"Daredevil" (1986) de Ann Nocenti y John Romita Jr.
Invitado: Coke Fuenzalida
Lo de la Nocenti y Romita Jr. es remarcable en todos los sentidos. Frank Miller había dejado un vara altísima con el demonio de Hell’s Kitchen, pero la dupla que nos convoca supo tomar el testigo y portarlo con bastante más que dignidad. 4 fueron los años que Ann Nocenti estuvo de cabeza creativa en un run valorado, querido y apreciado por los fans de Daredevil. Fue una etapa sumamente personal y de constante lucha contra las comparaciones en las cuales se solía caer por su antecesor.
Lo primero que hace y plantea Nocenti es, desde un inicio, un sentido bastante claro y crítico respecto a Matt Murdock. Hay una postura social de denuncia ligada a valores tanto de justicia como de recuperación de identidad y, dicho sea de paso, dignidad, tanto del personaje como de la redención del alma humana.
Los escenarios escogidos por la guionista son, cómo no, la cocina del infierno, un sitio común donde se congregan todos lo pecados posibles que se puedan anidar en el corazón de un hombre. Un sitio en donde la presencia del diablo guardián es apenas un aderezo en aquel mundo que está más allá de las miradas protectoras de los grandes héroes de Marvel.
Primeramente se respetan las bases dejadas por Frank Miller en su Born Again. Se nos sitúa en una urbanidad pestilente y al borde constante de desplomarse sobre sus propios cimientos. Una comunidad herida y moribunda. Daredevil se erige en este poco auspiciador entorno como una figura atípica del justiciero solitario. Daredevil está siempre en una constante lucha con el ambiente que lo rodea y con sus propios demonios internos, que no son pocos. Las historias que nos son narradas apelan justamente a esa lucha. La lucha que da el personaje como defensor de su indefendible cocina, y el debate constante sobre qué es lo correcto. En su andar se desploma un par de veces para luego volver a encontrar la senda correcta.
En este andar Ann Nocenti aporta, y con gran mérito, un detalle que a la vez se convierte en el fuerte de la serie. Por primera vez Matt Murdock es sacado de su hábitat natural y es puesto, literalmente, en el camino. Echado a deambular por una carretera sin fin, vemos cómo la esencia del personaje, aquella de la justicia enmascarada, no precisa justamente de un traje. Vemos a Daredevil/Matt Murdock portando el estandarte de la justicia desde sus entrañas. En estos ambientes ajenos a nuestro protagonista, entendemos cuán ciegos somos de nuestros propios actos. Cuánto nos hemos perdido por obviar lo evidente.
El apartado gráfico que en un inicio fue incierto por el constante cambio de dibujantes, se transforma al 100% con la llegada definitiva de John Romita Jr. quien en esta serie desarrolló y cimentó toda su grandeza, que desafortunadamente se ha diluido con el correr de los años. Los lápices de Romita Jr. son una extensión creíble de los textos desarrollados por Nocenti. Hay complicidad, desde la estructura hasta la narrativa y composición de páginas. Se fragua entre la pareja una energía que atrapa y te marca la retina a pulso, un pulso constante y honesto.
El trabajo de Nocenti y Romita Jr. en esta serie es, sin lugar a dudas, esa mirada certera en el brumoso mundo de nuestro ciego defensor.