"Kingsman: The Secret Service" (2014) de Matthew Vaughn
Con la llegada de Daniel Craig al traje de James Bond, el personaje volvió a ganar popularidad, pero perdió algo importante: esa capacidad de tener la línea del pantalón bien marcada, no importa cuán terrorífico era el plan del malo de turno. Kingsman: El Servicio Secreto recupera el estilo de las primeras aventuras del Agente 007 y le añade algo de sazón al conjunto, dando como resultado una de las películas más endiabladas del año.
Eggsy es un adolescente de la nueva Generación X. Esa que nuevamente no tiene futuro en un mundo que cada vez gira más rápido. Pero gran parte de la culpa del presente de Eggsy es él mismo. Empecinado en vagar y meterse en problemas, el chico se mueve entre la calle y las comisarías de Londres.
En un giro del destino, se le cruza Harry Hart, todo un "gentleman" de la vieja escuela británica. Pero el traje de dos piezas de Hart guarda más que su figura. Hart pertenece a una élite de espías internacionales que se mueven por sobre todos los estamentos de cualquier gobierno y ve el potencial desperdiciado de Eggsy. Así, lo recluta para pertenecer a Kingsman, y así encausar ese desperdiciado potencial y pagar una deuda con el padre de Eggsy.
No voy a revelar mayores detalles de la trama, si leyeron el comic en cual se basa la película estarán bastante interiorizados de qué va todo esto. Yo lo sabía. O al menos creía que lo sabía.
"¿Por qué las películas de espías no pueden ser tan divertidas como lo eran antes?", dirá el villano de la cinta casi saliéndose de la pantalla. Y es cierto que el Bond de ahora bebe más de Jason Bourne que de sus primeras aventuras. El Bond de ahora es mucho más serio y recto.
Kingsman es un abierto homenaje a las películas de espías de antaño. Artilugios imposibles, femme fatales, hermosos paisajes y acción a raudales. Matthew Vaughn maneja estos aspectos de manera muy entretenida y dinámica, aprovecha su limitado presupuesto y nos brinda imágenes impactantes. Pero el director inglés no se detiene en Bond, pasa por Los Vengadores, el Súper Agente 86 e incluso Austin Powers. Vaughn regresa a una época en que el espionaje podía ser tonto, pero que estaba consciente de ello y le sacaba provecho.
El siempre elegante y cortésmente gracioso Colin Firth interpreta a Harry Hart, que prácticamente se roba la película. "Los modales hacen al hombre" dirá el empaquetado espía mientras le parte la cara al villano. Taron Egerton interpreta a Eggsy, en un carismático debut, donde un chico "de la calle" y sin la sofisticación de la aristocracia inglesa se ve intrigado, pero confiado en este nuevo mundo del espionaje. Firth y Egerton entablan una relación en pantalla como el maestro y el pupilo, respectivamente, y que parece legítima y divertida.
La película maneja un ritmo endiablado y frenético, pero para nada confuso. La acción es clara y precisa y el humor tiene timing y gusto británico que encanta. Vaughn le dio un giro al cine de superhéroes con Kick-Ass y aquí hace lo mismo con el género del espionaje.
En resumen, una película entretenida, con bastante acción y humor que hace que se pasen volando las dos horas. El balance que le da Vaughn a la película es clave, así no nos despeinamos y terminamos con la raya del pantalón marcada. Justo como James Bond.