"Sin Filtro" (2016) de Nicolás López
Sé exactamente qué están pensando. ¿Por qué estoy reseñando esta película? Porque la verdad es que no me gustó, pero también creo que es esencial estudiar este tipo de cine. ¿Por qué? Al igual que SQP, MasterChef, Yingo o Primer Plano, Nicolás López ha creado algo. Es lo que un colectivo de seres encuentra entretenido, un espectáculo que la gente parece consumir sin mayores pretensiones.
Pueden que nos parezcan tontas y vulgares, pero si le vamos a pedir a los creadores chilenos “algo mejor”, creo que es crucial reseñar lo que tenemos delante ahora y tratar de entenderlo. Así que, ¿que es Sin Filtro?
Bueno, es la última película de Nicolás López, que según la reseña de oficial reza algo así:
¿Ven algún patrón aquí? Pía (Paz Bascuñán) vive una vida relativamente mala —digo relativa, porque prácticamente tiene la vida resuelta en varias materias que ya quisiera yo— pero su propia personalidad frena su felicidad y la deberá cambiar si quiere ser realmente feliz. El MacGuffin para el cambio no es un control remoto universal, ni el deseo de cumpleaños de su hijo o una sesión de hipnosis; aquí, es el actor Ramón Llao disfrazado de chino que le hace una sesión de acupuntura y de pronto Pía ya no ve la necesidad guardarse lo que piensa. Expulsa todo de forma violenta y alocada. Como demanda este tipo de comedia.
Como ya sabrán, eventualmente la falta de filtro hará que termine metiendo la pata y arrepintiéndose de su nuevo status.
¿Me siguen hasta aquí? Seguramente ya deben tener mínimo tres películas estadounidenses en la mente que tienen el mismo patrón. A mí se me ocurre Click! De Adam Sandler, Liar Liar de Jim Carey y Shallow Hal de Jack Black. Y mientras que en estas películas el personaje necesita el cambio porque es dañino para su entorno, el personaje de Paz Bascuñán es todo lo contrario. Una mala imitación que no necesita un cambio de personalidad tan radical para “ser feliz”.
Quizás fui un poco injusto en esa comparación. Quizás el chileno se identifica más con el personaje “buena gente” que necesita expresarse, y puede ser un ejercicio válido en la película. Pero aquí viene otro problema, quizás el mayor de todos: los diálogos.
Los personajes dicen cosas súper tontas y recurren al garabato fácil para hacer reír, un recurso facilista que deberíamos haber superado como espectadores hace años, pero que extrañamente los realizadores chilenos siguen explotando. De hecho, y como dato, en la sala a la que fui había poca cultura “de cine”. Niños llorando en la sala —en una película que claramente no era para ellos—, celulares prendidos y gente conversando. Pero al sonido de un garabato o chuchada todos saltaban de sus butacas. Creo que no debería ser así, que deberíamos ser un poco más exigentes en este aspecto. Vale, es una comedia, pero el guion es básico y deberíamos no tratar de serlo.
Movámonos a aspectos más técnicos. La película esta pobremente filmada. Sé que suena extremo y quizás hasta pretencioso decirlo así, pero de verdad es que hay un abuso al filmar exclusivamente los rostros de los actores, que se pierden todo el resto de su lenguaje corporal. Serán ocho escenas donde se ven de cuerpo completo y por lo general son tomas al aire libre. La cámara se mueve sin motivación y no intenta expresar nada, está ahí porque tiene que estarlo. No pido tomas muy elaboradas, pero sí encuadres más respetuosos con el trabajo de los actores, que si bien el guion no les deja hacer mucho, pueden hacer un intento. Saber moverse en el cuadro es algo indispensable en la construcción de personajes, y es algo que aquí no se aprovecha.
Creo que el cine chileno ha avanzado mucho en estos años. Hay realizadores muy buenos haciendo dramas excepcionales, por ejemplo. Pero en el tema de las comedias la cosa no es tan así. Aún no veo que se aproveche la comedia visual o el blocking de los actores. Las comedia chilenas pueden que nos gusten o no, pero no podemos negar una falta de evolución en las mismas y, por raro que parezca, los personajes que más pierden aquí no son los espectadores. Son los mismos realizadores. Porque hacer cine en Chile aún es un proceso difícil, y desaprovecharlo en algo mediocre es doloroso y el espectador no exige algo mejor, eso también es preocupante.
El fin de esta reseña no es tanto el exponer a Sin Filtro como una mala película —para mí lo es, pero es algo subjetivo—. El real objetivo es que como espectadores no estamos siendo exigentes con lo que nos muestran en pantalla, tanto en guion como en nivel técnico. En todo género este nivel de exigencia es aplicable y debemos hacerlo porque el cine es un trabajo que perdura en el tiempo y termina formando parte de nuestra cultura.