Un vistazo a la historia de Mampato
Junto a los jugadores de Barrabases y a Condorito, Mampato es —posiblemente— el personaje de ficción gráfica más conocido y duradero de nuestro país.
El origen del personaje es un clásico ejemplo de “nadie sabe para quién trabaja”. Corría el año 1968, y se acercaba la fecha del lanzamiento de una nueva revista infantil, que llevaría por título Mampato. Era necesario un personaje que, con sus historias, le diera una continuidad a la revista. Así nace este niño, de la pluma de Eduardo Armstrong y de los lápices de Óscar Vega. Sin embargo, rápidamente los dos dieron paso a un señor de nombre Themístocles y apellido Lobos (nacido en 1928 y fallecido en 2012), quien se acabó convirtiendo en el autor definitivo del personaje, con quien tuvo una relación que se extendió por diez años, hasta el cierre de la revista Mampato en 1978, y mucho más allá, con las innumerables reediciones de las distintas aventuras del personaje, primero como parte de la revista Cucalón en los noventa y luego con las ediciones individuales de cada historia.
¿Cómo se las arregla un personaje para sobrevivir –en un mundo tan cambiante como son los cómics- más de 45 años, y más encima, para pasar de generación en generación de abuelos a padres y a hijos?
Supongo que esto se logra, en parte, porque Mampato es un niño chileno promedio, de jugar en la calle con sus amigos, de tomar once en familia con pan con palta, y de pasar vacaciones en el campo en casa de los abuelos. Cualquiera de nosotros podría ser Mampato (y viceversa). Más aún, Mampato es medio perno, bueno para el estudio y los libros (ahora, si nos vamos en un análisis más profundo, quizás todo el cuento de los viajes en el tiempo, Ogú y todas las aventuras... no son más que fantasías encontradas mientras estudia). En fin, cualquier ñoño que se precie se puede sentir identificado. Es más, cualquier ñoño que se precie daría un par de órganos por poder ser Mampato. Además, Mampato no tiene superpoderes ni habilidades superiores a aquellas de los niños normales. Su única “gracia” es el Cinto Espacio-Temporal, ese dispositivo que —décadas antes del DeLorean y su condensador de flujo— le permite a su usuario viajar por el tiempo y el espacio, sin necesidad de acelerar a 88 millas por hora, sin usar plutonio, y pudiendo cambiar el lugar de destino a voluntad.
Otro factor es la dupla protagónica (Mampato y el cavernícola-forzudo-no-muy-inteligente-pero-de-buenos-sentimientos Ogú), que al principio parece copiada de los galos de Asterix y Obelix, pero a poco andar –gracias a la naturaleza de sus historias y a la relación entre ambos- rápidamente se diferencia de los portentosos galos.
Adicionalmente, el arte –siendo básicamente caricaturas- está muy bien logrado, sobre todo en las reediciones más recientes que han sido recoloreadas de un modo que no era posible en los setenta. Por supuesto que hay errores, tanto gráficos como de argumento, pero al final del día la suma es ampliamente positiva.
Entrar en el mundo de Mampato es una invitación a estudiar historia, es abrir la imaginación a tiempos pasados, fabulosos, ficticios o reales, o a un futuro post-apocalíptico. Es conocer personajes de fábula, es presenciar momentos esenciales de nuestra historia (y querer conocerlos a detalle, como cuando Manuel Rodríguez le abre la puerta de la carroza a Marcó del Pont), es valorar el charquicán, y un sin número de momentos y emociones que deberían enorgullecernos de que esta obra provenga de un autor coterráneo nuestro.
Si bien las historias tienen una suerte de continuidad y orden de lectura, no es imprescindible respetarlo. Se puede leer cualquiera de las “sagas” sin necesidad de leer las anteriores, ni de conocer en profundidad la historia previa o los personajes.
Hasta el momento, este es el listado de las 21 aventuras publicadas (que se pueden conseguir a un precio razonable en cualquier librería):
- Kili-Kilis y Gola-Golas
- Rena en el Siglo 40
- La Corte del Rey Arturo y Morgana, La Hechicera
- Bromisnar de Bagdad y ¡Sésamo, Abre!
- El Árbol Gigante y La Rebelión de los Mutantes
- Mata-Ki-Te-Rangui
- ¡Vienen los Vikingos!
- La Reconquista y El Cruce de Los Andes
- El Mundo Submarino
- ¡Los Suterones!
- El Palito Májiko
- Dos Ases del Aire
- La Amenaza Cibernética
- En el Congo y El Marfil de los Matabekes
- ¡Arde Troya! Y ¿En el Olimpo?
- Los Mosqueteros
- En el Far-West y La Fiebre del Oro
- ¡Piratas a Babor! Y El Tesoro de Flint
- ¡Allá Sopla! Y ¿Dónde Está Ogú?
- El Huevo
- Fitus Sapiens
Si bien el gran Themo Lobos nos dejó hace ya unos años –sin nunca recibir un Premio Nacional, como tenía más que merecido-, sí recibió el más grande de los homenajes posibles de parte de la fanaticada: una nueva generación llevó a su hijo putativo a un nuevo medio, a la gran pantalla, en la más que digna y respetuosa Ogú y Mampato en Rapa-Nui (basada en Mata-Ki-Te-Rangui).
Era de los nuestros. Era nuestro. Era de acá. La única alternativa posible, como ñoños respetuosos, es volver a leer una y mil veces los libros de Mampato y –cómo no- compartirlos con nuestros hijos, con las nuevas generaciones. Quizás en el futuro, alguno de ellos se convierta en el digno sucesor del Themo: un creador, un artista, con un inmenso cariño hacia su creación, pero –más importante aún- con un tremendo respeto hacia su público, trabajando afanosamente para lograr en ellos, cada día más, la curiosidad, el deseo de aprender, de investigar, y de conocer un poco más acerca del mundo que nos rodea.