Entrevista a Cayo Cactus: «Tengo claro que me voy a morir publicando material»
Hace poco más de un mes, Cayo Cactus escribió en el blog del gran Vicente Plaza, dibujar y escribir, una columna que dejó a pocos en el pequeño medio local indiferentes. Cayo pone en duda la existencia del "boom de la historieta chilena", además cuestiona de manera clara las críticas autocomplacientes que gobiernan el actual panorama del cómic local. Pero este artista no solo ladra, además muerde y lo viene haciendo desde hace rato. Es el co-autor de la excelente historieta Catrileo, galardonada el 2013 como Mejor Fanzine en los Premios FIC —el cual puedes leer aquí—. Lidera la pequeña editorial La Calaquita, donde se ha dado el lujo de trabajar con creadores como Nicolás Pérez de Arce, Nikolo, Tomás Fernández, Visceral y varios más —pronto se viene algo nuevo con Asertijo—. Por si esto fuera poco, se la pasa haciendo talleres de fanzines y colabora con artículos para el blog Sacapunta. ¿Quiere saber más de este amante de la historieta? Entonces lea la siguiente entrevista.
Ale Ayala: Llevas un par de años escribiendo la historia de Catrileo y al parecer aún falta bastante para darle un fin. ¿Qué ha significado para ti el camino recorrido con este trabajo? ¿Cuánto ha cambiado tu forma de entender el arte de la historieta en este tiempo? ¿Te sientes un autor maduro en esta disciplina?
Cayo Cactus: Catrileo partió como un proyecto de cómic a comienzos del año 2010 y recién las primeras páginas del cómic vieron la luz en septiembre del 2012. Antes de esas páginas trabajamos en dos guiones del cual llegaron a existir borradores bastante finalizados. Con esto quiero ejemplificar que todo ha sido un aprendizaje, incluso el tirarse a la piscina y asumir el riesgo de mostrar tu historia. Van a ser cuatro años desde eso y puedo ver claramente la evolución que hemos tenido como equipo, Tomás [Fernández] y yo. Repaso los primeros números y soy consciente, muy consciente, del exceso de expresividad y lo barroco que resulta tanto lo gráfico como el texto en esos inicios. En ese momento teníamos la idea de que queríamos componer páginas que fueran "propuestas experimentales" —ilusa idea— sin ningún tipo de estructura de viñeta prediseñada y hoy en realidad preferimos ceñirnos a una estructura de 9 viñetas que dentro de sus limitaciones nos entrega una métrica subterránea donde podemos manejar apropiadamente el ritmo de lectura que queremos para el lector. Con el tiempo nos hemos dado cuenta que menos es más y que las formas sirven para jugar con las expectativas de lectura, al menos ahí hay una pequeña evolución en términos del lenguaje del cómic que nos ha permitido crecer manteniendo el deseo de hacer un trabajo original y con una identidad propia.
Pero no ha sido solo eso, siendo un trabajo de sólo dos personas nos hemos visto en la necesidad de aprender muchas cosas para que todo el proyecto llegue al público con los limitados recursos que contamos. Por ejemplo, yo quería que el capítulo "Pewma" terminase con un fanzine del Divino Anticristo y para ello necesitábamos usar una tipografía ad-hoc que representase su letra manuscrita. Como no había nada cercano, pues la creamos… y ahí está, hicimos una tipografía completa, mayúsculas, minúsculas, números y demás signos ortográficos para tan solo para 8 páginas de la historia.
De la misma manera, al no contar con un apoyo editorial tuvimos que aprender a convertir todo esto en fanzines y luego en un libro, puro ensayo y error.
Somos todavía un par de pendejos en todo esto, nos falta mucho, los artistas y las obras que admiramos son atalayas infranqueables para nosotros y creo que eso está bien, es lo que toca nomás, ser pendejo, bien pendejo, o sea sacarse la chucha y seguir jugando, todavía está chévere todo esto: ser capaces de emocionarnos con el mero proceso de crear y con los pequeños avances que hacemos. La última entrega la terminamos de armar en 28 horas corridas, en parte de ese rato improvisamos 12 páginas completas con un trabajo de maquetas que habíamos hecho previamente y yo hasta ahora miro esas páginas y digo "wow, cómo llegamos esto". Es magia, me pone orgulloso.
Tal vez en cuatro años más lo encuentre pésimo, no sé, pero hasta eso habrá constituido un aprendizaje.
AA: Eres editor de La Calaquita Ediciones, una micro-editorial cuyo catálogo crece semestre tras semestre. ¿Cuál es la clave para mantener proyectos constantes, de niveles artísticos altos, sin morir en el intento? ¿Hasta dónde te gustaría llegar con esta editorial?
CC: La Calaquita existe porque en algún momento aprendí a hacer lo que siempre quise hacer en la vida: publicaciones, fanzines, libros; superficies rasgadas de símbolos dispuestas en lienzos sucesivos que conforman entidades cerradas y que pueden ser fácilmente conservadas, transportadas y distribuidas. Una maravillosa tecnología. A este hacer le he sumado más cosas: me interesa que las publicaciones tengan una identidad gráfica, que sean accesibles para todos, que se guíen con una moral pirata y del hazlo tú mismo. Este es mi proyecto de vida, tengo claro que me voy a morir publicando material o que prefiero morirme antes de dejar de hacerlo. No tengo ninguna clave para nada, solo mucha suerte. Tengo la fortuna de que en el camino he conocido gente talentosa que comparte la misma pasión que yo, que comparte una misma sintonía y que se ha embarcado en proyectos conmigo. De momento eso es todo: suerte, mucha suerte. Tengo claro que estoy al debe, ahora tengo que hacer de ello algo realmente bueno, la suerte no dura para siempre y no he logrado nada todavía.
AA: El cargo de “editor de historieta” es un oficio relativamente nuevo en nuestro país. Hoy coexisten varias formas de abordar esta labor en Chile. En la mayoría de las ocasiones la concepción de este cargo es trazada por tropiezos y aciertos que los mismos editores tienen sobre la marcha, y no a través de estudios o estrategias preconcebidas. En lo personal, ¿qué es para ti ser editor de historieta? ¿Qué rol cumplen los editores en la creación artística y hacia qué meta deberían moverse sus esfuerzos?
CC: Pertenezco a la manga de weones que han trazado un itinerario de tropiezos y aciertos, y sería desvergonzado de mi parte hablar sobre profesionalidad cuando no la tengo en lo absoluto.
Habiendo dicho esto puedo decir que ser editor, en general, significa concretar la mejor obra posible con el material que el autor te provee, sin pasar a llevar la visión propia que este transmite —esto incluye, por supuesto, la circulación y difusión del libro, pero quiero concentrarme en otras ideas ahora—.
El trabajo del editor es un trabajo invisible: en un libro bien editado el editor no se hace notar. Es una metáfora tonta pero el editor de cómic, tal como un portero de fútbol, debiese evitar que a la obra le metan goles. Debe tener una visión a largo plazo para que la obra sepa mantenerse en el tiempo y debe poder aportar con una mirada holística que haga fluida la relación entre lector y autor. Todo esto se da, por supuesto, cuando ya está en marcha el proceso de edición, pero antes de ello hay una labor previa.
El editor además tiene que tener una visión de qué es lo que quiere publicar y por qué. El editor tiene una responsabilidad sobre qué tipo de obras está distribuyendo en el espacio simbólico del libro. Una cierta coherencia interna no está de más tampoco, armar colecciones puede paliar un catálogo demasiado heterogéneo. Esto lo digo porque siempre debemos tener presente que construir un catálogo es otra forma de escribir; en este sentido soy de la opinión que los esfuerzos de los editores debieran enfocarse en arriesgarse a buscar y publicar obras novedosas por sobre todas las cosas, o sea: tener algo que decir. En lo particular no le encuentro sentido a publicar historietas que ya podrías conseguir en el mercado y cuya publicación resulta irrelevante en la escena local. Sí, falta riesgo, hay material nacional, material latinoamericano de excelente calidad que me encantaría ver editado acá, ahí tienes una buena meta para la escena editorial.
AA: Tú has dicho de manera pública y reiterada que no estás de acuerdo con la mirada optimista, a veces autocomplaciente, que parece gobernar en la actual escena local. Más allá de las críticas, para ti, ¿cuáles serían los síntomas o logros de un verdadero panorama robusto y sano en el cómic nacional? ¿Cuáles son las verdaderas —o las realmente importantes— batallas que se deben ganar antes de hablar de un “mercado” o “boom” de la historieta chilena?
CC: Se habla mucho del mercado como posibilitador de la industria y eso es algo de lo cual no me interesa tanto hablar, es dable imaginar un mercado donde se venda mucho y las obras sean igual de malas y el medio igual de mezquino. En mi mirada personal creo que la escena estaría realmente en un buen panorama si ya existiese:
i. Un festival anual latinoamericano de historieta con representantes de Argentina, Bolivia, Colombia, Perú, México, Uruguay, etc. Creo que si pudiéramos superar el biombo fronterizo mental que tenemos como país para nutrirnos y reconocer lo que ocurre en la región y nuestro continente podríamos decir que lo que hacemos efectivamente dialoga con otras miradas, que tenemos un lugar de influencia y que subimos el nivel o que lo intentamos al menos. Ojo que este es el mismo biombo fronterizo mental que nos tiene como weones en el aspiracionalismo gringo-europeo cuyo alcance es limitado y personalísimo. (Pequeña disgresión. Escribo esto y pienso en Los Prisioneros y su "¿Por qué no se van?" y saco cuentas que el gran legado de esta banda es el hecho de que terminaron siendo una banda latinoamericana, vayas donde vayas cantan sus canciones. Ahí sí que tenís pa meditar sobre un boom.)
ii. Un premio de alcance pecuniario con reconocimiento nacional. Por más que los premios sean una mierda y que probablemente casi ningún año estaremos satisfechos con el ganador, el oficio no existirá como tal en el acontecer nacional si es que no hay un reconocimiento expreso, supongamos estatal, a la disciplina.
iii. Una red de distribución eficaz y transversal para todas las editoriales. La piedra de tope de las obras es la distribución, todo lo demás se puede hacer con pocos recursos. Junto con ello, una apuesta por las librerías de generar contratos equitativos de consignación donde compartan con el editor el riesgo de la venta. Por lo general el editor deja libros y se le paga sólo cuando los ejemplares se venden, en algunos lugares incluso te pagan solo cuando se venda todo lo consignado. Creo que una fórmula equitativa sería generar una consignación con pago a plazo, digamos a 1 año, es un plazo razonable de venta y evita la incertidumbre sobre los ejemplares que se dejan.
iv. Una superación del infantilismo de la imagen. Se sigue enseñando a los niños que los verdaderos libros de grandes "no tienen imágenes" mientras que la población es continuamente bombardeada con imágenes que no son capaces de decodificar. Vivimos en un analfabetismo de lo gráfico y no he visto ningún esfuerzo en el medio por poner este tema en el tapete. Convengamos que el acontecer del cómic de superhéroe tampoco ayuda mucho a superar este prejuicio.
v. La existencia de al menos una obra que podamos llegar a consenso de ser un punto de inflexión en el panorama nacional. Tal vez pasen 20 años para que esto ocurra, pues entonces, que pasen.
AA: Para terminar, ¿qué proyectos se avecinan para ti y La Calaquita en el corto y mediano plazo? ¿Y en qué metas y/o sueños trabajas para el largo plazo?
CC: Estoy ahora más involucrado en varios proyectos más personales que editoriales y no todo relacionado con la historieta. Lo único que estamos tramando con calma por La Calaquita es la edición de un libro interactivo de cómic absolutamente genial realizado por Asertijo llamado En Busca del Tesoro Más Misterioso del Mundo, un libro que trae juegos, varios desafíos y 7 finales. Es realmente emocionante ayudar a que un libro tan novedoso salga a la luz.
De mi propio trabajo autoral, Catrileo es prioridad. Estoy trabajando en algunos guiones para incluir a varios dibujantes que admiro y con los cuales he deseado trabajar hace mucho, ya hay dos trabajos terminados con Nikolo y Visceral incluidos en el último ejemplar y la idea es seguir sumando a más artistas. Sin embargo, el camino es lento, es inevitable, pero tampoco hay apuro; Chile sigue contando la misma historia una y otra vez, me sigue dando material.
Tengo también otros guiones con temas más de relaciones humanas que he estado trabajando hace unos años pero no he podido encontrar un partner con quien desarrollarlos plenamente. Snif. Ya les llegará su tiempo.
Lo último con lo que estado ocupado es el sitio Sacapunta, que nace por esta necesidad de generar mayor difusión y diálogo en torno a la historieta. Estamos todavía en rodaje pero esperamos que sea un espacio de discusión regional con material teórico y crítico. Aprovecho de invitar a todos los que quieran participar de él.
Hoy, mi gran sueño es generar una red de difusión y distribución latinoamericana, que tanto los autores como los libros viajen, dialoguen y el arte secuencial prospere más allá de nuestras limitantes fronteras. No se trata de poner a la historieta como un medio ideológico, pero sí tengo la convicción de que un proceso como este ayudaría también a la integración que como continente necesitamos. Chile en lo particular es un país que no tiene amigos y es algo muy feo no tener amigos. Nos falta crecer mucho y aprender de los demás, y me gustaría ser partícipe de un proceso como este durante mi vida. Esperemos que este plan resulte bien secuenciado.
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