que ya de por sí vale su entrada al cine.