"Suicide Squad" (1987) de John Ostrander: un cruce de 'Mission: Impossible' y 'The Dirty Dozen'
Salidos directamente de la saga Legends, más concretamente del número tres de esa saga, tenemos una reinvención que es quizás el volumen más querido del Suicide Squad.
Antes de lanzarnos de lleno a la etapa capitaneada por John Ostrander, vamos a checar la versión más antigua del mismo grupo. En agosto de 1959 hacían su debut en The Brave and the Bold #025 un grupo de soldados indisciplinados que combatían en la Segunda Guerra Mundial. Creados por Robert Kanigher y Ross Andru, el grupo de soldados guiados por el coronel Rick Flag serían los encargados de realizar misiones catalogadas como “imposibles”, siendo su carácter rebelde pero patriótico el principal aliciente para que fueran catalogados como “prescindibles”. La gran mayoría de sus misiones se desarrollaban en Dinosaur Island, la que había sido reutilizada por Kanigher y Andru a partir de un parque de diversiones que había aparecido en el Batman #035 de Bill Finger y Bob Kane. En la versión de Finger y Kane, el parque tenía robots de alta tecnología que simulaban ser dinosaurios, mientras que en la versión posterior, la isla era básicamente una tierra pérdida sacada directamente del The Lost World de Arthur Conan Doyle.
Este grupo de soldados tuvo apariciones esporádicas en varias colecciones hasta que Crisis on Infinite Earths los borró de la continuidad editorial. O al menos eso se pensaba.
El crossover que siguió a Crisis se llamó Legends, en un intento de replicar el éxito de la macrosaga mas conocida del Universo DC, pero que además sirvió para introducir cosas nuevas y viejas a este universo. Ostrander, guionista de la saga junto con Len Wein, colocó de nuevo a este grupo que se dedicaba a operar en las sombras en misiones imposibles.
Pero Ostrander fue lo suficientemente inteligente como para no repetir el concepto que Kanigher y Andru habían inventado a finales de los cincuenta, al menos no de la misma forma. Nombrados oficialmente como Task Force X por el gobierno de los Estados Unidos, el grupo estaba comandado por Amanda Waller, una mujer de color con fuerte carácter —capaz de codearse a la par con los políticos más implacables de Washington— y guiados en el campo por el coronel Rick Flag Jr. La mayoría de sus integrantes son vilanos del Universo DC que están en el grupo por una sola razón: cumplir las misiones encomendadas en pos de revocar sus sentencias.
El concepto salto a tener sus propia colección —y que duró la no despreciable cantidad de 66 números— teniendo al mismo Ostrander en los guiones y al que se le uniría su esposa Kim Yale, eterna olvidada en casi todas las reseñas de esta etapa del grupo.
Ostrander supo dosificar de manera muy inteligente los distintos tópicos que abarcó en la colección: psicopatías, relaciones entre personajes, thriller político, crítica social, aventuras y risas en una etapa que en cierta medida es revolucionario dentro del Universo DC. En sus páginas era regular que algún miembro muriera dado a lo peligrosas de sus misiones, convirtiéndose cada número en verdaderas ruletas rusas impredecibles que sorprendían al lector cada cierto tiempo.
Ostrander manejaba esta tensión constantemente, no solo por los peligros de cada misión, sino por los integrantes del equipo. Amanda Waller era despiadada en cada decisión dura que tomaba, nunca escuchando la posición del resto. Rick Flag Jr. sufría particularmente con la relación que llevaba con su jefa directa, dado que Flag era un patriota idealista —y que Ostrander une habilidosamente con la representación romántica que tenia Flag hacia su padre, líder del primer Suicide Squad y que sirvió en la Segunda Guerra Mundial— haciendo conflicto con la naturaleza oscura y criminal en que operaba el equipo que tenía que liderar.
El resto de los integrantes no ayudaban a que la situación se relajara. Criminales capturados y encarcelados en Belle Reve —cárcel dedicada a la reformación de estos supervillanos—, instalaciones que Waller utilizaba como una especie de bolso mágico desde donde tomaba un reemplazo cada vez que un miembro del grupo no terminaba la misión. Y cada miembro sabía esto, por lo que no era raro que en algún momento traicionaran los objetivos de la misión por salvarse.
De entre los miembros más recurrentes estaban Deadshot (Floyd Lawton), tirador con tendencias suicidas que participó en casi todas las misiones del grupo, ganándose cierto cariño ante Waller, claro que ella nunca lo admite abiertamente.
Enchantress (June Moone), ser mágico que comparte el cuerpo con su contrapartida humana y que es particularmente volátil cada vez que usa sus poderes, perdiendo el control y tratando de asesinar a todo el mundo. Su única esperanza de redención es ayudar el escuadrón y esperar que estos le ayuden a controlar su contrapartida mágica.
Bronce Tiger (Ben Turner), artista marcial entrenado por la League of Assassins. Es de los pocos que tiene la confianza de Waller, siendo reclutado para ser líder del grupo, pero quedando en segundo lugar en pos de Rick Flag. El hecho que sea de color —al igual que Waller— le cierra varias puertas a medida que los números pasan.
Duchess (Lashina), furia entrenada por Granny Goodness y que fue traicionada y abandonada en la Tierra con amnesia. Waller se aprovecha de esto último para reclutarla, dando como resultado una de las sagas más recordadas, cuando el grupo termina en Apokolips luchando contra las Furias de Darkside.
Por último tenemos a George "Digger" Harkness, mejor conocido bajo su alias Captain Boomerang o simplemente Boomerang, un molesto personaje que no duda a traicionar al resto cada vez que puede. Curiosamente no es muy habilidoso en lo de la traición, por lo que siempre está un paso atrás de Waller, terminando todos sus intentos en fracaso. Además, es un tocapelotas cada vez que puede y con el cual Ostrander juega mucho al humor negro.
Dentro de sus páginas, aparecen más personajes —Ostrander es un guionista muy aplicado— ayudando a introducirlos de nuevo a la continuidad, evitando así a quedar en el olvido gracias a Crisis on Infinite Earths —como el caso de Shade, The Changing Man— o eliminando anomalías innecesarias creadas por otros autores —como “matar” a Grant Morrison, que se incluyó a sí mismo en la continuidad en su Animal Man— además de crear nuevos villanos y amenazas.
Y es aquí donde Ostrander se aprovecha de la situación política del mundo para crear de manera inteligente pugnas que se reflejarán en cada misión del escuadrón. Desde la Jihad, súper-grupo terrorista que opera en la ficticia nación del Medio Oriente, Qurac, hasta capos de la droga colombianos. Ostrander toma los miedos de su país y los pone en contrapunto con el escuadrón, dando un ejercicio donde predominan los grises —los motivos del escuadrón son lejos de ser bondadosos— haciendo que esa línea entre la maldad y la seguridad nacional se torne muy borrosa. Particular es el tratamiento de la Unión Soviética, representada como una nación oscura y confabuladora, cuyo único objetivo es amenazar la libertad que Estados Unidos defiende con un cuestionable grupo de villanos.
Pero Ostrander además tira dardos a la misma sociedad norteamericana. Amanda Waller está confinada a operar en las sombras y hacer el trabajo sucio no porque le guste, sino por ser de color y además mujer, y donde los superiores de esta no son competentes como ella y tratan de hundirla —nótese además que esta etapa se desarrolla entre la administración de Ronald Reagan y la de George H. W. Bush, donde estos sentimientos antigubernamentales se hicieron notar mucho—. Algo similar pasa con Bronce Tiger, personaje de color que tampoco puede destacar por más que Waller trate de que lo haga, porque sus superiores no lo permiten.
Las intrigas, el humor, aventura y crítica son los ingredientes que hacen de este grupo el bien valedero apelativo de serie de culto. No solo por lo difícil de conseguir —que lo es—, sino porque conforme pasan los años, más se puede apreciar el excelente trabajo de Ostrander y sus colaboradores; y cómo además de contar una historia buena se dieron el tiempo de arreglar cosas en el Universo DC —no olvidar que Barbara Gordon como Oracle nació en las páginas de Suicide Squad—, haciendo de estos 66 números toda una aventura. Mucho más que un cruce de Mission: Impossible y The Dirty Dozen, Suicide Squad brilló con colores propios.