Unlimited Comics - "Kingdom Come" Parte 4: Batalla Interminable
Se agolpan palabras al llegar al final de esta historia, pero como a Norman McCoy, no puedo sino pensar en versículos, como efectos de una revelación que se hace necesaria, para una liberación efectiva. "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen" dijo un Jesús moribundo en la cruz. Lo interesante de esa frase es que, es verdad, no sabemos lo que hacíamos ahí, y pareciera ser que casi siempre no sabemos lo que hacemos cuando intentamos buscar culpables de un mal e intentamos hacer justicia, restablecer la paz y hacer que todo vuelva a estar bien. ¿Están aquí los personajes sabiendo lo que hacen? ¿O también necesitan perdón por su ignorancia?
Un tipo llamado Rene Girard dijo encontrar un mecanismo subyacente común en nuestra humanidad, uno que ante problemas sociales, busca culpable de manera compulsiva hasta que lo encuentra: esta persona, o este grupo, es responsable de todos los males que nos aquejan, de las maldiciones que nos caen o de que nuestra economía colapse. Por ende es necesario que todos nosotros, los que sufren, tomemos cartas en el asunto y acabemos con aquel o aquellos que son responsables de este mal, es necesario aniquilar, es necesario extinguir. Lo interesante de este "chivo expiatorio" es que, al morir, se vuelve a su vez en el portavoz de un bienestar insospechado, una paz inesperada. De pronto la violencia no es solo una herramienta más de control, sino que puede ser elevada a una categoría sagrada, y por ende, arraigada profundamente en la sociedad como tal.
No es difícil ver en Kingdom Come dónde pueden caer estas categorías: la decisión del Spectre, y que le pide a Norman, es buscar al culpable, que un grupo tiene que sobrevivir a costa del otro, acaso la humanidad o la sobre-humanidad. Superman se da cuenta que también es una decisión a la que debe afrontarse y se la delega al Captain Marvel, porque en parte sabía que sus propias decisiones los habían llevado a esta guerra. Por otro lado, la humanidad tomó ya una posición, sacrificar en un genocidio feroz a todos los que antes fueron héroes o sus representantes, por lo que decide mandar tres bombas de destrucción absoluta. Nuevamente, la decisión recae en la elección del chivo expiatorio, a quién odiaremos y sin embargo luego celebraremos como un evento que logró unirnos.
Girard vería en los evangelios la develación de ese proceso, o la des-mitologización de la violencia sagrada. Es decir, donde antes veíamos esta violencia como un medio de buscar paz, en este caso el culpable es aquel sin culpa por excelencia, una verdadera víctima sacrificial, y por medio de nuestra violencia matamos al mismo Dios, porque no sabíamos lo que hacíamos. Por supuesto, es difícil aprender la lección porque cristianos algunos años después tomarían forma de bestia destructora y usarían quizás de la manera más conocida el término de violencia sagrada. Para efectos de este mecanismo y sus consecuencias, el evangelio responde a esta frase: el que tenga oídos para oír, que oiga.
La pelea entre facciones de super-humanos tiene un nivel de ansiedad y explosión gigante. Por un lado las facciones cuasi-fascistas de un cuasi dios falible y dubitativo, Superman. Por otro lado, un ejército de seres poderosos que han aprendido miméticamente el lenguaje de la violencia, apresados por la Liga de la Justicia (cuyas ansias de guerra están principalmente representadas en Wonder Woman). Batman, representado el orgullo humano de querer pararse como si fueran dioses, se distancia de Luthor, el orgullo movido por el odio y el deseo del poder. Finalmente, la humanidad organizada tiene tantas falencias como el resto, pero también son los humanos con poder los que tienen en su mano la posibilidad de mandar bombas por los cielos. La diferencia aquí la marcan dos personajes finalmente, Captain Marvel y Norman McCoy. El primero, una víctima de su propia humanidad y de sus poderes divinos, el segundo, un representante de la esperanza de los que son dejados atrás, los miles que sin violencia soportan la violencia en su contra. Ambos víctimas, ambos son finalmente, el corazón de esta historia.
¿Qué esperaba la ONU? ¿La verdadera aniquilación? Wonder Woman, sumida en el conflicto, debía esperar lo mismo: aniquilación total. Lo interesante es el fracaso de esa empresa, siempre algo queda, aunque no sea material. Como dice Batman, después de recoger a los sobrevivientes, los que quedaron vivos son de distintos bandos, los suficientes como para que el problema siga siendo un problema. ¿Y Marvel? Billy lo supo. Se vio a sí mismo como manipulado, despojado de la niñez y con el heroísmo quitado por Luthor y los trucos de Sivana, en un ataque de largo aliento. Al momento de tomar una decisión, cuando Norman debe tomar una decisión, Superman la delega en Marvel, porque es humano, pero también es super humano: porque sufrió la carga de ser ambas cosas. Cuando lleva la bomba hacia el cielo la explosión recuerda a una cruz, como símbolo de nuestras cada vez más efectivas formas de matar, y quizás el elemento físico más realista del comic. Billy, reconocería Superman después, optó por no enjuiciar, sino salvar vidas, buscar redimirse y redimir.
Norman, el hombre que debía guiar el juicio de la venganza de Dios, también se siente desorientado en principio para tomar una decisión. La guerra entre super-humanos no era un terreno donde pudiera sentir con claridad su rol. Sin embargo, es cuando un Superman desesperado por el dolor de malas decisiones entra dispuesto a acabar con la ONU (reconozcamos que es una escena que sería muy interesante de ver), Norman hace acto de presencia y se para ante Superman como a un igual. Porque Superman también fue hombre, o fue criado y adoptado como tal. Norman enfatiza el perdón, los humanos tienen miedo y aniquilan porque eso les tiende a funcionar por un tiempo. Los super humanos tienen otros miedos y proceden a aniquilarse entre ellos también, y sin embargo Norman caminó entre ellos, sin perder el sentido de la misericordia. Norman vio ambas facciones como víctimas de un mismo sistema de violencia, no optó por ninguno, pero sin la figuración de Marvel, también optó por la vida.
La vida permanece, pero tiene sentido querer que está surja lejos de un entorno de violencia y venganza, que vea un futuro mejor. Que un ser que fuera símbolo de oscuridad sea el padrino de dos símbolos de luz, pero que también lidian con sus confusiones. Que la Ira de Dios descanse, que vaya a comer con un ser humano, y ver que tanto las Escrituras, los comics y la vida misma está abierta a interpretación. Norman es nuestra figura, un olvidado, un simple viejito en una iglesia olvidada de un mundo que olvidó. Norman marca la diferencia, pregunta hacia el cielo y lo cuestiona, y el cielo de cierta manera le brinda a él la posibilidad de marcar la diferencia. Norman es nuestro Job de esta historia, pero también es nuestro Cristo en esta historia, quebrando historia. De pronto los dioses no se sienten tan lejos ni tampoco nosotros nos sentimos tan lejos.
Unlimited terminó su publicación de esta historia clásica, y solo queda dar las gracias. Sí, lo de las portadas aún no lo olvido, pero gocé tener las páginas en Apokolips del número 2, y el tierno epílogo en el número 4. El que no la tenía debe aprovechar y seguir, por qué no, a disfrutar el arte de Alex Ross en las historias siguientes. A los lectores de esta página, mis disculpas por las tardanzas y por las referencias externas, si las disfrutó, se los agradezco.