"Ichi the Killer" (1998) de Hideo Yamamoto
Hablar de Hideo Yamamoto es hablar de un mangaka bastante particular. Su obra trata tema recurrentes que pocos autores occidentales tocan: crimen, desviaciones sexuales y el subconsciente humano, dando obras tan extrañas como la que vamos revisar: Ichi the Killer.
La acción del manga transcurre en el barrio de Shinjuku, un caldo de cultivo para las actividades criminales de diversa índole: robos, prostitución, trafico de vídeos pornográficos y un largo etc. se ven en las calles. En un bloque de apartamentos que está ocupado en casi un ochenta por ciento por la mafia yakuza, un grupo de renegados deciden asesinar a uno de los líderes de estas bandas y robarles su dinero.
Liderada por un suspicaz viejo, la banda se limita a limpiar las escenas del crimen dejadas por Ichi. Aquí viene lo mas interesante del manga de Yamamoto: Ichi es un retorcido joven que pierde el control de sus actos en medida que rememora un trauma que sufrió en su época de escuela. Este trauma ha derivado en una extraña fijación por sexualizar actos de extrema violencia -estallando en llanto en el proceso)-, Ichi llega al orgasmo al momento de asesinar, cometido que logra gracias a las cuchillas que tiene adherida en los talones de unas botas especiales y su gran habilidad en artes marciales -ademas de estar vestido con un traje bastante extraño, del que solo es reconocible su rostro y el numero uno en su espalda, también pronunciado “ichi” en el idioma japonés-.
Al otro lado de la vereda tendremos a Kakihara, el ayudante de uno de los asesinados líderes yakuzas. Kakihara es un ser repugnante, que disfruta dando y reviendo dolor, un sadomaso extremo -autoflagelándose heridas y cicatrices permanentes, incluyendo esa extendida sonrisa-, con métodos al borde de los límites autoimpuestos por los clanes criminales -en una recurrente representación de honorable yakuza-.
Kakihara empezará una investigación para saber el por qué de los asesinatos, motivado principalmente por su curiosidad sexual por descubrir quién es esta máquina de matar tan eficaz como depravada, que deja fluidos corporales tanto de sus víctimas como de él mismo en las escenas de sus crímenes.
Yamamoto posee un ritmo mucho más pausado que sus pares mangakas a la hora de contar su historia. Se detiene en escenas de conversación, pausando la acción continua que podría llegar a tener la historia, dando como resultando un ambiente tenso durante todo el manga. Así, entre las reflecciones de los personajes, Yamamoto tira la fibra más sensible del lector, pausando las horribles escenas de asesinatos y torturas -que pueden llegar a ser bastante extensas y gráficas- dando ese ritmo pausado y tenso de la obra.
Yamamoto también se juega una carta interesante con los personajes, tratando de meterse en la piel de ambos protagonistas, sobretodo en Ichi, para llegar a justificar su desviado comportamiento, nunca juzgándolo, sino mostrando el origen y desarrollo de éste. Kakihara es mucho más gráfico en este aspecto, siendo el goce con el dolor tan desarrollado que repudia a los que no ven las cosas desde su retorcida perspectiva.
Sin duda una obra interesante, que le valió mucha fama a su autor y que fue adaptada al cine por el incombustible Takashi Miike, del que ya hablaré mañana en una próxima entrega.