"Máximo Chambonéz" de Themo Lobos: metiendo la pata hasta el fondo
El gran Themo Lobos es principalmente conocido por su hijo pródigo, Mampato, y su gran cantidad de aventuras en distintas épocas y lugares, con sus comparsas Ogú y Rena. Sólo con eso, el Themo se ganó un lugar definitivo e indiscutible en el panteón de los grandes del cómic local. Sin embargo, no fue su único hijo… mal que mal, durante varios años, había que llenar una revista semanal (Mampato) con las historietas del personaje que daba el título a la revista, cómics importados, artículos, reportajes, y con material nacional.
El imaginario pueblo de Piduquén, ubicado en el centro-sur de Chile, es un ejemplo de tanto pueblo y ciudad pequeña que poblaba nuestro país hace cuarenta años, antes de los malls, de las grandes cadenas de retail, del cable, de internet, y de todo eso. Cuando los pueblos eran todos distintos, pero todos iguales. Epoca de cines, de campeonatos deportivos locales, y de la suprema autoridad del Alcalde del pueblo. Pueblo chico, infierno grande, y todas esas cosas.
En este pueblo imaginario vive uno de los personajes más entrañables del cómic local: Máximo Chambonéz. Ya el nombre deja clara la orientación del personaje, un catrasca de tomo y lomo, el chambón máximo. Y esa es su única particularidad. Y con eso basta para dar pie a muchísimas historias, cuál más divertida que la anterior. Independiente de la tarea que Máximo emprenda, el resultado final será siempre el mismo: una catástrofe. Y siempre habrá afectados. En primer lugar, el alcalde. Y luego, en mayor o menor medida, todos y cada uno de los habitantes de Piduquén.
Si Máximo tiene una nueva afición, como por ejemplo, tomar fotografías, y trata de obtener algún beneficio con ello, seguramente mezclará las cosas y las fotos familiares del alcalde terminarán proyectadas en el cine para hacer publicidad de una carnicería. O si quiere competir en motocross, terminará derribando a todos los demás competidores. ¿Campeonato de volantines? ¿Carrera de autos? ¿Servicio de grúa? No hay desafío que Chambonéz no quiera enfrentar, ni catástrofe que no pueda causar.
El único personaje secundario como tal acá es el Abuelo Chambonéz, que no comparte el espíritu catastrófico de Máximo, pero que lo alienta (y muchas veces enreda) en sus aventuras.
¿La mejor? En mi opinión, lejos, la recreación de la Batalla de Piduquén, para algún aniversario de la comuna (originalmente publicada en el número 100 de la revista Mampato), en la que la inmensa represa del poblado fue literalmente destruida en una chambonada de marca mayor.
Los dibujos pueden ser, como siempre en la obra del Themo, divididos en dos categorías: los ambientes, elementos y fondos son sumamente realistas, mientras que las personas son caricaturas dibujadas de manera de maximizar el elemento ridículo y la risa rápida. Mal que mal, son historias cortas, de apenas cuatro o cinco páginas.
Todos hemos conocido un Máximo Chambonéz en nuestra vida. Un amigo, un hermano, un primo, bueno para “mandarse cagadas”, nunca con mala intención, simplemente por mala cueva. El Themo fue capaz de retratar a todos ellos, darles un nombre único, y convertirlos en un personaje inmortal del imaginario comiquero nacional.