"Batman V Superman: Dawn of Justice" (2016): el 'Ocaso' de la Justicia
Cuando pequeño, gozaba con las películas de Superman de Christopher Reeve, así como el Batman de Michael Keaton. Por carriles y décadas separadas, esperaba la oportunidad que los cómics me daban constantemente —y con buenos resultados—: verlos juntos, ver sus diferencias, pero lo más importante, ver su unión en torno a ser lo que supuestamente son, una fuerza del bien.
Por lo mismo, llegué con ganas de amar esta película a pesar de sus posibles falencias. La principal es su procedencia: Man of Steel de Zack Snyder es una película irregular. Buenas ideas, temáticas poderosas, aunque atrapadas y ahogadas por un montón de edificios gigantes colapsando encima de ellas. Sin embargo, fuera de lo cuestionable de la figura de Superman que presenta —no quieren que empiece a hablar de eso—, hay una trama más o menos entendible y acción entretenida de ver, al menos hasta que la saturación de ruido y acción haga que uno quiera adelantarla un poco.
Y entonces, anoche logré ver la película. A esta altura la mayoría sabe de qué va. Bruce Wayne, un millonario que también es Batman, ve con preocupación la presencia de Superman en el mundo, como un potencial de destrucción demasiado poderoso. De la misma forma lo ve una comisión en el Senado y también el millonario empresario y científico Lex Luthor. Por otro lado, Superman está todavía intentando definirse como alguien que busca hacer el bien, intentando diferenciarse de la figura de potencial terror que otros intentan achacarle. En torno a este núcleo, existen varias subtramas, algunas que se resuelven antes de la mitad de la película y otras mucho más cerca del final.
Veamos algunas cosas positivas. Varios lo han dicho, el Batman de Ben Affleck es efectivo. No solo como un poderoso héroe de acción, peleando y asustando como siempre deseamos verlo hace tantos años, sino también como un Bruce Wayne desencantado. Affleck logra darle un matiz solemne a la película y es por donde más en serio podemos tomarla, junto a lo que es su sidekick sarcástico en Alfred. ¿Es el Batman que siempre se esperó ver en pantalla grande? Sí, se ve bastante bien. Ojala hubiéramos buscado una forma un poco más original de lidiar con su momento fundacional, porque ver la muerte de sus padres nuevamente y además en insoportable cámara lenta puede ser agotador.
Jesse Eisenberg como Lex Luthor le entrega una cuota interesante al personaje. Destaca ciertamente por mover la trama y entregar algunos de los mejores momentos de la película. Llaman la atención sus frases, y en ellas está la exposición de la tesis de la película, por si alguien esperaba alguna sutileza. En términos argumentales es de lo mejor de la película y su tema musical es uno de los pocos puntos altos de la banda sonora —que tiende a rescatar lo que ya había sido relevante en Man of Steel—. Como personaje se pierde al final, lo que es lamentable. Gal Gadot cumple entregando una cuota de misterio al personaje de Wonder Woman. La mayoría de su tiempo en escena es bien aprovechado y refuerza el interés de ver su película en solitario.
Más atrás queda Henry Cavill como Superman. Lamentablemente, ni el guion ni la dirección están interesados en darle un desarrollo real, arrastrando gran parte de las fallas que ya acarreaba como personaje en Man of Steel; no lo saben manejar ni encontrar su espíritu, ya sea por exceso de cinismo o por derecha ignorancia. Pareciera ser que solo es relevante como figura quieta, una estatua a la que no se sabe si venerar o no. Y creo que de aquí nos lanzaremos para dar un veredicto:
La película no es buena. Lamentablemente decepciona. Aunque asumo mi posible decepción natural ante plantear personajes de una forma distinta a la que yo hubiera querido, esta apreciación va más allá de ese punto. Es a nivel de cine que esta película fracasa, y molesta principalmente porque pudimos verlo de antes. Zack Snyder es un director visual y siempre se le alaba en ese aspecto, pero también cuestiono esas alabanzas. No ha sabido entregar sustancia a esas imágenes, y eso lamentablemente no es cine. Pareciera que busca, en la solemnidad de los créditos iniciales, en los sueños de Wayne, en los discursos de Luthor, en todo busca entregar una mirada nueva —que no refresca— a la historia de los superhéroes.
De hecho, veo mucho de Snyder en Luthor: esta película es una maquinación, es crear un monstruo gigante de dos horas y media. ¿Para qué? Para ver pelear a Batman —a quien parece respetar— contra Superman —a quien no entiende ni busca entender, sino para destruir el poco espíritu que le ha dado—. ¿Para qué? Para mostrar que puede crear una criatura más grande y más fuerte que su competencia, un rival aún más poderoso que resulta invencible en la figura de Doomsday. Y por medio de Luthor quedan claras sus instancias, quiere matar a Dios, quiere una pelea de gladiadores, y así director y villano se homologan, no les interesa quiénes son sus peones, sino lo que hacen: pelear. Si no logra destruir al azuloso por medio del hombre, lo hará por medio de otro monstruo.
Y Snyder triunfa, logra lo que ya intuía, destruye a Superman, destruye al dios que nunca de hecho logró mostrarnos ni siquiera cercano a lo divino, al punto que considero que tanto Wayne como Luthor son más protagonistas de esta película que Superman. Tienen cambios, escenas que logran comprometernos y desarrollo —ojo, solo por momentos—. Pero Superman, su gran momento es cuando se va a los puños, es nuevamente el protagonista de un conflicto que a ojos de cualquier espectador de ese mundo es otra destrucción gratuita causada por su sola presencia en este mundo. Solo nos buscan consolar para decir que son lugares despoblados, que la gente se fue a sus casas y que asumo que no se quedan nocheros ni cuidadores en esos lugares. Es un mundo que no necesita a Superman, que de hecho es mejor sin él, y ni Superman ni el guion logran vendernos que esta figura podría inspirar de otra forma. Ni siquiera al final, donde pareciera buscarlo desesperadamente, lo logra.
Snyder ha mencionado puntos de encuentro entre esta película y otra de sus incursiones en adaptación: Watchmen. El error lo repite. Los héroes de Watchmen no eran tal, y el cómic de Alan Moore lo deja claro. Personas así no deberían existir y ojalá no existieran. Pero la película no lo plantea así, finalmente sí busca que haya héroes y haya villanos. Batman v Superman es una digna sucesora de esa adaptación que es Watchmen: estos no son héroes si los miras detenidamente, pero hay tanta confianza en presentarlos como tales que queda claro que algo no está bien.
Por supuesto que intentan ganar al fan de cómic, y las referencias están a la orden del día. Fácilmente los lectores recordarán escenas de uno u otro cómic, sobre todo The Dark Knight Returns de Frank Miller —lo que ya era evidente desde que se anunció—, o las peleas a lo Arkham Asylum calcados del genial sistema de lucha de la saga de videojuegos de Batman. Los cameos, buscando generar artificialmente un comercial de lo que está por venir, buscan también enganchar a los fans, y creo que a muchos de seguro les gustará ver eso en tanto es una posibilidad, el deseo de verlos manifestados en la pantalla grande. Pero a nivel de cine se ve desesperado, porque de hecho, te saca de la película. No puedes dejar de pensar que buscan desesperadamente sentar las bases de algo que pueda parecerse aunque sea un poco a la competencia, sin traicionar la esencia de este universo cinematográfico: mucha oscuridad y grandilocuencia. Solo Wonder Woman logra salvarse por poco de esto, aunque no negaré que cuando hace acto de presencia total, me resultó muy gracioso.
Esta película quiere ser muchas cosas, y en parte pareciera ser varias películas a la vez. La primera película es quizás la más interesante, la que podría decir más cosas y que va prometiendo torpemente, y a tumbos de una edición y ritmo intolerables, sus puntos. Sin embargo, la mayoría de esos quedan sepultados en el instante que parte la segunda película. De pronto se aburrieron de los discursos, de las metáforas teológicas y la intriga política, y se desechan totalmente en función de la acción. El problema es que es acción por el gozo de ella misma solamente. Incluso, la misma The Dark Knight Returns —tanto el cómic como la adaptación animada— se beneficia de mayor diálogo en la lucha, algo que te recuerde por qué estaban peleando, por qué era relevante en primer lugar —y que la primera parte de la película buscaba asentar—. Que no exista ese espacio es volver a la tesis principal de por qué pelean: porque el villano de la película así lo quiso —y no hablo necesariamente de un personaje en la trama—. Luego empieza la tercera película —o la segunda y media—, donde vemos el sueño mojado del fan DC: la Trinidad en acción. Y está bien, supongo, la pelea, cuando se entiende, funciona… pero contiene mucha menos sustancia que el conflicto anterior, y la sensación de sorpresa la verdad ya se había perdido hace rato, por la película misma y por el infame segundo trailer.
Siento ambición y soberbia en esta película, como dije, abarcar muchas líneas. Busca ser adulta, pero también vender juguetes; que se sostenga por sí misma, pero que también dependa de un mundo expandido; que tenga temáticas serias, pero que también tenga acción desmedida. El problema de aspirar a tanto es que la caída puede ser más fuerte.
Sospecho que muchas críticas favorables pueden tener que ver con la emoción de que esta película exista en sí misma, y lo puedo entender. No la pasé mal viéndola, pero tampoco la pasé bien, con momentos que me hicieron reír de incredulidad de lo que estaba viendo o derechamente enojar. Es también una película muy "dirigida a hombres" —eufemismo de machista—, con solo protagonistas masculinos y personajes femeninos que giran en torno a estos como soporte. Ni siquiera conté cuántas veces hubo que salvar a Lois Lane de su propia torpeza, y al menos hubo un beso sinforofílico a lo Man of Steel —esperé más, menos mal que contuvieron su excitación ante tanta destrucción—.
No puedo dejar de pensar en los números que tuvo a su cargo Grant Morrison de Action Comics, en donde Superman peleaba contra Super Doomsday al final de la saga. ¿Qué era Super Doomsday? Una criatura creada por científicos buscando alcanzar una figura inspiracional para toda la humanidad. Para mayor alcance la venden a una corporación que la convierte en un “violento, atribulado antihéroe sin rostro, un ícono de marketing global”. Atacando a Superman y buscando su destrucción dice incluso: “¿Sabes lo que soy? Una franquicia asesina imparable de una realidad paralela… Estoy motivado por una simple directiva corporativa: aniquilar la competencia”.
Lo lograron, Snyder y compañía. Se salieron con la suya.