Orígenes Escuetos: Image Comics
Año 1990. Marvel Comics había tenido un gran año con millonarias ventas, por lo que la fiesta de fin de año fue mucho más grande que otros años. Al final de la fiesta —celebrada en las mismas oficinas de Marvel— un grupo de artistas sentados en los cómodos sillones del lobby de la compañía discuten sobre su trabajo y el futuro.
Todd McFarlane: ¡Satanás! Este fue un gran año. Trabajamos mucho y sacamos los cómics más vendidos de todos los tiempos. Me encanta ser satanista y exitoso. Parece que ahora me pueden creer eso de tocar guitarra bajo una higuera…
Jim Valentino: Aquí vamos de nuevo con todo el rollo de que Satán es la cumbia y que es la única salvación. Corta el discurso, McFarlane, no nos vamos a convertir al satanismo, ni vamos a adorar a una puta cabra.
McFarlane: Valentino, cierra la puta boca. No tienes idea de lo que hablas.
Valentino: Solo digo que termines con la imitación de Testigo de Jehová, que cada vez que nos juntamos tratas de que nos unamos a tu culto. Cada uno ya eligió su credo y eso no va a cambiar. Además, si bien vendimos un montón, seguimos con el mismo sueldo de hace años. Ni siquiera por la inflación ha subido el cheque de fin de mes.
McFarlane: Sabes, tienes razón en eso, Jim. Mi Spider-Man vendió dos millones de copias, y veo mis dibujos en poleras y calzoncillos. Y yo no recibo nada de eso…
Valentino: ¿Más calzoncillos? Pero si ni siquiera usas…
McFarlane: ¡Cierra la boca, Valentino!
El grito de McFarlane despierta a un inquieto Jim Lee, que dormitaba unos asientos más allá.
Jim Lee: ¡Hồ Chí Minh! ¿Cuánto habel dolmido? ¿Cuánto?
McFarlane: Unos veinte minutos, creo.
Lee: Debelé descontal esas holas de sueño más adelante. ¿De que hablal ahola?
McFarlane: Valentino y yo nos dimos cuenta de que la empresa gana millones con nosotros y no vemos ni un penique extra. Hasta a mi papá en la fábrica que trabajaba le dieron un reloj como recompensa por su trabajo, acá no nos dan nada. ¿Qué opinas, chinoka?
Lee: Yo tlabajal dulo y no quelel quedal sin nada que hacel. Hacel nada molestal mucho a papá. Si se molesta, mi volvel a estudial medicina…
McFarlane: Tranquilo, chinito, nadie ha dicho nada de quedar sin trabajo. Solo discutíamos nuestras posibilidades de que nos suban el sueldo. Más dinero ayuda a cualquiera y no hace daño.
Al sonido de la palabra “dinero”, Rob Liefeld se levanta del suelo. ROB! había estado durmiendo después de tomarse todo el whisky de la fiesta y había vomitado justo en la entrada del edificio de la empresa.
Rob Liefeld: ¿Alguien dijo dinero? Oh, mi cabeza… ¿Qué pasó?
Valentino: Te tomaste una bacinica completa de whisky, Rob. Luego te sacaste la camisa y bailaste el “barco pirata” con ella. Después te le insinuaste a una secretaria preguntándole si quería ver el mejor músculo del Captain America y al final gritaste que las abejas te perseguían y saliste corriendo. Por casualidad te encontramos aquí.
Rob!: Wow… Al menos esto es fuera de horarios de trabajo, así que no me pueden despedir. Soy un as. ¿Y qué hacen ahora? ¿Vamos a salir a cazar polluelas?
McFarlane: No, los dos, Jim y yo, pensamos en renunciar de la compañía, por no pago de bonos. ¿Te unes?
Valentino: Oye, nadie habló de renunciar…
Lee: Mi no quelel leglesal a la escuela de medicina…
McFarlane: Okey, okey… no vamos a renunciar. Pero tampoco nos podemos quedar de brazos cruzados.
Valentino: Hablemos con el jefe y pidamos un aumento. Quizás si Jim Lee habla con él nos escuche a todos…
McFarlane: Apenas podemos entender su inglés y quieres que Taka-taka negocie nuestros sueldos.
Rob!: Además, creo que eso ya lo intenté…
McFarlane: ¡¿QUÉ?!
Rob!: No lo recuerdo muy bien, creo que me había tomado unas cervezas para inspirarme a escribir mi número de X-Force. Pero recuerdo que fui a la oficina de Terry Stewart (el Big Boss) y después salí y Marc Silvestri y Erik Larsen estaban muertos de la risa.
McFarlane se lleva las manos a la cabeza en ese momento.
McFarlane: ¡Pero Rob, arruinaste nuestra oportunidad! Valentino, busca a Silvestri o Larsen, a ver si no se han ido de la fiesta. Tenemos que saber qué hizo este idiota.
Valentino: Okey, okey…
Pasan un par de minutos y Jim Valentino llega acompañado con Marc Silvestri —completamente sobrio— y Erik Larsen, que llevaba una botella de ron bajo la chaqueta.
McFarlane: ¿Alguno de ustedes dos escuchó lo que le dijo este idiota al presidente de la compañía?
Erik Larsen y Marc Silvestri: Sí, lo vimos todo.
McFarlane: ¿Y qué pasó?
Larsen: Rob entró a la oficina del jefe y le pidió más control sobre sus creaciones. Eso fue todo.
McFarlane: ¿Y por qué Rob dice que se estaban riendo cuando salió de la oficina?
Silvestri: Bueno, no nos reíamos porque haya entrado a la oficina del jefe. Nos reíamos por la reacción que tuvo al escuchar eso del “control de nuestras creaciones”. Te lo juro, Todd, se puso colorado como un tomate y empezó a gritar de lo malagradecido que era. Creo que los gritos confundieron a Rob, porque en su borrachera trató de calmar al viejo dándole un abrazo…
Larsen: Y se subió arriba del escritorio para tratar de abrazarlo y se cayó al suelo. Fue súper chistoso.
McFarlane: Maldita sea, Rob, arruinaste nuestra oportunidad…
Rob!: Tranquilo, viejo, es parte de mi espontaneidad. Te digo, esto se va a olvidar en un par de semanas y luego hablamos con el viejo.
Larsen y Silvestri: ¿Hablar sobre qué?
McFarlane: Los dos Jim, Rob y yo pensamos en renunciar de la compañía, por no pago de bonos. ¿Se unen?
Valentino: Nadie ha acordado nada, McFarlane… solo estábamos haciendo unas hipótesis.
Rob!: El amarillo le tiene terror a quedarse sin pega y volver a la China a pararse delante de los tanques.
Todos ríen menos Jim Lee, que mira a otro lado. El ruido de las risas atrae a un invitado inesperado a esta clandestina reunión improvisada. Es el mismísimo Terry Stewart, presidente de Marvel Comics, que aún estaba gastando sus últimos pasos de baile en la fiesta de la compañía.
Terry Stewart: Baia baia, pero qué tenemos aquí. Una colorida reunión de dibujantes. Muchos personajes ilustres veo alrededor del infame Todd McFarlane. ¿Cómo está tu madre, muchacho? ¿Aún le da vergüenza como dibujas las narices?
McFarlane: …
Stewart: Oh, parece que al fin Satanás te comió la lengua, muchacho. Y por aquí tenemos a… ¿si no es el famoso Erik Larsen? ¿Ya aprendiste a dibujarle los ojos al traje de Spider-Man?
Larsen: …
Stewart: ¿Y por aquí? El califa de Jim Valentino. ¿No crees que estás un poco viejo para andar dándotelas de parrandero?
Valentino: Nunca es tarde para hacer las cosas.
Stewart: Solo cuando entregas tus páginas, maldito holgazán. Por este lado tenemos a Marc Silvestri, o como le llamo yo: el Jim Lee made in China. ¿Cuántas rayitas tiraste hoy, muchacho?
Silvestri: …
Stewart: Eso pensé que dirías.
Stewart ve a Jim Lee, que es el único que se ha parado al ver que el jefe de Marvel se acercaba. Stewart lo agarra de las mejillas con ambas manos y lo levanta.
Stewart: ¿Y qué hace mi niño dorado al lado de estos perdedores? No quiero que te juntes con estos delincuentes, porque no vas a sacar nada de provecho. ¿Me escuchaste? Y si siento que estás hablando a mis espaldas, o siquiera me tiras una mala mirada con esas rayas que tienes como ojos, te mando de vuelta a Birmania, ¿me escuchaste? Vas a trabajar criando cobras el resto de tu vida.
Stewart se arregla su chaqueta y comienza a caminar hacia la salida, cuando posa su mirada sobre Liefeld.
Stewart: Súbete el cierre del pantalón, maldito cuello rojo. Si no es por que tu padre me salvó en Đà Nẵng, estarías entintando a Dave Sim en alguna casa de opio.
Stewart le patea la bota izquierda a Liefeld y sale al estacionamiento. De afuera, antes de subir a su BMV último modelo, el jefe de Marvel les grita a grupo.
Stewart: NO QUIERO VOLVER A ESCUCHAR ESO DE “CONTROL SOBRE LA CREACIÓN” O CUALQUIER COSA PARECIDA. Este próximo año van a cambiar las cosas, los voy a enderezar aunque tenga que capar a cada caníbal del Congo.
Stewart se va en su auto, acelerando al máximo y dejando una estela de humo tras su camino.
McFarlane: Viejo de mierda…
Larsen: Eso fue intenso.
Valentino: ¿Y ahora qué hacemos? Estamos acabados, el viejo nunca nos va a dar un aumento y ellos van a seguir vendiendo millones con nuestro trabajo. Esto terminó antes de empezar.
Rob!: ¿Qué? ¿Terminar? Nada termina a menos que nosotros lo decidamos. Acaso, ¿se terminó cuando los alemanes bombardearon Pearl Harbor?
McFarlane: ¿Alemanes?
Valentino: Olvídalo, está inspirado.
Rob!: Y no ha terminado ahora. Porque cuando las cosas se ponen difíciles… nosotros nos ponemos duros. ¿Quien está conmigo? ¡Vamos! ¡Vamos!
Liedfeld sale corriendo de la habitación gritando, pero luego vuelve.
Rob!: ¿Qué carajo pasó con los dibujantes que yo conocía? ¿Dónde está el espíritu? ¿Dónde están las agallas, eh? ¡Esta podría ser la mejor noche de nuestras vidas, pero van a dejar que sea la peor! "Oh, tenemos miedo de renunciar a Marvel, podríamos tener problemas". Bueno, ¡¡¡BÉSENME EL CULO
DE AHORA EN ADELANTE!!! ¡Yo no! ¡No voy a rendirme ahora!
McFarlane: Rob tiene razón. Está loco, pero tiene razón. Tenemos que derrotar a estos bastardos. Ahora, podemos luchar contra ellos con sus propias armas. Esto podría tomar años y creo que tenemos que ir a por todas.
Valentino: Sí, vamos a renunciar y vamos a formar nuestra propia compañía.
Rob!: ¡Y somos los únicos que podemos hacerlo!
Larsen: ¡Hagámoslo!
Lee: ¡Sí! ¡Hồ Chí Minh!
El grupo comienza a marchar y a gritar "¡Toga! ¡Toga! ¡Toga!" en un gesto completamente random que nunca se había visto en ninguna película norteamericana.
Whilce Portacio: Muchachos, ¿qué sucede? Oí unos gritos y vine a ver qué pasa.
McFarlane: Los dos Jim, Rob, yo y el resto de los muchachos pensamos en renunciar de la compañía, por no pago de bonos. ¿Te nos unes?
Portacio: Bueno.
Y así es como nació Image Comics… más o menos.
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A Whilce Portacio nadie le importa, así que no alcanzó a tener créditos finales.
Para Harold Ramis y John Landis