"Ranxerox" de Stefano Tamburini, Andrea Pazienza y Tanino Liberatore: un cómic que es mejor punkearlo
Ranxerox es un pionero en su tipo. Es un cómic sumamente malhablado, incorrecto, y por sobre todo, punk, tal como su creador Stefano Tamburini, quien fue uno de los primeros —quizás el primero— que utilizó el ciberpunk de manera gráfica por allá en 1978, dando uno de los grandes exponentes de este género, con tintas de ultraviolencia, sexo y mucha crítica.
Stefano Tamburini (1955-1986), con la colaboración de Andrea Pazienza (1956-1988), iniciaron las andaduras del androide Ranxerox en blanco y negro en la revista Cannibale, donde era creado por un drogata con piezas de una fotocopiadora industrial de marca Xerox, de donde Tamburini saca el nombre. Años después, se incluiría al excepcional dibujante Tanino Liberatore, siendo su estilo hiperrealista y detallado, influencia en dibujantes como Geoff Darrow o Simon Bisley, que terminarían dando el broche de oro a esta obra que no da por sentado las leyes robóticas de Asimov.
Los varios números de Ranx —rebautizado gracias a una demanda de la empresa Xerox— mostrarían cómo el robot amoral, violento y súper fuerte, pronto quedaría enamorado de Lubna, una niña de doce años, drogadicta y criminal, algo común en el Nivel 30, un barrio de suma pobreza y crimen en una Italia post-apocalíptica.
La ausencia de inocencia en todos y cada uno de los personajes del cómic es esencial en la obra. En Ranxerox, el consumo de drogas es prácticamente una necesidad —el mismo androide está enganchado al VINAVIL— y se entiende con una perra descarada y yonqui de doce años, criminal, y sádica, que seduce y maltrata al protagonista como quiere, obteniendo de él una suerte de sumisión masoquista.
Ranxerox, además, enaltece la violencia: todo problema se resuelve a golpes o quebrando huesos y donde el androide no duda en aplastar la mano de una niña gitana que le ofrece unas rosas, donde además es aplaudido por el público, una mirada a la sociedad que los creadores creían como "apocalíptica".
Los niños merecen un párrafo aparte. No son blancas palomas y no dudan en robar, violar o matar a la menor provocación. Lubna es básicamente la razón por la que Ranx se mete en problemas; donde el androide ve amor, Lubna ve oportunidades de simplemente ser "cabrona" o simplemente satisfacerse de manera sexual o narcótica. De aquí salen las imágenes mas "políticamente incorrectas" del cómic. Los autores no se frenan en la carga sexual, sin ser nada explícito, aún así causa un choque en el lector, sobretodo en esta época empeñada en ser tan políticamente correcta.
Seguramente, esto último tiene mucho que ver con la remarcada relevancia católica del país de origen de los autores, Italia, y donde el afán de ser contracultura se ve reflejada en cada imagen del cómic. El hecho de que tanto Liberatore como Tamburini hayan experimentado con drogas —dando la muerte de este último— es una razón obvia de que los narcóticos son incluidos, no nos vamos a engañar a esta altura del partido, pero a pesar de conocer los estragos de este vicio, nunca son presentados como algo malo. Quizás la intención era todo lo contrario, mostrar un futuro completamente absurdo, un "no-future" del que tanto se escuchó a los punks de la época.
Desde un punto de vista conservador, Ranxerox es una obra escabrosa, de mal gusto. El lector mirará sus viñetas con asco y desaprobación. Quizás no terminará de leer un capítulo, y recomendará este tomo para una quema de libros. No me queda más que recomendarla, porque trato de no ser conservador.