MR - Secret Wars #009, la más grande historia de los Fantastic Four
Los días de Battleworld llegan a su fin cuando los dominios del mundo construido por God Emperor Doom comienza a venirse abajo como piezas de dominó. En cada rincón de su reino la rebelión se desata, y hay un solo nombre que resuena tras todo este caos: Reed Richards. ¿Cómo fue el fin de Secret Wars? ¿Cumple las expectativas? ¿Qué ocurre con el Universo Marvel?
SECRET WARS #009
Llevo más de cuatro años siguiendo las historias de Jonathan Hickman en Marvel. Más de cuatro años viviendo las aventuras de Reed Richards y su familia a través de la particular visión del guionista. Desde que me adentré de lleno al mundo de los cómics, el trabajo del californiano me ha acompañado durante todo el trayecto, y de cierta manera, esta última entrega de Secret Wars marca el fin de una etapa. Es el cierre de una odisea que comenzó el 2009 con una miniserie enmarcada en el evento editorial de turno, terminando con el evento más importante desde Civil War.
Primero que todo, seamos claros, estimado lector: si no te gusta el trabajo anterior de Hickman en Marvel, no te gustará este evento. Secret Wars es una versión destilada de todo lo que representa su estilo de escritura, sus inquietudes, diálogos, estructura, tics y manierismos. Y esto es lo interesante, pues pese a ser un evento editorial, la historia misma tiene una enorme carga autoral que es de agradecer; en una época donde cada evento no es más que héroes contra héroes en el conflicto de turno, y teniendo algo como Civil War II en el horizonte, esto cobra aún más relevancia.
Everything lives
Secret Wars #007 y #008 fueron sumamente divertidos, con mucha acción, peleas, emoción y unas buenas dosis de humor para aligerar lo tensa —y densa— que había sido la historia hasta ahora. Pero ya es momento de volver a ponernos serios y terminar esto de una buena vez.
Y así, tras meses de espera, llegamos a la batalla final, el fin de todo. Los últimos sucesos llevaron a los sobrevivientes de las Life Rafts a propagar el caos en el reino de Doom, acelerando lo inevitable.
Apesta a maquinación.
Esta última entrega tiene tres personajes clave, y uno de ellos es T’Challa, quien brilla con luz propia enfrentándose a God Emperor Doom con un Infinity Gauntlet. Su pelea roza lo abstracto, ambos blandiendo el poder de los dioses, doblando la realidad a su voluntad. La visión de Esad Ribic es clave en estas escenas, permitiéndonos presenciar a través de su intrigante imaginación el choque de dos dioses con poder inconmensurable. Namor también tiene su momento, aunque mucho más breve y con un final no muy glamoroso; su acidez es siempre divertida de leer, y estando al final de todo del mismo lado de T’Challa le añade un encanto peculiar para quienes los siguieron desde New Avengers. A pesar de esto, los fans del Sub-Mariner no estarán del todo felices, especialmente si consideramos los sucesos vistos en Squadron Supreme #001. El primer superhéroe Marvel parece no tener un respiro últimamente.
Sorprendiendo a nadie que haya seguido el trabajo de Hickman en la Casa de las Ideas, los momentos más poderosos son protagonizados por la Primera Familia. El encuentro de Reed con Susan, la traición de The Maker, son todos manejados con elegancia y emoción. No hay compases débiles, es todo tensión y acción. Pero sin duda, la escena más memorable y tensa es el duelo final entre Victor y Reed, los otros dos personajes clave. Despojado de su poder por Owen Reece, Doom se enfrenta a Mister Fantastic en una pelea física, cruda, arrastrando el poder de un dios creador hacia el fango, donde su voluntad y determinación son las únicas armas válidas.
Los diálogos son elegantes, precisos, casi milimétricos, de una elaborada elocuencia que es difícil de equiparar; cada vez que Hickman escribe a los dos personajes más brillantes del Universo Marvel sale victorioso, pues su pomposidad le viene como anillo al dedo a estos personajes, y esta vez nos entrega su Canto del Cisne en la mejor rivalidad del mundo del cómic.
En el cierre, nuevamente T’Challa tiene un papel protagónico, regresándonos a donde comenzó todo, New Avengers #001, anunciando una nueva carrera espacial liderada por Wakanda y presenciando el lanzamiento del primer cohete espacial, el Alpha Flight. Esta escena en particular ha despertado muchísimas dudas, pero yo creo que hay que tomarlo de forma menos literal —sé que cuesta— y leerlo por lo que representa: un regreso a las cosas como debieron ser. Asimismo, Miles Morales tiene un pequeño momento, en parte para explicar por qué llegó a Earth Prime, divertido y optimista.
Y nos queda la secuencia final. Reed, Sue, Franklin, Valeria y el resto de la Future Foundation contemplan el multiverso que ayudarán a crear. Es una escena cargada de melancolía, reflejada en el rostro de Reed cuando su inocente hijo Franklin le pregunta si ya no son superhéroes. El cierre de Secret Wars es una hermosa despedida a los Fantastic Four; no es un adiós, sino un hasta pronto. Quienes dieron vida al Universo Marvel cierran el ciclo convirtiéndose en los forjadores del nuevo omniverso. Para ellos, mejor destino que este, no hay.
La portada, poderosa composición de Alex Ross, rememora grandes momentos de la historia Marvel, muchos de los cuales involucran a la Primera Familia. No cabe duda que Ross es uno de los portadistas más brillantes de la industria, y en un evento del perfil de Secret Wars no caben dudas sobre quién era el más adecuado para realizar este trabajo.
De retrasos y expectativas
Si algo caracterizó a Secret Wars fueron los constantes retrasos y cambios en las fechas de publicación. Lamentablemente, para muchos esto significó un eventual desinterés hacia el evento, en parte porque su relevancia tendía a bajar con cada mes que pasaba y en parte porque sentían que las nuevas series como Invincible Iron Man ya nos habían revelado el final. Entiendo su reacción y lamento que esto les arruinara la experiencia, pero personalmente creo que el efecto real sobre este cierre es virtualmente nulo, y permítanme explicarles por qué creo esto.
Por un lado, el único real efecto de los retrasos fue cambiar la publicación original de bimensual a mensual. Piénsenlo: dos entregas en mayo, una en junio, una en julio, una en agosto, ninguna en septiembre —que se cubre con la primera entrega doble—, una en octubre, una en noviembre, una en diciembre y otra en enero. Al final tenemos un evento mensual, un tanto accidentado, sí, pero nunca con un retraso tan terrible como para que se convirtiera en un completo desastre y que básicamente se traduce en lo que tradicionalmente esperamos de un evento editorial, la entrega mensual.
Pero esto nos lleva al otro punto, los supuestos spoilers con que las nuevas series arruinaban el final. ¿Victor con el rostro sanado? Lo relevante no era que esto ocurriera —no es primera vez— sino que el cómo y por qué. ¿Miles Morales? Fue anunciado en Junio. ¿The Maker? Irrelevante, pues su participación final en Secret Wars no dicta lo sucedido a posteriori. Sí, en un escenario ideal el evento debió terminar al mismo tiempo que debutaban las nuevas series, pero al final del día esta discordancia no afecta el disfrute ni del evento ni de las series en cuestión.
Ahora bien, el principal punto que debería preocuparnos es si estas esperas valieron la pena. ¿Valió la pena retrasar las entregas para que Esad Ribic y Ive Svorcina pudieran realizar su trabajo? ¿Habría sido mejor incluir a un artista más rápido para que ayudara con los plazos? Cuando revisamos el evento como un conjunto la respuesta debería ser bastante clara. Que Esad Ribic fuera el único artista y se le diera el tiempo suficiente para poder terminar todo su trabajo sin tener que bajar la calidad es lo mejor que nos pudo haber pasado como lectores, pues su visión y oficio forman una parte clave del resultado final. Creo que la espera, bastante estándar a fin de cuentas, demuestra haber valido la pena. Desde ahora, nadie va a evaluar Secret Wars en base a sus retrasos, sino que en base al producto final, como un conjunto, y si ese conjunto funciona tan bien, se siente tan bien cohesionado y conserva su integridad artística fue gracias a que se tomaron las decisiones correctas, el demorar la impresión de cada número en pos de un producto satisfactorio.
¿Es un reboot?
Interesante pregunta. Personalmente diría que no, no es un reboot, porque el nuevo universo nace de una historia desarrollada desde la continuidad tradicional, creando un relato lineal donde puedes seguir el punto A (Earth-616) al punto B (Battleworld) al punto C (Earth Prime). Contrario a lo que un universo representaría, esto permite que las tramas de las diversas series puedan continuar donde quedaron antes del evento en cuestión, a la vez que pueden incorporar nuevos elementos de forma lógica gracias a éste.
Pero entonces, ¿qué es un reboot? Los dos ejemplos más claros de lo que comúnmente llamamos “reboot” son Crisis on Infinite Earths y Flashpoint. Pero si los revisamos de cerca, ambos son eventos desarrollados desde la continuidad imperante en el momento, dando pie a un nuevo universo donde podemos rastrear elementos de la continuidad anterior en ésta.
Creo que la principal diferencia se puede resumir en una sola palabra: orígenes.
Lo que nos presenta All-New All-Different Marvel no son nuevos orígenes, donde vemos a los personajes tradicionales siendo revisitados con un nuevo inicio para las generaciones futuras. Lo que ANAD Marvel propone es un cambio sustancial en diversos elementos, aplicados sobre los cimientos ya existentes, para crear nuevas historias desde un prisma fresco. ¿Esto es bueno? ¿Malo? No soy quién para juzgarlo, dependerá netamente de lo que cada lector esperara y prefiriera.
¿Qué les pareció a ustedes? ¿Les quedaron dudas sin resolver? Conversemos en los comentariosO