"Nuke: La Ciudad Salvaje" (2016) de Gonzalo Oyanedel y Ximena Rodríguez
Hace unos cuantos meses, tras el éxito de El Viudo, Gonzalo Oyanedel nos adelantaba por las redes sociales su nueva novela gráfica llamada Nuke. Luego nos da un sneak peak con el diseño de los protagonistas, quienes serían inspirados por Billy Idol, Iggy Pop y Fairuza Balk. De ahí nada más, hasta que Dogitia anuncia su estreno en la FIC Santiago (Feria Internacional del Cómic). Llamaron a los reseñadores de internet a apoyar la obra pidiendo la exclusiva versión digital y aquí estoy yo dejándoles mi opinión al respecto. Veamos qué tal.
NUKE: LA CIUDAD SALVAJE
Editorial: Dogitia
Publicación: 16/04/2016
Guion: Gonzalo Oyanedel
Arte: Ximena Rodríguez
Reseña: La Cavalletta
Estamos ubicados en el año 1990, es un Santiago post-apocalíptico —específicamente, post-terremoto— donde la supervivencia es la tónica dentro del caos. Nuke es un chiquillo punk con actitud rebelde y melómano, tiene de amigo a un tipo que le dicen Rojas, un veterano del rock 'n' roll y la guerra. Nuke, de juventud transgresora, se mete en un desafío con el fin de conseguir cigarrillos. Todo resulta bien, y con esto pretende conseguir objetos y alimentos a cambio. Mientras Nuke explora la ciudad en búsqueda de pequeños tesoros nos va contando un poco el contexto de este Santiago un poco al estilo Mad Max y nos habla de los Pericotes, unos "humanos" carroñeros por así decirlo. En la novela no se revela nada de ellos, solo su aspecto, similar a un zombie, pero son lo suficientemente hábiles para manipular armas.
Siguiendo con esta conversación con Nuke, que uno tiene durante la lectura de la novela gráfica, aparece Lhasa, la amiga de Nuke y quien le provee de alimentos a cambio de cigarros. Ella es una clase de madrina, ya que constantemente le pide que siga con vida y que se proteja. Luego del incidente en la Torre Entel, que marca un antes y un después de los personajes, ella desaparece del mapa, dejando a nuestro chico rebelde bailando solo. Con la Torre Entel destruida genera disturbios entre los Pericotes y los sobrevivientes además de un quiebre entre los protagonistas.
Ahora, evitando los spoiler de forma casi quirúrgica, procedo con mi opinión general de la novela.
La estética es atractiva, más que todo por ver Santiago en ruinas, hace que la realidad del cómic se sienta un tanto cercana. Que esté contextualizada en hechos reales —como el terremoto— y en barrios emblemáticos de la ciudad hace que uno como lector se conecte inmediatamente. Los diálogos que escribe Gonzalo Oyanedel tienen siempre algo muy característico, y es que usa palabras que actualmente se usan menos en el vocablo chileno —ojo, vocablo chileno, no español—, eso te puede desencantar o encantar, así de simple. Personalmente me gusta aquello, porque hace más profunda la huella chilena dentro de la obra y no lo deja solo porque la acción se ubica en casa. Puede que a ratos le quite un poco la naturalidad a los personajes ese detalle —un efecto que pasa también cuando uno lee los garabatos chilenos en lugar de oírlos—, pero la verdad es que aquel detalle pasa casi desapercibido porque los sucesos post-incidente Torre Entel se viven a 100 km/h.
El arte de Ximena Rodríguez, con exceso de detalles y dando un toque de realismo solo utilizando blancos y negros, es atractivo, pero los movimientos de los personajes se pueden sentir un tanto robóticos, con movimientos de cabeza que simulan una tortícolis —¡auch!—, pero es un detalle mínimo que en verdad no molesta en el goce de la novela. Me pasó que en un momento la expresividad de Nuke se vio inmutable en relación al momento que estaba viendo o viviendo, pero el resto del trabajo artístico, los escenarios, los diseños de los personajes, son geniales y atractivos.
Globalmente es una obra con toques de distopía y acción. Algo innovador en un sentido, ya que es la primera novela gráfica chilena con esos tintes post-apocalípticos. Tiene mucho potencial y muchas dudas para responder.