"Buzzkill" (2013): alcohol, drogas y súper-poderes
Algo que caracteriza al cómic indie —entiéndase, fuera de las dos grandes, Marvel y DC; no confundir con cómic under— y lo vuelve tan atractivo como alternativa para los lectores más versados en los trucos habituales del medio, es la posibilidad de poder explorar ideas y conceptos que serían difíciles de llevar a cabo en el cómic superheroico habitual, ya sea porque estas ideas "arruinarían" a los personajes, franquicias de cientos, miles o hasta millones de dólares que deben mantenerse siempre vigentes y en la cima; o por ser no aptos para el target principal (imaginario) del lector preadolescente. Un ejemplo de esto es Buzzkill, miniserie de cuatro números publicada por Dark Horse.
BUZZKILL
Buzzkill #001-004
Argumento: Donny Cates, Mark Reznicek
Guion: Donny Cates
Arte: Geoff Shaw
Colores: Lauren Affe
"Ruben" es un superhéroe que adquiere sus poderes por la ingesta de alcohol y otras drogas, nicotina incluida, de las cuales todas le dan un súper-poderes diferentes que se mantienen en sombras para meter más al lector en la historia (hasta nos lo dice el mismo protagonista). Aunque de primeras pueda sonar a diversión asegurada — "¿tengo que copetearme para salvar al mundo? ¡Dos sin hielo, porfa!" —, los excesos y el alcoholismo acaban destruyendo su vida personal. Y si bien esto podría prestarse para una larga y aburrida charla proselitista a favor de la sobriedad, nos vemos en frente de alguien tratando de encontrarse a sí mismo más que tratando de salvarnos a nosotros.
La historia comienza a rodar con nuestro protagonista (del que nunca sabemos el nombre real) en medio de una reunión de alcohólicos anónimos, dándose cuenta de lo difícil que será lo que está a punto de hacer y tratando de alejarse. Cuando un cómic logra que Nico y yo hagamos una reseña conjunta es porque vale la pena echarle un ojo; no porque seamos líderes de opinión (no, aunque cueste admitirlo, tener un sitio web no te convierte en uno), sino que por nuestros gustos a veces tan contrastantes.
En sólo 4 números, el equipo creativo —compuesto por el primerizo Donny Cates; acompañando en el argumento Mark Reznicek, baterista de la banda alt-rock Toadies; el artista Geoff Shaw, a tener en cuenta desde ahora; y el colorista Lauren Affe, que comienza su carrera en el mundo indie— arma una historia potente y redonda. Con un muy buen ritmo, la trama avanza sin descanso, presentando su pequeño universo de héroes, villanos, conflictos pasados y misterios.
La narración, en una especie de tercera pared y media, se nutre de viñetas animadas y vivas, nos encontramos metidos de cabeza en un mundo del que no se nos dan muchos detalles más que lo que vemos y lo poco que nos va contando nuestro héroe mientras la acción va pasando. Así, vemos a un drogadicto perseguido por su pasado, pero en el sentido más literal que se pueda; los temas de alcoholismo y adicción están bien manejados, con un respeto y realismo que se agradece, pero nos dan un giro al presentar su pasado en la forma de una galería de villanos enorme de los que no sabemos y no necesitamos saber nada.
La historia podría ser (y en partes es) pelea tras pelea, splash pages llenas de sangre, pero se centra principalmente en el esfuerzo que significa intentar ser mejor persona y los sacrificios que tomamos para ello, reemplazando las metáforas sutiles utilizadas generalmente en el mundo indie por mallas, dándole un poco de todo a todos. El número final es especialmente potente, narrativa y emocionalmente.
En el apartado artístico, nos encontramos con un artista que encuentra un equilibrio casi perfecto entre los noventa y los 'dosmil', tomando el achurado que caracterizó la década del grunge y usándolo en los lugares adecuados para dar vida y movimiento a sus dibujos, bebiendo un poco de su tocayo Geoff Darrow, y esto se mezcla con rostros que no buscan un parecido a la vida sino que se mueven dramáticamente como lo necesite la historia para representar al máximo las emociones pertinentes.
El color de Affe se suma a la corriente actual de usar paletas de colores primarios, nada de efectos ni brillos superfluos que interfieran con el dibujo, lo justo y necesario para crear el ambiente que necesitamos para enfrentarnos a la obra, un complemento que desde la simpleza suma más de lo que haría cualquier espectacularidad.
Ojalá saquen algo más, definitivamente este fue un buen equipo creativo. De lo mejor del 2013.