"Unbreakable" (2000) de M. Night Shyamalan: cómics entre nosotros
A pesar de sus traspiés a los que últimamente nos tiene acostumbrados, el director M. Night Shyamalan gozó hace un par de décadas atrás de una producción envidiable y de calidad, situándolo en un podio que ya hubiera querido Steven Spielberg en sus primeras películas. Shyamalan fue capaz de romper taquilla con una película baratísima —40 millones de dólares— como lo fue The Six Sense (1999), imponiendo su particular estilo y ayudando de paso a Bruce Willis a salir de los papeles casi clonados directamente del incidente del Nakatomi.
Para cuando llegó la oportunidad de rodar Unbreakable (2000), Shyamalan contaba con autonomía propia, asegurada por el estudio gracias al éxito de su anterior cinta. Esta sería su tercera película y su segunda colaboración con Willis, ya confiado en la visión del director hindú y su tratamiento de personajes al filmar.
El director nos presenta un extraño guion al principio, que tiene más tintas de misterio que de otra cosa: un día, viajando en un tren que cruza Philadelphia, acontece un accidente de tren; este descarrila y sus vagones son destrozados, aplastados y esparcidos en pedazos a varios kilómetros a la redonda. David Dunn (Willis) es el único sobreviviente; más aún, ha sobrevivido sin ningún rasguño.
En contraposición a este personaje, Shyamalan nos presenta a Elijah Price —interpretado por una soberbio Samuel L. Jackson—, un coleccionista y curista de cómics que sufre una peligrosa enfermedad que debilita sus huesos y articulaciones, haciendo que su esqueleto sea extremadamente frágil y algo deforme.
Ambos personajes comenzarán a interactuar, más que nada por la insistencia de Elijah de que se encuentra ante un ser excepcional, un superhéroe en la vida real que se rige bajo los mismos cánones de sus contrapartidas del papel. El personaje de Jackson hace una deconstrucción del medio del cómic de superhéroe, situándolo como una reinterpretación moderna a las hazañas pintadas en las cavernas o los mitos griegos escritos en distintas crónicas. El análisis que hace el personaje de Jackson —y el propio Shyamalan, obviamente— es impecable en todo sentido. Desde las formas de los personajes —atención al discurso que interpreta al villano con cabeza y ojos grandes— hasta el uso de colores para retratar el bien y el mal —verdes y grises mezclados con púrpuras y naranjas—, dándonos una sensación de credibilidad a lo que en un principio nos parece descabellado: los superhéroes existen, solo que no saben que están ahí.
Shyamalan toma las reglas del relato clásico y lo aterriza al nuestros niveles, mezclándolos con otros tópicos como es rechazo social —“los niños me decían Mr. Glass”— o el aislamiento familiar, brutalmente representado en la escena donde el hijo de Dunn apunta con un arma a su padre, sin escuchar razones de por medio. Ante esto no se puede sino empatizar con los personajes, sobre todo con el sufrimiento acarreado por el personaje de Jackson, haciendo la revelación final del film lógica, pero estremecedora al espectador, que tiene que presenciar la historia de origen del héroe y de su archienemigo. La escena del primer rescate que hace el personaje de Willis, ya asumido como el héroe de esta historia, y donde solamente escuchamos la música compuesta por James Newton Howard, termina por vendernos este guion que a primeras vista nos parece algo descabellado.
El director maneja una inquietante pero realista puesta en escena, sosteniendo la cámara de forma casi estática, para acrecentar el nivel de tensión —ver la escena cuando los doctores interrogan a Dunn en el hospital, después del accidente—, o la dolorosa escena donde Elijah cae por las escaleras, dan cuenta de la increíble calidad cinematográfica del director en lo que quizás pueda ser su mejor película.
Una película increíble, rodada de muy buena forma, con un interesantísimo guion —acompañado con lo que es la mejor deconstrucción del género superheroico— nos muestra que a veces el cine de superhéroes nos puede entrega mucho más de lo que le estamos pidiendo actualmente.